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La hora del Bravo Pueblo

Actualizado
  • 10/07/2024 23:00
Creado
  • 10/07/2024 13:04

Con presión de un pueblo en las calles que se ha expresado de todas las formas pacíficas imaginables, el gobierno venezolano convocó a elecciones para el próximo domingo 28 de julio

Recientemente, ponderé que Panamá celebró su séptimo proceso electoral bajo un sistema democrático que, aunque perfectible, en muchos aspectos es ejemplo para nuestra región.

Uno de los principios que, sin dudas, ha fortalecido nuestro sistema es el de la alternabilidad en el poder. Principio – básico de la democracia – que fija la posibilidad real de que los gobernantes sean relevados periódicamente mediante un sistema electoral transparente, para que ninguna persona o partido se perpetúe en el poder.

Este no es el caso de Venezuela que, aunque en ocasiones miremos hacia otro lado, lleva ya más de 10 años bajo el gobierno de Nicolás Maduro y más de 25 años del régimen que representa.

Con presión de un pueblo en las calles que se ha expresado de todas las formas pacíficas imaginables, el gobierno venezolano convocó a elecciones para el próximo domingo 28 de julio. Una vez más, el pueblo apuesta a una salida democrática a la grave crisis que enfrenta y quiere que de las urnas salga – al menos, en principio – la solución a sus problemas.

No puede perderse de vista que en el camino a las elecciones se firmó el Acuerdo de Barbados, entre el gobierno y líderes de la oposición, que fija una hoja de ruta para “la promoción de los derechos políticos y garantías electorales para todos los venezolanos”, con el acompañamiento de siete países, entre ellos Noruega, Colombia, México y Estados Unidos.

No mucho duró el buen ambiente, cuando entre muchas libertades recortadas que viven los venezolanos, a pesar de haber ganado abrumadoramente – o tal vez por eso – por ruta de la Contraloría General de la República y el Tribunal Supremo de Justicia inhabilitaron a María Corina Machado como candidata a la presidencia.

Así se aproximan las “elecciones” en Venezuela, con temor en las calles que sean canceladas; que se cometa otro exabrupto y se impida la candidatura de Edmundo González Urrutia, quien representa a la oposición; que se intente un fraude o manipulación electoral o que se irrespete la legitimidad de los resultados.

Es aquí donde Panamá tiene un rol fundamental que desempeñar, por múltiples razones, veamos algunas de ellas:

Siempre es bueno recordar lo que consigna la Carta Democrática Interamericana: “Los pueblos de América tienen el derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”.

La reciente elección le otorga al gobierno panameño una alta legitimidad para liderar a los países de la región en la defensa de la democracia.

La catastrófica e inhumana situación que se vive en el Darién donde miles de migrantes, diariamente, atraviesan rutas irregulares en la selva, siendo la mayoría venezolanos que abandonan su país porque no soportan más la realidad.

El descontrolado avance del crimen organizado regional, del cual Panamá no escapa, tan es así que la recién pasada cumbre del Mercosur declaró el combate al crimen transnacional en el centro de sus preocupaciones.

También, porque en alguna medida – esto lo he señalado varias veces -, Panamá tiene una deuda cívica con Venezuela que en la parte final de la lucha por la democracia supo estar al lado de los panameños y desempeñó su rol internacionalmente para exigir al régimen de Noriega el respeto de los resultados de las elecciones de 1989.

Panamá debe estar a la altura del momento definitorio e histórico que vivirá Venezuela en las próximas semanas.

Finalmente, anticipando los acontecimientos la Red Latinoamericana y del Caribe para la democracia (Redlad) y la organización Mujer y Ciudadanía realizan en Panamá el evento “Todos somos Venezuela: La ruta por el rescate democrático en las elecciones del 28J” que concluirá con una declaración para promover el apoyo eficaz de actores claves de la comunidad internacional en el proceso de recuperación de la democracia venezolana.

Una América Latina coordinada en objetivos globales tiene enormes posibilidades, requiere gobiernos legítimos electoral y democráticamente. También en Venezuela.

El autor es abogado