Columnistas

La libre expresión y el mercado de información

Actualizado
  • 29/07/2024 00:00
Creado
  • 27/07/2024 12:19

Tanto a nivel internacional como local, los más importantes medios de comunicación social están dominados por un pequeño número de empresas, las cuales ejercen un poder considerable sobre la circulación de la información y las ideas

En su reciente libro, titulado The Road to Freedom (2024), Joseph E. Stiglitz, llama la atención sobre una falsa forma de entender la circulación de la información y las ideas. Según esta, las diversas ideas pueden, emulando un libre mercado, circular con plena libertad, en condiciones que la competencia entre las mismas asegura que solo las mejores sobrevivirán. Como señala este autor: “esta consideración se basa en metáforas equivocadas y análisis mal entendidos”.

Es claro que el supuesto de libre entrada y salida del mercado, supuesto necesario para la existencia de los mercados de competencia perfecta, simplemente no existe, como en muchos otros casos, en los actuales mercados de las ideas y la información. Tanto a nivel internacional como local, los más importantes medios de comunicación social están dominados por un pequeño número de empresas, las cuales ejercen un poder considerable sobre la circulación de la información y las ideas. De hecho, existen barreras a la entrada de determinadas ideas e informaciones en un espacio donde no existe, como lo demanda la visión del mercado de competencia perfecta, un gran número de oferentes, en el cual ninguno de estos puede determinar los resultados del mismo.

En realidad, las barreras a la entrada juegan en un doble sentido. En primer lugar, los costos financieros y la posición de mercado consolidado por los negocios informativos, obviamente dificultan el ingreso de quienes carecen de los recursos necesarios, que desde luego son los sectores sociales más vulnerables y críticos de la sociedad.

En segundo lugar, esta barrera se expresa en el hecho de que no se puede esperar que los grandes medios de comunicación, como son las televisoras y los periódicos, den la misma oportunidad a la presentación de las consideraciones e ideas de los diversos sectores sociales. Estos, sin lugar a duda, tienen una línea editorial inclinada hacia los intereses económicos y políticos de los sectores económicamente dominantes que los poseen. Un ejemplo local de esta situación se puede observar en la posición del diario La Prensa en relación con los problemas del programa de invalidez, vejez y muerte, la que únicamente presenta y promociona la visión del Conep.

Es importante destacar, que en las condiciones antes señaladas, los grandes medios de comunicación, incluyendo los que operan por medio del Internet, poseen un enorme poder, el cual ha sido utilizado tanto para explotar a los consumidores, como para inclinar las preferencias políticas de las personas hacia determinados resultados.

Por ejemplo, el manejo de la información específica sobre las personas, le permite a las grandes plataformas de información, personalizar la propaganda política con la finalidad de sesgar la dirección del voto. Lucas Malaspina, en su artículo Apuntes Sobre Sesgo Ideológico de los motores de búsqueda (2018), afirma que en algunos grupos demográficos hasta el 80.0% de los electores pueden llegar a cambiar sus preferencias electorales, con base en los resultados que ofrece Google.

Al Gore en su excelente libro The Assault on Reason (2007), destaca que una buena parte de la propaganda política se realiza en una forma que no apunta hacia la parte racional del cerebro, sino hacia la emotiva. De hecho, el desarrollo de la llamada Economía del Comportamiento, que ha verificado las fallas del supuesto de consumidores o electores que actúan en términos del agente puramente racional, ha demostrado cómo las personas en la práctica se alejan de ese supuesto de la competencia perfecta. Por ejemplo, hoy, como lo ha evidenciado David Kahneman, en su libro Thinking Fast and Slow (2011), el simple hecho de encuadrar un hecho de una manera u otra, puede determinar la manera en que el mismo se interpreta.

Lo que ocurre en el campo de la economía es similar, aquí el poder de los medios, sobre todo de las grandes plataformas de internet que poseen una inmensa cantidad de información de sus usuarios, son capaces de manipular las acciones de los consumidores, con lo que se logran sobreganancias en las ventas, las cuales en gran medida son apropiadas por dichas plataformas.

Los medios de comunicación y sus dueños, como afirma Stiglitz en la obra antes citadas, son capaces de generar meta-narrativas, no necesariamente basadas en toda la verdad, que dan forma a la posición de muchas personas. Esto es claro en la insistencia no crítica de los medios sobre la minería en Panamá. Esta se basa en una defensa de la importancia de la misma, que ex profeso, excluye los impactos ambientales, los costos de la morbilidad y la mortalidad, la pérdida de soberanía nacional y la necesaria diferencia entre el PIB y el producto nacional, que mide con certeza la parte de los ingresos que quedan en el país.

A final de cuentas una libertad de las ideas y de expresión limitada y maltrecha.

El autor es economista