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La lectora del supermercado

Actualizado
  • 02/09/2024 00:00
Creado
  • 31/08/2024 14:04

La lectura es fundamental no solo para tener acceso a textos de diferentes contenidos, sino para enriquecer nuestro vocabulario y poder expresarnos con coherencia y fluidez, faena que pareciera ser cada vez más difícil para muchas personas [...]

A la salida de un supermercado, que tiene una pequeña y poco surtida librería, han colocado una pequeña banca para quienes necesitan sentarse y allí estaba una señora inmersa en la lectura de un libro. Como necesitaba hacer uso de la banca, saludé y le pregunté si podía sentarme a su lado y con mucha amabilidad me saludó y asintió con una sonrisa.

Eso me animó a preguntarle qué leía. Me explicó que los libros eran tan caros que no podía comprarlos, por lo que varias veces a la semana ella llegaba, escogía un libro y se sentaba a leerlo y al terminar, con mucha discreción, lo devolvía al lugar de donde lo había tomado.

Me conmovió el relato que sin ningún alarde me compartió y horas más tarde todavía llevaba en mi cabeza sus palabras, porque a pesar de que hay muchos que repiten que en Panamá no nos gusta leer, me reiteró la creencia de que muchísimas personas no leen por dos razones fundamentales: nunca adquirieron el gusto por la lectura o por la dificultad de disponer de recursos para acceder a libros.

Leer es uno de los conocimientos humanos esenciales para aprender y para orientarnos en el mundo del conocimiento, de adquirir toda la información imprescindible para vivir en el mundo. Junto con la escritura nos permite el acceso y la transmisión del saber acumulado a través de miles de años en la ciencia, la filosofía, la historia y la literatura. Lo que pensaron y dijeron sabios y poetas hace miles de años no se circunscribe solo a nuestra cultura, sino también a otras que dejaron escritos para la posteridad, sin siquiera pensar que siglos después podríamos leerlos.

La lectura es fundamental no solo para tener acceso a textos de diferentes contenidos, sino para enriquecer nuestro vocabulario y poder expresarnos con coherencia y fluidez, faena que pareciera ser cada vez más difícil para muchas personas, que no solo no pueden expresar lo que piensan o quieren, sino que tampoco comprenden lo que otros dicen.

Pedir una opinión, solicitar una dirección o instrucciones puede ser una experiencia sobrecogedora y, más grave aún, si se solicita una opinión sobre cualquier tema de actualidad. Hoy en el mundo digital vemos surgir discusiones estériles en las redes sociales por malentendidos que nacen de la falta de vocabulario o la falta de comprensión del que escucha o lee.

Mas quien adquiere el gusto de la lectura puede adentrarse en otros mundos, conocer otras costumbres y la vida de personajes reales o imaginarios que pueden hacer volar nuestra imaginación. Jamás se sentirán aburridos, aislados o privados ante la belleza de la narrativa como de la música o de la poesía de cualquier tiempo y lugar.

Ciertamente, la compra de libros se ha limitado por muchas razones como el costo del papel y de la impresión, pero también el abuso de editoriales y librerías que añaden y exigen porcentajes casi de usura al precio de venta. Cada año los padres sufren con la suma de los textos escolares, que no escapan de este abuso.

Los autores nacionales, quienes la mayoría de las veces deben sufragar los costos de la impresión de sus obras, deben además colocarlos en librerías y farmacias que imponen comisiones de hasta el 40 por ciento por cada ejemplar vendido y esperar meses para que les paguen los libros vendidos. Lo que significa que en Panamá no se puede vivir del oficio de escritor.

La Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero es la encargada de preservar la mejor hemeroteca del país y mantiene una colección de autores nacionales de imprescindible lectura, ya no cuenta con espacio para más libros impresos; en tanto, la Biblioteca Roberto F. Chiari custodia la invaluable colección de documentos relacionados con la construcción y manejo del Canal, así como de periódicos panameños y estadounidenses desde el siglo XIX en microfilme, sorprenden por su calidad y pluralidad. Los centros educativos no tienen ni siquiera pequeñas bibliotecas ni promueven la lectura de clásicos de literatura ni de poesía y llegan hasta a recomendar libros de auto ayuda y motivacionales capaces de desalentar hasta al más interesado lector.

Aunque ya pocas cosas me sorprenden, pero saber que la Biblioteca Nacional contaba en 1997 con sesenta bibliotecas públicas en todo el país y un presupuesto de tres millones de balboas y hoy se ha visto reducida a 34 bibliotecas y su presupuesto es de 900 mil balboas; es una verdadera vergüenza en un país donde se derrochó en los carnavales de 2023 1,6 millones y ese mismo año en el desfile navideño un monto de 5,6 millones de balboas.

Este es el momento de que el ministerio de Educación y el de Cultura formen una comisión para poner al día la lista de libros recomendados para el pénsum escolar y ubicar en las escuelas una pequeña biblioteca con esta oferta editorial y de obras literarias que incluyan clásicos en lengua castellana y las traducciones de poetas y novelistas extranjeros.

Ojalá, alcaldes y representantes de corregimientos, entre las muchas tareas urgentes que deben enfrentar después del abandono y rapiña de muchos de los funcionarios que los precedieron, puedan hacer suyo el lema: “Saber leer para poder aprender” y que no haya que ir a leer casi a escondidas en una banca del supermercado.

La autora es exdiputada de la república