Habemus presidente
- 06/10/2024 00:00
- 05/10/2024 23:09
Estoy seguro de que Mulino estaba listo para gobernar este país mucho antes de ganar las elecciones. En este corto tiempo se ha atrevido a señalar cosas y resolver problemas que otros ni siquiera intentaron en sus cinco años... Un cambio profundo configura la política de la administración del presidente José Raúl Mulino. Desde hace un buen tiempo, no veíamos un presidente en acción, lo que preocupaba por la falta de liderazgo y el debilitamiento institucional que producían.
Imaginamos que cuando Mulino pensó alguna vez en rescatar al país del fondo donde lo habían dejado, lo primero que le vino a la mente fue poner la casa en orden; con lo cual, ahora se entiende la razón que su primer mensaje, tras ganar las elecciones, fuera que su gobierno sería pro empresa y de centro derecha.
Igual y en concordancia con lo anterior, en su primer Consejo de Gabinete dio traste con el secretismo y anunció que las actas serían de carácter público; formalizó la Secretaría Nacional del Ferrocarril para concretar su ambicioso tren Panamá-David; y estableció el programa “Primer Empleo” para disminuir el desempleo en jóvenes de 17-24 años. Algo muy distinto a los decretos populistas de Varela y Cortizo de regular precios de la canasta básica y eliminar la Autoridad Panameña de Seguridad de Alimentos (Aupsa), y que a la luz de lo transcurrido desde entonces develan el deterioro en que estaban ambas administraciones.
En sus discursos y entrevistas, Mulino ha trasmitido de forma elocuente su preocupación sobre las finanzas públicas y las listas discriminatorias.
En reunión con Suntracs demostró maestría en el manejo de situaciones difíciles, al establecer reglas claras y advertir que, si vuelven y cierran calles, las cuentas bancarias vuelven y se cierran nuevamente. Al designar a Dino Mon para la Caja de Seguro Social, ejecutó una jugada de enroque al decidir su hoja de ruta y definir cómo resolverá los temas actuarial y administrativo de dicha institución.
En materia de migración, su estrategia de cerrar la frontera ha disminuido parcialmente el tránsito de ilegales desde Colombia. Las reuniones con altos mandos militares estadounidenses y su llamada telefónica con el presidente Biden permitió precisar las bases para una política migratoria coherente y devolver tranquilidad al Darién y a toda la región.
En la esfera geopolítica, Mulino ha sabido aprovechar sus viajes al extranjero. En Paraguay, aseguró una silla en el Mercosur mientras anunciaba una tercera pista para Tocumen y un plan millonario de inversiones para mejorar la capacidad portuaria y logística del país. En República Dominicana, fue protagonista al liderar la moción para buscar salidas a la crisis política venezolana. En Nueva York, tanto en sus mensajes como discursos en el Consejo de las Américas, la Cumbre del Futuro y la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente fue categórico al anunciar medidas de retorsión contra los países que discriminan a Panamá, al tiempo que compartía su visión con respecto a la salud, la educación y el bienestar de los pueblos del mundo. Y por supuesto muy oportunas sus reuniones bilaterales con los presidentes Petro, Zelenski y Biden, entre otros.
Falta aún por decidir el giro que tomará con respecto a las relaciones con China, sin que perturben los vínculos que ha construido con Estados Unidos. En ese sentido, su próximo gran desafío será cuando ingresemos al Consejo de Seguridad de la ONU y desde allí se puedan promover temas globales mediante el uso de la diplomacia, un área donde Mulino ha demostrado no ser segundo de nadie.
En estos casi cien días de gobierno, el presidente ha mostrado carácter, inteligencia y disciplina. Su ritmo de trabajo luce vertiginoso, y su equipo de ministros y asesores parece estar trepado sobre el riel. Entiende que, para garantizar la gobernabilidad de los próximos cinco años, es vital hacer las cosas bien en San Felipe, sin descuidar lo que acontece en la 5 de Mayo, donde las conductas y mañas de vieja data aún permanecen.
Sin duda, Mulino goza de un buen nivel de aceptación. Las conferencias de prensa semanales han ayudado a que el presidente luzca como un mandatario, en pleno conocimiento de los detalles y caminando con paso firme. Por supuesto que ha recibido críticas por ciertas designaciones administrativas y algunos nombramientos diplomáticos, pero en ambos casos ha sabido sortearlas y no han llegado a más. Es evidente que tiene el pie en el acelerador y manifiesta buena disposición para atender los temas importantes, aunque falta todavía por ver algunos trascendentales como la apertura de la mina, el diseño del embalse en río Indio y el enfoque que tendrán las reformas constitucionales.
Estoy seguro de que Mulino estaba listo para gobernar este país mucho antes de ganar las elecciones. En este corto tiempo se ha atrevido a señalar cosas y resolver problemas que otros ni siquiera intentaron en sus cinco años. Habría que esperar hasta el próximo mes de julio, cuando toque regresar al hipódromo para el Clásico Presidente, y ver si el pueblo le sigue dando buenas calificaciones. Porque al final, nos guste o no, serán los aplausos o las silbatinas las que nos digan si Mulino es Mulino o qué.
Un cambio profundo configura la política de la administración del presidente José Raúl Mulino. Desde hace un buen tiempo, no veíamos un presidente en acción, lo que preocupaba por la falta de liderazgo y el debilitamiento institucional que producían.
Imaginamos que cuando Mulino pensó alguna vez en rescatar al país del fondo donde lo habían dejado, lo primero que le vino a la mente fue poner la casa en orden; con lo cual, ahora se entiende la razón que su primer mensaje, tras ganar las elecciones, fuera que su gobierno sería pro empresa y de centro derecha.
Igual y en concordancia con lo anterior, en su primer Consejo de Gabinete dio traste con el secretismo y anunció que las actas serían de carácter público; formalizó la Secretaría Nacional del Ferrocarril para concretar su ambicioso tren Panamá-David; y estableció el programa “Primer Empleo” para disminuir el desempleo en jóvenes de 17-24 años. Algo muy distinto a los decretos populistas de Varela y Cortizo de regular precios de la canasta básica y eliminar la Autoridad Panameña de Seguridad de Alimentos (Aupsa), y que a la luz de lo transcurrido desde entonces develan el deterioro en que estaban ambas administraciones.
En sus discursos y entrevistas, Mulino ha trasmitido de forma elocuente su preocupación sobre las finanzas públicas y las listas discriminatorias.
En reunión con Suntracs demostró maestría en el manejo de situaciones difíciles, al establecer reglas claras y advertir que, si vuelven y cierran calles, las cuentas bancarias vuelven y se cierran nuevamente. Al designar a Dino Mon para la Caja de Seguro Social, ejecutó una jugada de enroque al decidir su hoja de ruta y definir cómo resolverá los temas actuarial y administrativo de dicha institución.
En materia de migración, su estrategia de cerrar la frontera ha disminuido parcialmente el tránsito de ilegales desde Colombia. Las reuniones con altos mandos militares estadounidenses y su llamada telefónica con el presidente Biden permitió precisar las bases para una política migratoria coherente y devolver tranquilidad al Darién y a toda la región.
En la esfera geopolítica, Mulino ha sabido aprovechar sus viajes al extranjero. En Paraguay, aseguró una silla en el Mercosur mientras anunciaba una tercera pista para Tocumen y un plan millonario de inversiones para mejorar la capacidad portuaria y logística del país. En República Dominicana, fue protagonista al liderar la moción para buscar salidas a la crisis política venezolana. En Nueva York, tanto en sus mensajes como discursos en el Consejo de las Américas, la Cumbre del Futuro y la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente fue categórico al anunciar medidas de retorsión contra los países que discriminan a Panamá, al tiempo que compartía su visión con respecto a la salud, la educación y el bienestar de los pueblos del mundo. Y por supuesto muy oportunas sus reuniones bilaterales con los presidentes Petro, Zelenski y Biden, entre otros.
Falta aún por decidir el giro que tomará con respecto a las relaciones con China, sin que perturben los vínculos que ha construido con Estados Unidos. En ese sentido, su próximo gran desafío será cuando ingresemos al Consejo de Seguridad de la ONU y desde allí se puedan promover temas globales mediante el uso de la diplomacia, un área donde Mulino ha demostrado no ser segundo de nadie.
En estos casi cien días de gobierno, el presidente ha mostrado carácter, inteligencia y disciplina. Su ritmo de trabajo luce vertiginoso, y su equipo de ministros y asesores parece estar trepado sobre el riel. Entiende que, para garantizar la gobernabilidad de los próximos cinco años, es vital hacer las cosas bien en San Felipe, sin descuidar lo que acontece en la 5 de Mayo, donde las conductas y mañas de vieja data aún permanecen.
Sin duda, Mulino goza de un buen nivel de aceptación. Las conferencias de prensa semanales han ayudado a que el presidente luzca como un mandatario, en pleno conocimiento de los detalles y caminando con paso firme. Por supuesto que ha recibido críticas por ciertas designaciones administrativas y algunos nombramientos diplomáticos, pero en ambos casos ha sabido sortearlas y no han llegado a más. Es evidente que tiene el pie en el acelerador y manifiesta buena disposición para atender los temas importantes, aunque falta todavía por ver algunos trascendentales como la apertura de la mina, el diseño del embalse en río Indio y el enfoque que tendrán las reformas constitucionales.
Estoy seguro de que Mulino estaba listo para gobernar este país mucho antes de ganar las elecciones. En este corto tiempo se ha atrevido a señalar cosas y resolver problemas que otros ni siquiera intentaron en sus cinco años. Habría que esperar hasta el próximo mes de julio, cuando toque regresar al hipódromo para el Clásico Presidente, y ver si el pueblo le sigue dando buenas calificaciones. Porque al final, nos guste o no, serán los aplausos o las silbatinas las que nos digan si Mulino es Mulino o qué.