La saga en torno a las guías alimentarias
- 09/12/2024 00:00
- 08/12/2024 05:36
Cada cinco años desde 1980, pasamos por un alboroto con respecto a las guías alimentarias, las cuales no han cambiado de manera fundamental desde entonces.
Tanto antes como ahora, son la misma cosa y dicen lo mismo: comer más verduras, equilibrar las calorías y reducir la ingesta de alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasa.
Por un lado, las guías aprobadas en 2020 resaltaron sobre consumir verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, frutos secos, lácteos bajos en grasa o sin grasa y grasas insaturadas. Además, limitaron las carnes rojas procesadas, cereales refinados, alimentos ricos en grasas saturadas y snacks salados. Y por otro, las de 1980 eran mucho más sencillas: comer una variedad de alimentos, mantener el peso ideal, evitar demasiada grasa y colesterol, comer alimentos con suficiente almidón y fibra y evitar demasiada azúcar.
El mes pasado, un panel asesor conformado por investigadores académicos se reunió en Washington DC durante dos días para debatir sobre lo que deberían incluir las guías alimentarias programadas para 2025. Las recomendaciones se enviarán al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y al Departamento de Agricultura (USDA), y después se publicará el texto definitivo a finales del próximo año.
Pero las nuevas guías tendrán dos omisiones bastante impactantes, y ambas tienen que ver con lo que no se recomienda.
La primera es reducir el enfoque de las guías alimentarias en la reducción del riesgo de enfermedades crónicas. Es absurdo que, siendo el único propósito de las guías alimentarias la de reducir el riesgo de enfermedades relacionadas con la dieta, que se omita esta consideración. Las enfermedades crónicas (obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, cáncer, etc.) son las principales causas de muerte y discapacidad entre la población adulta. Quisiera pensar que este fue quizás un error tipográfico y que seguramente el comité quiso decir: “Recomendar aumentar el enfoque de las guías en la reducción del riesgo de enfermedades crónicas”.
La segunda omisión es no decir nada sobre los alimentos ultraprocesados. El comité dejó claro que no iba a decir ni una palabra sobre los alimentos ultraprocesados. ¿Por qué no? Los expertos científicos encargados de asesorar a los funcionarios de salud que redactan las guías alimentarias 2025-2030 dijeron que los datos eran demasiado limitados para sacar conclusiones.
Esta es otra farsa más del HHS y USDA para no aceptar la realidad. Existe una abrumadora cantidad de investigaciones que sugiere que las dietas ricas en alimentos ultraprocesados son perjudiciales. Es cierto, estos estudios sólo demuestran asociación, no causalidad. Pero no uno, sino varios ensayos clínicos bien controlados, demuestran que los alimentos ultraprocesados inducen a las personas a consumir más calorías de las que consumirían de otra manera: 500 más en un ensayo y más de 800 en el segundo. Estas son diferencias enormes. Y sí, sería bueno saber exactamente por qué.
Y sería bueno conocer qué más necesitan saber. ¿No es esto suficiente para decirle a la gente que, si quieren mantener controlada la ingesta calórica, una buena manera de hacerlo sería limitar el consumo de alimentos ultraprocesados? Pero este comité ha preferido ignorar los ensayos clínicos y no hacer recomendaciones “basadas en la ciencia”. En nutrición, la mayor parte de la ciencia es observacional, razón por la cual los ensayos clínicos controlados, por cortos o largos que sean, son importantes.
Definitivamente, el comité necesita revisar estas dos omisiones. Si las directrices son no incluir recomendación para limitar la ingesta de alimentos ultraprocesados, entonces estarán ignorando los fundamentos de la ciencia y atrasando la puesta en marcha de políticas efectivas para ayudar a la población a reducir sus riesgos de enfermedades crónicas.
Todo el mundo subestima lo difícil que es realizar investigaciones sobre nutrición. Sólo piénsalo. No se puede encerrar a la gente durante décadas para estudiar lo que comen en condiciones controladas. Los estudios son necesariamente observacionales y no pueden probar la causalidad. Mientras dependamos de estos ensayos clínicos, será difícil llegar a conclusiones sólidas, dado el rigor científico y los estándares que mantiene el comité, para hacer recomendaciones basadas únicamente en la investigación que existe.
Me encanta el dilema en torno a las guías alimentarias. Son ejemplos infinitamente entretenidos de política alimentaria en acción.