‘La mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo’
- 19/03/2025 00:00
- 18/03/2025 18:25
La caída del gobierno del portugués Luís Montenegro surge a raíz de que los medios revelaron la existencia de una empresa en manos de su esposa e hijos, fundada cuando estaba fuera de la política activa Han pasado algunos siglos desde que Julio César utilizaba esta frase, respondiendo así ante una posible infidelidad de su mujer Pompeya.
Con esa frase creó un postulado político que hasta el día de hoy sigue vigente y que se refiere a que se debe mantener la compostura respecto del cargo y la responsabilidad que se ostenta.
Sin embargo, pareciera que el primer ministro portugués, Luís Montenegro, nunca aprendió esa lección y por ello su gobierno, de apenas 11 meses, cae al perder la moción de confianza en una votación en el parlamento, y el país se encamina a elecciones anticipadas que se celebraran el 18 de mayo.
La caída del gobierno de Montenegro surge a raíz de que los medios de comunicación portugueses dieron a conocer la existencia de una empresa en manos de la esposa e hijos del primer ministro, que fue fundada cuando Montenegro estaba fuera de la política activa. Hasta acá, no hay novedad.
El tema es que se trataba de una inmobiliaria que tiene como cliente a la empresa Sol Verde, y esta le ha pagado a la empresa de Montenegro desde julio de 2021, €4.500 euros mensuales por representar a este grupo en las negociaciones con el Estado que resultaron en una prórroga del contrato de concesión de los casinos de Espinho y del Algarve.
Una vez que los medios dan a conocer esta información, la compañía pasó a estar únicamente en manos de los dos hijos de Montenegro, tras dos semanas de polémica.
El caso es que quizás el premier Montenegro no cometió ninguna falta, pero, definitivamente, el caso está muy encima de la línea ética, y el error que sí ha cometido es el pésimo manejo mediático que le dio al caso, pues en primer lugar trató de eludir el tema, luego intentó minimizar el hecho, y por último dio explicaciones muy frágiles, por partes, sin contundencia, las cuales terminaron generándole más desconfianza de la opinión pública.
En un país y tiempos normales, un primer ministro en estas circunstancias no solo dimite, sino que ni siquiera se debería volver a candidatizar para la próxima elección. Es claro que el señor Montenegro no tiene planes de abandonar el poder y se aferra a él desesperadamente.
Recuerde el caso de ex primer ministro Antonio Costa, quien renunció en noviembre de 2023 cuando el Ministerio Público lo señaló como uno de los investigados en un proceso que llevaba adelante. Caso que, por cierto, tres semanas después, la fiscalía dijo que no se trataba del primer ministro, que era de otra persona con el mismo nombre.
Sin embargo, Costa, de forma inmediata, renunció argumentando que: “La dignidad de las tareas de un primer ministro no son compatibles con ninguna sospecha sobre la integridad, el buen comportamiento y menos aún con cualquier tipo de acto delictivo”
Esa actitud de Antonio Costa es la de un hombre de Estado que entiende que, por encima de cualquier interés o apetencia personal, está el país y los ciudadanos que lo eligieron. Es claro que el Sr. Montenegro no escogió el mismo camino de su antecesor.
Ahora, su propio partido PSD (socialdemócrata) desde el punto de vista moral y ético se colocó en la actual situación al intentar hacer propuestas y contrapropuestas, al intentar negociar con la oposición formas de tratar el escándalo, con lo cual el propio partido se hizo más vulnerable y se ubicó en una posición para nada digna, y con ello también se arrastró el primer ministro.
Vivimos en una era y en una sociedad donde prima la imagen, donde cómo se proyecte el líder ante quienes tiene delante se convierte en una de las principales tarjetas de presentación, y los políticos lo saben.
Saben perfectamente que es una de sus grandes manos de cartas a jugar, y más en esta época donde lo que no sale en las pantallas no existe, pero, ojo, porque esto es un arma de doble filo, como le ha resultado al premier Montenegro, por el mal manejo del tema.
El debate ahora es si el primer ministro u otro funcionario electo pudiera o no tener una empresa o negocios a su nombre. Bueno, eso depende de la legislación de cada país, y en el caso portugués se le es permitido, pero es absolutamente obvio que lo que no puede haber es conflictos de intereses, o traspasar las líneas éticas, que ha sido este caso, pues la empresa que le pagó al premier tenía intereses en licencias que el ejecutivo tenía que resolver.
De nueva vuelta, la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo, es una lección que todo líder debería cumplir. Así de simple.
*El autor es consultor político
Han pasado algunos siglos desde que Julio César utilizaba esta frase, respondiendo así ante una posible infidelidad de su mujer Pompeya.
Con esa frase creó un postulado político que hasta el día de hoy sigue vigente y que se refiere a que se debe mantener la compostura respecto del cargo y la responsabilidad que se ostenta.
Sin embargo, pareciera que el primer ministro portugués, Luís Montenegro, nunca aprendió esa lección y por ello su gobierno, de apenas 11 meses, cae al perder la moción de confianza en una votación en el parlamento, y el país se encamina a elecciones anticipadas que se celebraran el 18 de mayo.
La caída del gobierno de Montenegro surge a raíz de que los medios de comunicación portugueses dieron a conocer la existencia de una empresa en manos de la esposa e hijos del primer ministro, que fue fundada cuando Montenegro estaba fuera de la política activa. Hasta acá, no hay novedad.
El tema es que se trataba de una inmobiliaria que tiene como cliente a la empresa Sol Verde, y esta le ha pagado a la empresa de Montenegro desde julio de 2021, €4.500 euros mensuales por representar a este grupo en las negociaciones con el Estado que resultaron en una prórroga del contrato de concesión de los casinos de Espinho y del Algarve.
Una vez que los medios dan a conocer esta información, la compañía pasó a estar únicamente en manos de los dos hijos de Montenegro, tras dos semanas de polémica.
El caso es que quizás el premier Montenegro no cometió ninguna falta, pero, definitivamente, el caso está muy encima de la línea ética, y el error que sí ha cometido es el pésimo manejo mediático que le dio al caso, pues en primer lugar trató de eludir el tema, luego intentó minimizar el hecho, y por último dio explicaciones muy frágiles, por partes, sin contundencia, las cuales terminaron generándole más desconfianza de la opinión pública.
En un país y tiempos normales, un primer ministro en estas circunstancias no solo dimite, sino que ni siquiera se debería volver a candidatizar para la próxima elección. Es claro que el señor Montenegro no tiene planes de abandonar el poder y se aferra a él desesperadamente.
Recuerde el caso de ex primer ministro Antonio Costa, quien renunció en noviembre de 2023 cuando el Ministerio Público lo señaló como uno de los investigados en un proceso que llevaba adelante. Caso que, por cierto, tres semanas después, la fiscalía dijo que no se trataba del primer ministro, que era de otra persona con el mismo nombre.
Sin embargo, Costa, de forma inmediata, renunció argumentando que: “La dignidad de las tareas de un primer ministro no son compatibles con ninguna sospecha sobre la integridad, el buen comportamiento y menos aún con cualquier tipo de acto delictivo”
Esa actitud de Antonio Costa es la de un hombre de Estado que entiende que, por encima de cualquier interés o apetencia personal, está el país y los ciudadanos que lo eligieron. Es claro que el Sr. Montenegro no escogió el mismo camino de su antecesor.
Ahora, su propio partido PSD (socialdemócrata) desde el punto de vista moral y ético se colocó en la actual situación al intentar hacer propuestas y contrapropuestas, al intentar negociar con la oposición formas de tratar el escándalo, con lo cual el propio partido se hizo más vulnerable y se ubicó en una posición para nada digna, y con ello también se arrastró el primer ministro.
Vivimos en una era y en una sociedad donde prima la imagen, donde cómo se proyecte el líder ante quienes tiene delante se convierte en una de las principales tarjetas de presentación, y los políticos lo saben.
Saben perfectamente que es una de sus grandes manos de cartas a jugar, y más en esta época donde lo que no sale en las pantallas no existe, pero, ojo, porque esto es un arma de doble filo, como le ha resultado al premier Montenegro, por el mal manejo del tema.
El debate ahora es si el primer ministro u otro funcionario electo pudiera o no tener una empresa o negocios a su nombre. Bueno, eso depende de la legislación de cada país, y en el caso portugués se le es permitido, pero es absolutamente obvio que lo que no puede haber es conflictos de intereses, o traspasar las líneas éticas, que ha sido este caso, pues la empresa que le pagó al premier tenía intereses en licencias que el ejecutivo tenía que resolver.
De nueva vuelta, la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo, es una lección que todo líder debería cumplir. Así de simple.