Los resultados no se explican, se respetan
- 08/05/2024 23:00
- 08/05/2024 13:21
Un nuevo triunfo presidencial por menos del 35% de los votos deja claro que nuestro sistema electoral requiere estudio [...] Las encuestas – cuando están bien hechas – son herramientas científicas valiosas. Hoy que la dinámica política es tan cambiante, el reto de los buenos encuestadores es difícil y en algunas ocasiones imposible. Los ahora famosos “trackings electorales” o sondeos continuos, también ayudan a medir la opinión pública y el mundo digital impone retos inmensos.
Me refiero a aquellos estudios serios, objetivos y no manipulados. Los otros son propaganda política y de esos no me interesa comentar.
Las encuestas han venido sufriendo de muchas dudas en los últimos procesos electorales, no solo en Panamá. Con respecto al primer lugar, esta vez, estuvieron acertadas, sobre el segundo lugar, completamente perdidas, al menos las que se publicaban. No solo en lugar, sino también en distancia entre los candidatos.
Desde mediados de marzo, manifesté públicamente que esta elección se había polarizado entre los candidatos Mulino y Lombana, lamentablemente, la narrativa de que existían unos “trillizos” en el segundo lugar la quisieron imponer, cuando nunca fue cierta. En eso acerté y actué en consecuencia.
Sobre los resultados electorales, eso es otro tema. Muchos políticos tienen la tentación de explicar cómo voto el pueblo, los resultados no se explican, se escuchan, se entienden y se atienden.
Hace dos años, señalé, “los panameños no se sienten representados por los partidos políticos, porque los ven secuestrados por intereses personales, bloqueando la posibilidad de poner el país por delante”. En el caso del PRD, Panameñismo y Cambio Democrático, esas estructuras que estaban quebradas se derruyeron. No hay que buscar explicaciones, simplemente entender que los votantes le pasaron factura porque estaban divorciadas de sus necesidades.
No hay forma de entender cómo en un claro rigor democrático, sus autoridades internas no han renunciado a las 48 horas de los resultados electorales. Más de su divorcio de la realidad.
El partido RM ganó las elecciones dentro de una institucionalidad que hace aguas por todos lados, su propio candidato, hoy presidente electo Mulino, lo entiende al abanderar la necesidad de una “constituyente originaria”, en sus propias palabras.
Un nuevo triunfo presidencial por menos del 35% de los votos deja claro que nuestro sistema electoral requiere estudio y revisión integral para evaluar una segunda vuelta electoral – a todos los niveles de elección, presidente, alcaldes y representantes –, la conformación y elección de los diputados a la Asamblea Nacional y la figura de la libre postulación degradada con la reciente actuación del “candidato” Melitón Arrocha. Urge rediseñar nuestra arquitectura democrática.
El aluvión de votos que obtuvieron las candidaturas independientes, no solamente para diputados, sino para los gobiernos locales es la expresión de cambio profundo que está reclamando nuestro país.
A pesar del pésimo periodo legislativo que hemos tenido 2019-2024, la gran mayoría de los 71 diputados buscó su reelección, solamente 12 la lograron. Si no hay claridad en el reclamo popular de un cambio en la manera en que se administra la Asamblea Nacional, se perderá una oportunidad. En eso, el pueblo habló alto y claro.
Mi optimismo está basado en que el gran aporte que harán los diputados y diputadas electos de VAMOS, MOCA, independientes y, ojalá, los nuevos de los partidos políticos será traer la ética a la política. Allí estará el cambio de la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, cerrar la época de los sobres y maletines para ver nacer el turno de la honestidad y la colaboración armónica basada en el interés superior del país.
Las elecciones son momentos estelares de la democracia, pero, no se queda allí, tan solo en el voto, se requiere la participación ciudadana para que quienes ejercerán el poder sientan el control de la soberanía popular, porque solo a partir de entenderla y respetarla se puede configurar el Estado de derecho para solucionar los problemas más apremiantes de los panameños.
El autor es abogado
Las encuestas – cuando están bien hechas – son herramientas científicas valiosas. Hoy que la dinámica política es tan cambiante, el reto de los buenos encuestadores es difícil y en algunas ocasiones imposible. Los ahora famosos “trackings electorales” o sondeos continuos, también ayudan a medir la opinión pública y el mundo digital impone retos inmensos.
Me refiero a aquellos estudios serios, objetivos y no manipulados. Los otros son propaganda política y de esos no me interesa comentar.
Las encuestas han venido sufriendo de muchas dudas en los últimos procesos electorales, no solo en Panamá. Con respecto al primer lugar, esta vez, estuvieron acertadas, sobre el segundo lugar, completamente perdidas, al menos las que se publicaban. No solo en lugar, sino también en distancia entre los candidatos.
Desde mediados de marzo, manifesté públicamente que esta elección se había polarizado entre los candidatos Mulino y Lombana, lamentablemente, la narrativa de que existían unos “trillizos” en el segundo lugar la quisieron imponer, cuando nunca fue cierta. En eso acerté y actué en consecuencia.
Sobre los resultados electorales, eso es otro tema. Muchos políticos tienen la tentación de explicar cómo voto el pueblo, los resultados no se explican, se escuchan, se entienden y se atienden.
Hace dos años, señalé, “los panameños no se sienten representados por los partidos políticos, porque los ven secuestrados por intereses personales, bloqueando la posibilidad de poner el país por delante”. En el caso del PRD, Panameñismo y Cambio Democrático, esas estructuras que estaban quebradas se derruyeron. No hay que buscar explicaciones, simplemente entender que los votantes le pasaron factura porque estaban divorciadas de sus necesidades.
No hay forma de entender cómo en un claro rigor democrático, sus autoridades internas no han renunciado a las 48 horas de los resultados electorales. Más de su divorcio de la realidad.
El partido RM ganó las elecciones dentro de una institucionalidad que hace aguas por todos lados, su propio candidato, hoy presidente electo Mulino, lo entiende al abanderar la necesidad de una “constituyente originaria”, en sus propias palabras.
Un nuevo triunfo presidencial por menos del 35% de los votos deja claro que nuestro sistema electoral requiere estudio y revisión integral para evaluar una segunda vuelta electoral – a todos los niveles de elección, presidente, alcaldes y representantes –, la conformación y elección de los diputados a la Asamblea Nacional y la figura de la libre postulación degradada con la reciente actuación del “candidato” Melitón Arrocha. Urge rediseñar nuestra arquitectura democrática.
El aluvión de votos que obtuvieron las candidaturas independientes, no solamente para diputados, sino para los gobiernos locales es la expresión de cambio profundo que está reclamando nuestro país.
A pesar del pésimo periodo legislativo que hemos tenido 2019-2024, la gran mayoría de los 71 diputados buscó su reelección, solamente 12 la lograron. Si no hay claridad en el reclamo popular de un cambio en la manera en que se administra la Asamblea Nacional, se perderá una oportunidad. En eso, el pueblo habló alto y claro.
Mi optimismo está basado en que el gran aporte que harán los diputados y diputadas electos de VAMOS, MOCA, independientes y, ojalá, los nuevos de los partidos políticos será traer la ética a la política. Allí estará el cambio de la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, cerrar la época de los sobres y maletines para ver nacer el turno de la honestidad y la colaboración armónica basada en el interés superior del país.
Las elecciones son momentos estelares de la democracia, pero, no se queda allí, tan solo en el voto, se requiere la participación ciudadana para que quienes ejercerán el poder sientan el control de la soberanía popular, porque solo a partir de entenderla y respetarla se puede configurar el Estado de derecho para solucionar los problemas más apremiantes de los panameños.