Nuestra actual moral estatal y el clima de confianza
- 18/04/2025 01:00
“Quien reemplaza un ideario por bastardos apetitos, se abisma en la inmoralidad y el delito”. José Ingenieros. “Por sus frutos los conoceréis”. Jesús Consternados por la desfachatez, y hasta cinismo, en la descarada conducta que un selecto grupo de panameños(as) han asumido ante el incremento de la inmoral corrupción en algunos estamentos del Estado, hemos decidido no callar, pues el que calla otorga, para participar en una reflexión crítica sobre esta negativa manifestación que socava la fuerza moral de la Patria.
Pregúntenle a los pobres marginados si es verdad que Panamá es el Dubái de América.
Nuestra corrupción, con apetito voraz por enriquecimiento personal, nos hace traer a colación la expresión de Nicolás Maquiavelo: “Detrás de cada fortuna existe un crimen”.
Para sustentar nuestra airada protesta, rechazo y condena sobre lo aberrante y criminal de estas manifestaciones, exponemos, como ejemplo particular el reciente y descarado caso que involucra, como actor principal, al expresidente Ricardo Martinelli. Veamos, sin hacer leña del árbol caído:
Fue condenado como culpable por blanqueo de capitales y corrupción de servidores públicos.
Con un pasado que se inicia en 1970 con el despojo de tierras campesinas en el sur de Veraguas (Soná). Posteriormente, siendo presidente de la República, y con pruebas irrefutables, persiguió y reprimió a ciertos adversarios políticos y periodistas, como el sonado caso de José Francisco Gómez Nadal, quien defendía los derechos del pueblo ngäbe.
Mediante argucias, llenas de sospechosos acuerdos tanto internos como externos, se asila en la Embajada de Nicaragua, declarándose perseguido político, con silencio cómplice de Nicaragua y Panamá, lo que arroja especulaciones no mal paradas para ambos gobiernos.
Todo lo anterior con la fanfarria de tinterillos amanuenses.
Final insólito: logra evadir la condena por delitos cometidos, dejando un descrédito inmoral que afecta la confianza sobre la gestión de ambos gobiernos; especialmente el panameño, con pérdida de autoridad moral, confianza y respeto internacional; más aún ahora, por las declaraciones norteamericanas sobre Panamá.
¿Quién ha perdido o dañado más: el expresidente Martinelli o la Patria panameña?
Este caso sonoro y particular debe señalar las deficiencias de un sistema sociopolítico inadecuado, que genera más inclinación al delito que a las virtudes. ¿Causas?: Reinante conciencia mayoritaria alienada ciudadana para seleccionar y votar por personajes impresionistas y hábiles en manipular conciencias a favor de sus intereses; que induce a rechazar, protestatariamente, pese a la represión gubernamental por una clase burguesa seudodemocrática, contra injusticias creadas por ellos; con una mayoritaria población ingenua y enajenada, producto de una educación que soslaya injustas contradicciones reinantes; tanto en la formación de una verdadera conciencia cívica, como la que se palpa en los partidos políticos; que, con sus dueños y propietarios, mejor llamarles empresas políticas.
No es el propósito condenar o absolver lo ocurrido, sino tomarlo como lección y aprendizaje para evitar su reedición; hasta eliminar frases como esta: “Robó, pero hizo”; o el adagio “Los pueblos merecen los gobernantes que escogen”. Nos espera un largo plazo para construir una verdadera democracia participativa; mediante el surgimiento de una consecuente vanguardia revolucionaria.
Nos corresponde el derecho y destino de usar la palabra protestataria, abonando hacia ese ideal. El que no rechaza lo indebido, entonces lo acepta como cómplice.
*El autor es educador
Consternados por la desfachatez, y hasta cinismo, en la descarada conducta que un selecto grupo de panameños(as) han asumido ante el incremento de la inmoral corrupción en algunos estamentos del Estado, hemos decidido no callar, pues el que calla otorga, para participar en una reflexión crítica sobre esta negativa manifestación que socava la fuerza moral de la Patria.
Pregúntenle a los pobres marginados si es verdad que Panamá es el Dubái de América.
Nuestra corrupción, con apetito voraz por enriquecimiento personal, nos hace traer a colación la expresión de Nicolás Maquiavelo: “Detrás de cada fortuna existe un crimen”.
Para sustentar nuestra airada protesta, rechazo y condena sobre lo aberrante y criminal de estas manifestaciones, exponemos, como ejemplo particular el reciente y descarado caso que involucra, como actor principal, al expresidente Ricardo Martinelli. Veamos, sin hacer leña del árbol caído:
Fue condenado como culpable por blanqueo de capitales y corrupción de servidores públicos.
Con un pasado que se inicia en 1970 con el despojo de tierras campesinas en el sur de Veraguas (Soná). Posteriormente, siendo presidente de la República, y con pruebas irrefutables, persiguió y reprimió a ciertos adversarios políticos y periodistas, como el sonado caso de José Francisco Gómez Nadal, quien defendía los derechos del pueblo ngäbe.
Mediante argucias, llenas de sospechosos acuerdos tanto internos como externos, se asila en la Embajada de Nicaragua, declarándose perseguido político, con silencio cómplice de Nicaragua y Panamá, lo que arroja especulaciones no mal paradas para ambos gobiernos.
Todo lo anterior con la fanfarria de tinterillos amanuenses.
Final insólito: logra evadir la condena por delitos cometidos, dejando un descrédito inmoral que afecta la confianza sobre la gestión de ambos gobiernos; especialmente el panameño, con pérdida de autoridad moral, confianza y respeto internacional; más aún ahora, por las declaraciones norteamericanas sobre Panamá.
¿Quién ha perdido o dañado más: el expresidente Martinelli o la Patria panameña?
Este caso sonoro y particular debe señalar las deficiencias de un sistema sociopolítico inadecuado, que genera más inclinación al delito que a las virtudes. ¿Causas?: Reinante conciencia mayoritaria alienada ciudadana para seleccionar y votar por personajes impresionistas y hábiles en manipular conciencias a favor de sus intereses; que induce a rechazar, protestatariamente, pese a la represión gubernamental por una clase burguesa seudodemocrática, contra injusticias creadas por ellos; con una mayoritaria población ingenua y enajenada, producto de una educación que soslaya injustas contradicciones reinantes; tanto en la formación de una verdadera conciencia cívica, como la que se palpa en los partidos políticos; que, con sus dueños y propietarios, mejor llamarles empresas políticas.
No es el propósito condenar o absolver lo ocurrido, sino tomarlo como lección y aprendizaje para evitar su reedición; hasta eliminar frases como esta: “Robó, pero hizo”; o el adagio “Los pueblos merecen los gobernantes que escogen”. Nos espera un largo plazo para construir una verdadera democracia participativa; mediante el surgimiento de una consecuente vanguardia revolucionaria.
Nos corresponde el derecho y destino de usar la palabra protestataria, abonando hacia ese ideal. El que no rechaza lo indebido, entonces lo acepta como cómplice.