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¿Llegará por fin el esperado cambio?

Actualizado
  • 08/07/2024 23:00
Creado
  • 08/07/2024 10:45

Al final de un período de mal gobierno, miseria y desencanto, entramos en una época de cambios políticos y de grandes expectativas en un Panamá dual: el que responde a un pasado malsano, de sumisos dominados por políticos depredadores que venden espejismos y mitos a un pueblo poco instruido, y el más moderno de mentalidad más educada, independiente, innovadora, racional. ¿Qué podemos hacer para lograr el triunfo permanente, irrevocable, de ese Panamá mejor? Propongo reiterar una introspección existencial. Preguntarnos, primero, ¿quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? Actualicemos lo que decía hace tres años en un conversatorio organizado por La Estrella de Panamá sobre este tema fundamental.

Venimos del país más viejo de la tierra firme americana, de cinco siglos desde la conquista y colonización hispánica que crea una nueva sociedad, mestiza (indígena-africana-europea) que evolucionará mucho a lo largo de los tres grandes períodos de nuestra historia: colonial, republicano colombiano y republicano panameño.

En la época colonial Panamá era para muchos europeos un lugar para asentarse, producir, evangelizar, pero igualmente para algunos era sitio para hacer fortuna rápida, de depredación, trampa y contrabando; para los africanos, era lugar de esclavitud. Hacia 1794, un fraile español ilustrado exponía, en centenares de páginas manuscritas (documento que encontré en la Biblioteca Bancroft, UCBerkeley), su visión de un país con una naturaleza tropical exuberante, vegetal y animal, y con gentes que hablan, decía, cómo las de Cartagena, con “flojedad y desmayo en las voces”, que pasaban la mayor parte de su vida en una hamaca. Imagen exagerada de pereza en una naturaleza abundante.

A mediados del siglo XIX, Justo Arosemena pensaba en Panamá como un lugar de tránsito y emporio comercial, ideario de la diminuta burguesía local. El patricio que se sentía plenamente colombiano como los otros istmeños (lo fuimos desde 1739 en el virreinato neogranadino), advertía en Panamá una singularidad frente al resto de Colombia Aspiraba a una autonomía más que a la independencia como lo dice el glorificado mito, la que logró con el federalismo en 1855.

Los creadores de la república (1903-1904) querían destacar el origen europeo, hispánico, de nuestra sociedad e imponer la “civilización” mediante la educación de calidad y el embellecimiento urbano, con arquitectura monumental de inspiración greco-romana. Belisario Porras, primer mandatario con verdadero sentido del Estado, representará esta nueva concepción.

Mientras, se creó en 1904 la Zona del Canal y llegaron al país millares de estadounidenses blancos y muchos más afroantillanos para construir el canal interoceánico, a los que se añadieron más de diez mil obreros españoles e italianos. Muchos dejaron descendientes. Surgió, sobre todo entre gente educada del interior, la élite rural, la “panameñidad”, en oposición al transitismo y el cosmopolitismo urbanos. Propugnaban por una identidad mestiza, más hispano-indígena, y los valores locales supuestamente castellanos.

Llegó, en nombre del “panameñismo” hacia 1920-1940, el racismo oficial y la xenofobia, pensamiento aún vigente entre algunos, en un país por paradoja fabricado en gran medida por inmigrantes de diversas razas y culturas. Un Panamá con importantes minorías estadounidenses, europeas, hispanoamericanas, chinas, indias, afroantillanas y del Medio Oriente.

Al mismo tiempo surgieron las ideologías marxistas de origen europeo con sus militantes locales, que expusieron la contraposición de las clases sociales y su enfrentamiento dialéctico, que todavía no ha superado la atención de pequeños círculos intelectuales, universitarios y sindicales, a los que se unen de manera coyuntural para hacer oposición a los gobiernos rechazados, otros grupos más bien políticos y ecológicos radicales.

En verdad, el panameño promedio es según estudios genéticos de la Universidad de Panamá 40% indígena, 33% africano negro y 27% europeo. Concluimos así que una inmensa mayoría de los panameños, mestizos, puede reclamar tres orígenes raciales y, en consecuencia, culturales.

¿Cómo explicamos mejor la realidad panameña con base en todas estas informaciones? Creo que tenemos más bien identidades múltiples que se han ido forjando gracias a los diversos grupos humanos en las distintas regiones de Panamá, viejo, activo y fascinante laboratorio social y cultural.

Regresemos al principio: ¿Cuál es la imagen que se tiene hoy en el exterior de Panamá? Es imagen más bien negativa: paraíso del desorden y de la trampa, de la desigualdad social y la pobreza, de la corrupción pública, de la injusticia y la impunidad, lugar de muy baja calidad educativa. Nos ven como un país xenófobo e intolerante dominado por gente supersticiosa, sujeto de listas negras y grises, ahora istmo de tránsito de migrantes ilegales al Eldorado estadounidense. Imagen torcida que debemos combatir, primero, con grandes y urgentes reformas internas, y, también, con una promoción internacional más activa.

Recordemos que los panameños en lucha muy desigual logramos, como pequeña potencia geopolítica, deshacernos por la diplomacia de la presencia colonial extranjera gracias a los Tratados Torrijos-Carter y administrar el canal interoceánico mejor aún que los estadounidenses. Logramos mantener un país relativamente pacífico, a pesar de infortunios y calamidades durante siglos, de las últimas décadas de democracia liberal imperfecta y de aislamiento excesivo, brutal, durante dos años de pandemia, que nos empobreció material, educativa y culturalmente.

Enfrentamos hoy, finalmente con esperanza, un futuro todavía incierto en un mundo que cambia velozmente. Queda a los panameños de diferentes orígenes y mentalidad variopinta seguir un rumbo más positivo, subirnos al tren de las naciones con sociedades más avanzadas y reforzar nuestra identidad más diversa, más rica y más incluyente. ¿Podremos hacerlo con el nuevo liderazgo electo? Lo esperamos con optimismo, ¡pero el tiempo pronto lo dirá!

El autor es geógrafo, historiador, diplomático