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Las elecciones venezolanas

Actualizado
  • 01/08/2024 00:00
Creado
  • 31/07/2024 13:34

Es positivo que importantes actores internacionales, comenzando por los Estados Unidos, hayan puesto en duda los resultados del pasado domingo. Y también lo es que se demande un recuento honesto y verificable de los votos

Algunos, por deseo, y hasta ingenuidad, pero sin sentido de realidad, abrigaron la esperanza de que la dictadura madurista permitiría ser desplazada del poder, mediante las elecciones del pasado domingo, 28 de julio, que quedarán registradas como lo que fueron, y tal y como muchos lo previmos, un espectáculo planificadamente montado para disfrazar de legitimidad una farsa electoral. Maduro nunca tuvo la más remota intención de permitir unas elecciones libres y justas y los resultados que, tramposa y demagógicamente, insiste que reflejan la voluntad mayoritaria de los venezolanos, así lo comprueban.

Desde que el régimen se afianzó en el poder, de Venezuela han emigrado cerca de 7 millones de venezolanos. Por lo bajo, no menos de 2,000,000, debieron tener la oportunidad de votar en los países donde se han radicado; pero el régimen solo permitió que lo hicieran 70,000. Con esa patraña antidemocrática el régimen eliminó a no menos de 1,500,000 votos contrarios a Maduro, que hubieran sellado su derrota.

A las elecciones se llegó con base en entendimientos y compromisos, especialmente los plasmados en el denominado Acuerdo de Barbados, que obligaban al régimen a celebrarlas garantizando plenamente el derecho a participar de los sectores opositores, con los candidatos escogidos por ellos; pero con las reiteradas y burdas acciones y atropellos, comenzando por la inhabilitación de la principal líder opositora y de su primera sucesora, y el control absoluto de los centros electorales y de los escrutinios, el régimen no solo violó los acuerdos de Barbados, sino que montó el escenario para el fraude que acaba de consumar.

Es positivo que importantes actores internacionales, comenzando por los Estados Unidos, hayan puesto en duda los resultados del pasado domingo. Y también lo es que se demande un recuento honesto y verificable de los votos; pero que por esa vía se llegue a revertir el fraude parece poco probable. A estas alturas, siendo que el régimen controló unilateralmente el escrutinio de los votos, amarrando todos los resortes para que produjeran el resultado que han anunciado, es más que improbable que pueda comprobarse la alteración de las cifras, de antemano acomodadas para favorecer a Maduro.

Por gestión de Panamá y de otros 10 o 12 países, se ha anunciado la convocatoria de una Reunión Extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, para que en ella se consideren posibles acciones colectivas. El marco jurídico previsible que se invocaría para sustentar esa convocatoria, como se ha mencionado, sería la Carta Democrática Interamericana. Pero desde ahora advierto que no se deben fundar demasiadas esperanzas de que en ella se acuerden las acciones reparadoras que anhela la mayoría de los venezolanos.

La OEA, nominalmente, la integran 35 países. De ellos, Cuba, Venezuela y Nicaragua deben ser descontados. Cuba desde que fuera excluido hace ya 60 años nunca se reincorporó y Venezuela y Nicaragua, se dieron voluntariamente de baja, mediante las notificaciones formales exigidas por la Carta de la organización. Por tanto, los países con derecho a participar y votar en las deliberaciones del Consejo Permanente son 32 y de esos, otros tres: Bolivia, Honduras y México, los dos primeros, por cuanto ya felicitaron a Maduro por su elección, se opondrían a cualquier decisión en su contra y México, aunque no lo ha felicitado, por la política exterior del presidente López Obrador, tampoco lo hará.

Ante esas circunstancias y teniendo en cuenta que, de los 29 restantes, los estados caribeños suman 14 votos que, con la expectativa más optimista, solo apoyarían “una exhortación” al gobierno venezolano para que permita que observadores internacionales verifiquen, in situ, el resultado de las elecciones, fundar esperanzas en una acción determinante de la OEA, desborda cualquier optimismo.

Pero, además, también debe tenerse en cuenta que la aureola y los consecuentes efectos reparadores que se atribuyen a la Carta Democrática, no son tales, pues aparte de que solo puede ser invocada contra Estados miembros de la OEA, ese instrumento, por la manera en que fue redactado, para ponerlo en términos escuetos, solo es aplicable a aquellos países que quieran aceptar que se les aplique. Su artículo 18, expresamente dispone que el estado concernido debe dar su consentimiento para que a su territorio pueda ingresar cualquier comisión designada por el Consejo Permanente o el Secretario General, a fin de establecer la veracidad de los hechos que se considere atentan o violan la vigencia de la democracia.

Como primera conclusión, no creo que cabe esperar que la OEA, aparte de ser una “caja de resonancia”, sea un factor capaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos que sacuden a la nación venezolana. Y la experiencia que vivimos en Panamá, cuando la dictadura desconoció el triunfo electoral de Guillermo Endara, debe ser una lección aprendida.

Como segunda conclusión, creo que lo que puede revertir la maniobra electoral del régimen madurista es la presión internacional concertada y que los países con la capacidad para hacerlo, se decidan a influenciar a sus fuerzas armadas para que se distancien del dictador y se pongan al lado del pueblo.

El autor es exembajador de Panamá en la OEA