Más pragmatismo y unión de Occidente frente a Rusia... y China
- 06/03/2025 00:00
- 05/03/2025 15:45
La Cumbre de mandatarios de un número significativo de democracias occidentales, junto al secretario general de la OTAN, en torno al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, convocada por el primer ministro británico, Sir Keir Starmer, el pasado 2 de marzo en Londres, ha generado un momento geopolítico de importancia para las relaciones internacionales.
Luego de esta reunión, que confirma el compromiso de las grandes democracias occidentales con la libertad de Ucrania, creo que es imperativo que se celebre, a la brevedad, una cumbre de igual nivel con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tal y como muy atinadamente ha sugerido en Londres, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni.
Sería una cumbre de las democracias occidentales en torno a Estados Unidos, que debería cumplir, creo yo, varios objetivos. En primer lugar, debería frenar el cada vez mayor distanciamiento y desacuerdo en la alianza Estados Unidos-Unión Europea -celebrado por algunos gobiernos europeos de corte socialista-, que sólo debilitará su unión militar, la OTAN, alimentando, por otro lado, la alianza entre Rusia y China, cuando lo evidente sería trabajar por el debilitamiento de esta.
Adicionalmente, esta cumbre debería ayudar en la construcción de nuevos puentes y entendimiento entre el presidente Trump y el presidente Zelenskyy después de su lamentable desencuentro en Washington, D.C.. Se puede estar de acuerdo, o no, con la actitud y formas del mandatario norteamericano en esa reunión; sin embargo, un análisis despolitizado y desapasionado también permite ver que el mandatario ucraniano no estaba preparado y que nunca debió pretender llevarlo adelante con su más que deficiente nivel de inglés que, estoy convencido, contribuyó a generar respuestas y expresiones fuera de lugar por su parte, que ofendieron al presidente norteamericano.
Las grandes democracias occidentales también necesitan demostrar a Estados Unidos que están dispuestas, de una vez por todas, a compartir la “factura histórica” de su defensa, desde que Estados Unidos sacaron a Europa de la miseria económica que les dejó la Segunda Guerra Mundial, frente al telón de acero de la Unión Soviética y la gangrena política del comunismo del siglo XX, que ha despertado con fuerza hoy día. Importante sería también que confirmen al gobierno norteamericano su compromiso para materializar un acuerdo de paz, pragmático y realista, que permita poner fin a la agresión rusa a Ucrania, aportando una seguridad duradera para ese país y, por descontado, para Europa.
El alineamiento de Occidente en torno a Estados Unidos es necesario para enviar un mensaje claro al régimen ruso de que una agresión a Ucrania y/o a otras naciones europeas, como los países bálticos, no le traería rédito, a la par que contribuiría a la estabilidad internacional y a dejar claro, una vez más, al “manipulador” de Rusia, el régimen comunista chino, que la alianza democrática occidental, en torno a Estados Unidos se mantiene sólida. Si los actuales líderes de Occidente, en particular de la Unión Europea, Canadá y el Reino Unido, piensan que pueden cuestionar el liderazgo de Estados Unidos y enfrentar, a solas, a Rusia y China, sólo confirmarían su debilidad y su desconexión con la realidad, alimentando, además, las ambiciones de ambos regímenes, y el temido conflicto internacional con el que estos terminarían el actual orden mundial.
Aun cuando es innegable que medios de comunicación internacional, expertos en la materia y muchos gobiernos occidentales han criticado, y critican, las últimas actuaciones del presidente Trump, soy de la opinión que, con la celebración de la cumbre londinense del 2 de marzo, el presidente norteamericano ha logrado un importante objetivo de su agenda internacional. Dicha cumbre es la respuesta al duro “llamado de atención” a sus aliados occidentales -que también deberían escuchar las democracias latinoamericanas- sobre la urgente necesidad, política y económica, de terminar con la agresión rusa a Ucrania, así como de la necesidad de una importante inversión en seguridad y defensa, sobre todo entre los aliados europeos, para poder enfrentar los retos, presentes y futuros, que representan Rusia y China, y su “banda” de dictaduras, regímenes y organizaciones, de similar perfil, alrededor del mundo. Es claro que Estados Unidos no quiere seguir cubriendo los costos de la defensa del mundo libre a solas. Los mensajes enviados por los líderes occidentales en Londres me confirman que, finalmente, están entendiendo que deben fortalecer sus capacidades defensivas porque -aunque esto aún no lo tienen claro-, su rival no es Estados Unidos, sino Rusia y su “máster”, China.
Sin duda, algunos gobiernos occidentales critican la falta de formas diplomáticas y de un comportamiento “políticamente correcto” por parte del presidente Donald Trump. Sin embargo, es incuestionable que el presidente sigue enfocado en un objetivo claro: “ponerse al día” frente al régimen chino, y su aliado el régimen ruso, para proteger y promover, primeramente, los intereses de Estados Unidos como líder mundial. Con ello, el presidente Trump cree que fortalecerá la vigencia de las democracias occidentales y su modelo de libertades que, se encuentra, hoy más que nunca, en grave riesgo, luego de una política exterior de “cohabitación” desplegada por la administración Obama, primero, y por la administración Biden después, que propició y permitió el avance de los intereses rusos y chinos tal y como se sufren hoy día.
Más allá de las formas, es crucial que las democracias occidentales comprendan que Estados Unidos es un socio confiable y necesario, frente a los riesgos políticos, económicos y -entiéndase bien- militares, que suponen Rusia y China. Estados Unidos, y no otro en el mundo libre occidental, aún tiene la capacidad y el conocimiento necesarios para liderar una agenda de contención frente a esos regímenes. Para ello, es necesaria una diplomacia realista y transaccional, por parte de los aliados históricos, desplegada de forma coordinada con Estados Unidos, y no un cuestionamiento permanente a este por parte de los primeros. En definitiva, Occidente necesita más pragmatismo y unión o perderá la batalla política y económica por el orden mundial frente a Rusia ... y China.