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Latifundio electoral panameño

Actualizado
  • 29/02/2024 00:00
Creado
  • 28/02/2024 14:15

El desarrollo económico marginado y la pobreza de Panamá se debe a la corrupción reinante y al latifundio de los dueños de los circuitos electorales

La búsqueda del oro y la plata fue, sin duda alguna, el motor central de la conquista española en América Latina. El centro de la constelación de poder que el sistema de plantaciones de caña de azúcar integró en Latinoamérica en tres edades históricas distintas -mercantilismo, feudalismo, esclavitud- se combinaron en la región para una sola unidad económica y social: el latifundio, un sistema de búsqueda de votos que prevalece actualmente en la nación panameña.

De la misma manera que el latifundio dependía de la importación de esclavos africanos y de la “encomienda” indígena y que las plantaciones coloniales estaban subordinadas a las necesidades de la monarquía española, proviene la línea recta el latifundio electoral de nuestros días. El desarrollo económico marginado y la pobreza de Panamá se debe a la corrupción reinante y al latifundio de los dueños de los circuitos electorales y sus corregimientos para poder escoger qué empresa se beneficiará de las licitaciones estatales, de los contratos de puertos, minas y cuánta riqueza extractiva con que cuente el país.

En Panamá, los partidos políticos abandonaron sus funciones elementales y dejaron de seleccionar bien a sus candidatos. Los partidos políticos panameños se han convertido en impopulares por lo que han dejado de hacer: disminuir la marcada brecha de desigualdad entre la población de la capital y la del interior.

No hay duda que a los panameños en los circuitos electorales, no les importa tanto las denuncias contra su diputado eterno, sino su capacidad de defender los intereses locales y de tratar de mostrar una buena gestión de sus corregimientos ( pavipollos, jamones, ferias compitas ). Esos mismos panameños le quitan su apoyo si aspiran a un cargo a alcalde o presidente. Si no hay certeza de castigo, el latifundio electoral seguirá acabando con la economía y el turismo del país, como le da la gana.

En Panamá la descentralización tenía como objetivo redistribuir en el pueblo la plata de nuestros impuestos, pero lo único que generó fue la creación de más corregimientos con menos poblaciones. En Panamá la soberanía alimentaria solamente fue utilizada para el beneficio de los ganaderos y arroceros allegados al poder. Tristemente, la descentralización reforzó el clientelismo para que la nación resolviera todos los problemas a los dirigentes del partido político de turno y dejara de resolver las pequeñas inversiones que deberían hacer con sus propios recursos. La descentralización convirtió a los candidatos a la reelección en intermediarios pedigüeños del país, en un Panamá que no hay más plata y el déficit fiscal ya es suficientemente elevado.

En las democracias no solo se escoge un candidato, sino que también se escoge el criterio que uno le parece más relevante para elegir: esos políticos que nos representan. En tiempo de crisis es cuando se busca mandar un mensaje de castigo a los gobiernos salientes y en Panamá hay factores comunes para que se elija un “falso mesías”: cansancio con las élites políticas clásicas, debilitamiento de las estructuras de los partidos políticos y el auge de las redes sociales.

Nos urge una fiscal electoral que tenga estrógenos e instinto de supervivencia para que la raza panameña no se extinga ante el latifundio electoral clientelista actual. Nos urge una fiscal electoral que con amor de madre ejecute la justicia.

El autor es cirujano subespecialista