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No hay absolución histórica

  • 13/04/2025 23:00

No debemos olvidar como llegamos a tener el gobierno actual. Cada cinco años votamos por el menos malo y es esa espiral que nos ha ido llevando a esa conducta indefinida que hoy experimentamos

¿Cómo quieres ser recordado? That is the question. En una columna hace algunos años teoricé al respecto. Cada cierto tiempo tengo la mala o quizás buena costumbre de hacerme esa pregunta y a medida que voy sumando los años, lo hago con más frecuencia. Se trata de que reflexionemos acerca de cómo hemos caminado sobre esta tierra, cómo tratamos a los demás, a los menos afortunados. De cómo aprovechamos las oportunidades concedidas en beneficio de otros y, entre otra diversidad de cosas, de cómo manejamos la cuota de poder que las circunstancias nos presentan en un momento determinado.

También reflexioné hace algún tiempo sobre el poder temporal señalando que: “Cuando no respetamos la cuota de poder, cuando no entendemos que es temporal, puede suceder —como generalmente sucede— que abusamos de su manejo y como señala el famoso dicho, corrompe absolutamente”. Casi siempre se puede emplear para hacer el bien, pero por algún raro impulso que tiene que ver con las más bajas motivaciones humanas, la gran mayoría obra en detrimento del bienestar de aquellos que sus influencias afectan directa e indirectamente. (...) La historia está llena de capítulos de poder que, después de pasar el escrutinio histórico, escasamente enaltecen el legado del personaje.

El reconocimiento supremo y relativamente objetivo es el que otorga la valoración histórica, muchos años después de una gestión. Mientras tanto, y durante su presencia pública, les conviene entender que lo importante es servir, servir al pueblo con dignidad y respeto. Hacerlo con humildad y decencia, con pasión y con el único propósito de mejorar la condición humana de toda la sociedad.

En este tiempo que vivimos, este y los gobiernos anteriores han heredado el resultado de luchas históricas que no pueden ni deben soslayar. Valiosos ejemplos de personajes y figuras heroicas, mujeres y hombres, indiscutiblemente grandes y entregados a la patria. Con el poder que el momento les otorga, tienen la obligación de defender esos legados.

Sobre la soberanía nacional, por el camino que vamos. algunos quieren alegar que no hay violaciones a la misma. Los que lideran el gobierno y están tomando decisiones al respecto, deben considerar hacerse la misma pregunta. ¿Quieren que sus herederos tengan orgullo o vergüenza sobre sus actos y decisiones en este capítulo de la historia patria?

La Real Academia Española define vergüenza como: “turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. ¿Cómo quieren ser recordados, cuando no hay “turbación del ánimo”, de actores y asesores?

También hace unos escritos, me referí al libro de Mario Mendoza, “La importancia de morir a tiempo”. Uno de los relatos del libro de Mendoza se titula “La adicción a sufrir”, comienza diciendo: “Es muy fácil asumir esa adicción sin darse cuenta. Nuestra cultura tiene muchas puertas de entrada y pocas de salida. Una de ellas, por ejemplo, es la religión” (...) “Otra puerta frecuente es la codependencia. Es una relación con un drogadicto, un alcohólico o un depresivo”.

En esos entornos tan cerca del poder, es difícil arriesgarse por la adicción al mismo. Por las prebendas, el acceso, el glamur, o simplemente para evitar caer mal con los otros poderes circundantes. Es difícil romper esa relación y en momentos como estos, nadie renuncia por dignidad o amor a la patria.

No debemos olvidar como llegamos a tener el gobierno actual. Cada cinco años votamos por el menos malo y es esa espiral que nos ha ido llevando a esa conducta indefinida que hoy experimentamos. Eso lleva a plantear otras preguntas igualmente importantes: ¿Por qué seden? ¿Qué tienen que perder como individuos por encima de la histórica y valiente dignidad nacional?

El silencio, la manipulación de la verdad o la inacción en temas y momentos como estos, son ofensas a la patria, más cuando se ocupan puestos de liderazgo. En otros círculos los llamarían pecados. En este inicio de la Semana Santa, los católicos suelen resolver esos desatinos traicioneros con “la confesión” conocido también como el sacramento de la penitencia o la reconciliación. A como dé lugar, eso es para acceder al cielo. Acá, para los registros históricos y la memoria de las generaciones del futuro no será tan sencillo. No habrá absolución alguna.

*El autor es comunicador social