Columnistas

La leyenda del ‘Flaco bala’

Actualizado
  • 22/07/2024 00:00
Creado
  • 20/07/2024 11:51

Para los demás mortales que presenciaban el partido, todo era jolgorio, gritos, baños de [...] Para nosotros tres, será el partido que no olvidaremos jamás mientras vivamos: fue el día en que el “Flaco Bala”, [...] trascendió los umbrales de la muerte, para venir a darle el triunfo y el campeonato a su equipo de siempre: Los Santos

En estos tiempos en que el mundo ha pasado a ser una aldea tecnificada por las comunicaciones satelitales e interconectada por las redes sociales, cuesta dar crédito al suceso que voy a referir. No obstante, motivado por la seriedad y vehemencia con que me fue narrado, he decidido servirles de interlocutor.

En mi reciente periplo por las islas que componen el Archipiélago de Bocas del Toro, logré conversar, entre humo de cigarros y tragos de café, con unos cuantos jugadores del equipo de béisbol mayor de esa provincia y, al igual que sé que ocurrirá con ustedes, me quedé mudo y perplejo por el asombro al escuchar las aseveraciones que me hacían aquellos tres deportistas, (cuyos nombres omito a ruego suyo y haciendo honor al pacto de confidencialidad que hice, a mano chocada, con ellos).

Sucedió que, en aquel séptimo y último partido disputado en el Estadio Nacional Rod Carew de la Ciudad de Panamá, entre Bocas del Toro y Los Santos, en el noveno episodio, cuando las bases se hallaban repletas de bocatoreños; algo insólito los dejó impávidos por el asombro, el miedo y la sorpresa. El césped lucía hermoso, cual alfombra impermeable de color verduzco oscuro. Al tiempo que el murmullo de una heladora brisa invadíala caseta del equipo de Los Santos, que estaba en el terreno de juego; una sensación similar se apoderó del bateador en turno, del receptor santeño y del árbitro del partido. Era un frío raro que penetraba hasta los huesos, de esos fríos que erizan todos y cada uno de los vellos del cuerpo y que le anuncian al ser humano que algo sobrenatural está ocurriendo. Cuando están por suceder esas cosas que los humanos no somos capaces de ver, pero que, según dicen los viejos, si ven los perros; por estar dotados de facultades paranormales sobre las que no viene al caso ponerse a discurrir ahora. Y es que, al tiempo que el bateador sintió aquel frío penetrante que le llegaba a los tuétanos, volteó sus ojos hacia la caseta del equipo santeño, sólo para contemplar una escena que no olvidará por el resto de sus días: vio cómo la silueta transparente de un hombre alto, delgado, con el uniforme naranja y negro salía caminando pausadamente hasta llegar al montículo de lanzar. Al principio, dudó sobre quién pudiera ser aquel extraño pelotero; pero, cuando este le dio la espalda al “home” para tomar el acostumbrado y riguroso puñado de arenilla con su mano derecha, sus dudas se disiparon: aquella camisa naranja translúcida dejaba entrever de quién se trataba, era el jugador número 12 del equipo de Los Santos, quien venía a lanzarle a los últimos tres bateadores del equipo de Bocas del Toro.

- ¿Quién es ese que se metió a lanzar sin permiso del árbitro?, preguntó, lleno de curiosidad. Pero, la hosca mirada del árbitro y del receptor, de esas miradas que catalogan a uno de desquiciado, sin decirle una palabra; le hizo entender que los demás no estaban viendo lo mismo que él. Y por ello, tomó la decisión de batear callado. - No le miento,- afirmaba, mientras repelaba sus ojos, - era el mismísimo “Flaco Bala” quien había venido a lanzarnos ese “tenedor” que nadie más ha logrado tirar como él. Los demás: el receptor, el árbitro, el resto de los jugadores y el público no lograban verlo; pero yo sí, - decía frenéticamente, casi gritando, como si lo que contaba acabara de suceder -.

- Ese mismito era- decía eufórico el otro pelotero. - Aunque nadie nos quiera creer y digan que los tres estamos locos; el que nos lanzó a nosotros y sacó los últimos tres out no fue el lanzador que todos los demás veían, era el “Flaco Bala”. -

- Si usted va a divulgar esto, no diga nuestros nombres, por favor. Porque ya bastante nos han tratado como locos, que tenemos miedo de que nos internen en un sanatorio para desquiciados, - sostenía el otro pelotero bocatoreño. - Cuando sacó el último out, se persignó como siempre lo hacía, se quitó la gorra, sonrió, saludó al público, como si todos los vieran y, con estos ojos que un día se ha de comer la tierra, lo vi, paso entre paso, regresar a la caseta del equipo de Los Santos, donde lo perdí de vista.

“Para los demás mortales que presenciaban el partido, todo era jolgorio, gritos, baños de cerveza y champaña, fuegos artificiales, lágrimas de alegría y de tristeza. Para nosotros tres, será el partido que no olvidaremos jamás mientras vivamos: fue el día en que el “Flaco Bala”, a quien lloramos y enterramos en mitad del campeonato, trascendió los umbrales de la muerte, para venir a darle el triunfo y el campeonato a su equipo de siempre: Los Santos”.

NOTA: esta ficción fue escrita por el Prof. Eráclides Amaya Sáenz, amigo del “Flaco Bala”, con el mayor respeto y admiración y con la única finalidad de perpetuar en la memoria de todos los panameños el recuerdo de un hombre de actitud heroica hasta el último instante de su vida.

El autor es profesor de español