Columnistas

‘Make Anger Management Appointment’ (MAMA)

Actualizado
  • 12/01/2025 00:00
Creado
  • 11/01/2025 20:04

Donald Trump tomará posesión en unos pocos días, pero sus amenazas de subir aranceles a Canadá, intervenir militarmente en México, tomar forzosamente el Canal de Panamá y comprar la isla de Groenlandia ya le dieron la vuelta al mundo. Es evidente que Trump no está bien de la cabeza y que sus slogans MAGA y MAHA no le representan nada útil. Pareciera que MAMA es el que más se ajusta ahora a su realidad.

Muchos consideran a Trump un presidente analfabeto e históricamente insensato en política exterior, rayando en lo incoherente. A diferencia de Obama, Bush, Reagan y Carter, Trump no tiene capacidad para explicar nada que se parezca a una doctrina de política exterior. Pero esto no significa que carezca de ideas. Desde que Trump comenzó hace unas semanas con sus desatinados comentarios, le he solicitado a varias personas con experiencia en asuntos globales que me comenten acerca de lo que podrían constituir estas amenazas, mientras intento comprender la naturaleza disruptiva de Trump. De hecho, el caos que producen sus declaraciones se explicaría únicamente entendiendo su estado mental y emocional: detesta el orden internacional, no le gusta la alianza militar con la OTAN, cree profundamente que la economía global es injusta para Estados Unidos y tiene una simpatía innata por los hombres fuertes autoritarios.

Trump no ha cambiado sus ideas en años y sus más recientes amenazas sugieren que en su segunda presidencia actuará según sus creencias de una manera más visceral que en la primera, lo cual acentúa la posibilidad de una perturbación catastrófica mundial en los próximos meses o años. Por eso, comprender lo que piensa Trump en estos momentos sobre política exterior es más urgente que nunca. Para Trump, el mundo ideal es no tener enemigos, pero tampoco amigos; no cree que Estados Unidos deba ser parte de ninguna alianza y que los países que han sido amigos en el pasado no deberían esperar cierto nivel de lealtad de su parte; cree que el acoso constante y la desestabilización permanente juegan a su favor; cree que mantener a aliados y adversarios fuera de equilibrio beneficia a Estados Unidos; y cree que Estados Unidos es el país más poderoso de la Tierra.

Para los seguidores de Trump, estas creencias justifican el poder levantar el “dedo medio” de la mano y dirigirlo al resto del mundo cada vez que quiera. Sin embargo, para el resto de las personas, este acoso constante de Trump representa síntomas de aislamiento y complejos de inseguridad.

No estoy diciendo que la actitud subyacente de jugar al niño “rofeón” carezca de utilidad. Hay ocasiones –la crisis de los rehenes en Irán de 1979, por ejemplo– en las que una postura directa habría sido útil, o al menos efímeramente satisfactoria. Pero aquí lo fundamental de esa conducta de Trump es su carácter delirante, porque al irrumpir el orden mundial, envía señales que socavan la alianza occidental, empoderan a Rusia y China, y desmoralizan a los pueblos que buscan la libertad en todo el mundo. Como consecuencia, Estados Unidos se debilita cada vez más.

Con los antecedentes y personalidad de Trump, cualquiera pensaría que esta conducta es ajena a la política exterior tradicional estadounidense. Pero no lo es; lo que pasa es que esta corriente de pensamiento ha estado latente durante algún tiempo. Trump es lo más parecido al senador Robert Taft, quien como líder del ala conservadora del Partido Republicano el siglo pasado se opuso a la ayuda estadounidense a Gran Bretaña antes de 1941, se opuso a los esfuerzos del presidente Harry Truman por expandir el comercio, se opuso a la contención de la Unión Soviética, y se opuso a la creación de la OTAN. De igual manera, la afinidad de Trump hacia los dictadores autocráticos y el proteccionismo basado en altos aranceles se remontan al siglo XIX. Y la idea de crear un muro a través de la frontera entre Estados Unidos y México la invoca de la historia antigua de China y su gran muralla de más de 15 mil kilómetros.

Trump está lleno de ideas, pero su punto de partida y motivación definitoria en política exterior es la ira que siente, no contra los enemigos de Estados Unidos, sino contra sus amigos. En una larga entrevista con la revista Playboy en 1990, le preguntaron cómo sería la política exterior de un presidente Trump y respondió: “Creería firmemente en la fuerza militar extrema. No confiaría en nadie. No confiaría en los rusos; no confiaría en nuestros aliados. Tendría un enorme arsenal militar. Parte del problema es que estamos defendiendo a algunos de los países más ricos del mundo a cambio de nada. En todo el mundo se ríen de nosotros porque defendemos a países como Japón.”

Esa rabia explica el resentimiento que siente contra países amigos como: Canadá, México, Panamá, Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Arabia Saudita, etc. Igualmente, explica el por qué no acepta el Tratado Torrijos - Carter de 1977 que otorga desde el 31 de diciembre de 1999 control total del Canal de Panamá a los panameños. Definitivamente, el problema con Trump no es China, ni siquiera los aranceles. Su verdadero problema es que se está saltando sus citas de manejo de ira y no está tomando sus medicamentos para moderar su comportamiento. Esperamos pues, frente a esta coyuntura, que las personas que merodean alrededor de Trump, se preocupen más por su estado mental y emocional, comprendan la gravedad de la situación y hagan lo necesario para asegurar la paz y tranquilidad del mundo. Sin duda, MAMA será clave para la presidencia de Trump en los próximos años.