Columnistas

La OTAN, un buen aliado para Panamá

Actualizado
  • 13/07/2024 00:00
Creado
  • 12/07/2024 12:58

En días pasados concluyó en la ciudad de Washington, D.C., la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para conmemorar el 75º aniversario de su fundación. Ha sido una cumbre marcada, como no podía ser menos, por la guerra de agresión que adelanta el régimen ruso contra Ucrania, y los retos de seguridad que enfrenta el mundo, cada vez más polarizado. En ese contexto, ha quedado claro que las verdaderas democracias occidentales, entre las que considero se encuentra Panamá, deben trabajar en fortalecer sus instituciones y capacidades para defender lo más preciado que todas ellas tienen: las libertades individuales de sus ciudadanos. Una mayor y mejor “seguridad democrática” es imperativa para todas ellas, incluida Panamá, si se quieren mantener fuera de las garras del totalitarismo promovido, en diversas formas, desde Rusia y China en una suerte de apuesta para establecer un “nuevo régimen mundial” donde sus regímenes y políticas autocráticas campen libremente.

Ante esta realidad, la OTAN es una organización fundamental que, por suerte, sigue evolucionando y ampliando sus capacidades, su alcance y sus relaciones transformando lo que fue una organización de la Guerra Fría en una alianza global de democracias. En ese sentido, es una organización internacional con la que amerita mantener buenas relaciones.

Con la visión de ampliar su alcance, la OTAN ha venido desarrollando diversos programas de cooperación dirigidos a la comunidad internacional, más allá de sus miembros, que, en mayor o menor medida, compartan valores e intereses políticos en torno a la defensa y promoción de la libertad y la democracia como base fundamental para las naciones. A través de sus programas (NATO Global Partners) para aliados no miembros de la OTAN (Non-NATO allies) tales como los partenariados para la paz (Partnerships for Peace), o los planes individuales de acción (Individual Partnerships Action Plans), la OTAN ha venido brindando cooperación técnica específica a países que no son miembros, - ni serán nunca miembros -, de la organización, en campos como la ciencia, el medio ambiente, los desastres naturales, la seguridad, el fortalecimiento institucional, el financiamiento para equipos, o la educación y formación; a naciones cuyos intereses políticos, económicos y de seguridad, como ya señalé anteriormente, se complementen.

Con todo esto presente, soy de los que cree que la política exterior, y de seguridad y defensa nacional de Panamá, deben dar nuevos pasos y considerar los beneficios que supondría para el país, establecer una relación bilateral con la OTAN en su conjunto, - como ya lo ha hecho Colombia y avanzan también Argentina y Brasil -, que brinde mayores capacidades y mejores relaciones a Panamá, en un momento de su historia que presenta riesgos potenciales y reales a su integridad territorial y marítima, incluyendo al área y la operación del canal interoceánico, que son palpables y más que evidentes. La posición geoestratégica de nuestro país, así como el alto valor que representa nuestra economía, para la región, el continente, e incluso la comunidad internacional en su conjunto, nos debería obligar a mirar más allá de nuestras fronteras, aceptando que, por pequeña que territorialmente sea Panamá, no escapa a la realidad de los retos del mundo que nos toca vivir.

Panamá está, con buen tino, demandando respeto a los diversos actores y líderes de la comunidad internacional, cansada ya de acciones y gestos inamistosos y discrimatorios contra sus intereses políticos y económicos. Una de las mejores formas de recuperar, de ganar, ese respeto que el país merece, pasa por elevar el nivel del diálogo y la interlocución con esos mismos actores para lo que Panamá debe abandonar la política exterior y de seguridad localista y limitada que han desplegado las últimas administraciones, sustituyéndola por una más globalista y ambiciosa que haga ver a la comunidad de naciones democráticas y de economías abiertas, que Panamá puede ser un aliado valioso, en pro de la seguridad y defensa colectiva del mundo libre y, por ende, de su propia seguridad y defensa.

En conclusión, trabajar por materializar un partenariado entre Panamá y la OTAN, buscando para ello el apoyo de aliados históricos del país, como Estados Unidos, y tantos otros miembros de la organización con los que Panamá mantiene relaciones bilaterales amplias y sólidas, sería una iniciativa efectiva, ambiciosa y de vanguardia que llevaría a nuestro país a posicionarse de forma más relevante, brindando con ello mayores niveles de seguridad para nuestra gente y nuestro territorio, sin que una iniciativa de esta envergadura, comprometa, en forma alguna, la neutralidad de las operaciones canaleras en atención al Tratado de Neutralidad, como tampoco el mandato constitucional que establece que Panamá no tendrá ejército. La integridad, la seguridad, el bienestar y la proyección internacional de nuestra nación merecen trabajar por iniciativas con este calado y alcance para mirar al futuro con mayor certeza y convicción.

El autor es excanciller de la República de Panamá