¿Gobierno trumpulino: ¿fascista o cipayo?
- 22/04/2025 00:00
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, se define al fascismo como “Movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista” (RAE, 2024). Como términos afines o similares incluye a: autoritarismo, totalitarismo, dictadura. Omito el rosario de definiciones que provienen de múltiples estudiosos de la cuestión política que se asoman a elucubrar sobre este tema, no por descalificación o cosa parecida, sino porque ninguna deja por fuera los rasgos que la RAE incluye, a saber, el carácter totalitario -por ende antidemocrático- el rasgo corporativista -por ende, pro gran empresa capitalista- y un rasgo que aquí será definitorio para encuadrar el proceder de los gobernantes que hacemos alusión aquí, a saber, el rabioso énfasis del nacionalismo como práctica geopolítica y geoeconómica.
En efecto, no cabe pensar en un movimiento político-social fascista que no actúe de acuerdo con máximas que reivindican una determinada nación que excluye a otras. En el caso del movimiento liderado por el presidente de Estados Unidos, se reduce el disfrute de los bienes de la sociedad a la nación que solamente incluye a blancos de estratos medios y altos, con tradición eurocéntrica occidental. Evidentemente, este “nacionalismo” conlleva una visión y práctica racista, por cuanto fomenta la existencia de una sociedad jerarquizada en la que los blancos ricos -y otros blancos que se sienten ricos o aspiran serlo- están “por encima” de los NO blancos, pobres o de estratos medios y altos -que no son parte de las élites- en su gran mayoría provenientes de las naciones indígenas, asiáticas y afrodescendientes locales o externas a los EUA de los siglos XX y XXI.
Esta jerarquización social es la conformación de base del gobierno trumpista y, por lo tanto, a quienes este presidente se debe. Dicha jerarquización, tal gobierno, la trata de mantener en el plano económico a partir de una estrategia que habla de la revitalización de la doctrina Monroe, traducida al “EUA para los estadounidenses”. He aquí más claramente el rasgo de exaltación nacionalista propio de un movimiento fascista.
Es en este sentido que Trump y su círculo dominante han planteado una estrategia de socavar las condiciones de producción y circulación de las mercancías producidas por sus propias empresas que emigraron hacia el sur global -particularmente Asia y América Latina- generándoles superlativas ganancias. Lo cierto es que su estrategia “proteccionista” no tiene visos de fructificar por cuanto la diferencia de costos entre producir en EUA y hacerlo en el sur global es abismal, que no habrá forma materialmente factible de hacer que vuelvan para revivir la “época de oro” del Estado norteamericano industrializado.
Fíjense no más que, en plena Semana Santa, la General Motors (GM), el gigante automotriz de EUA, ya anunció que apuesta por el mercado global que le generó 32 mil millones de dólares el año pasado, no por el mercado nacional de este país, lo cual significa la pérdida de 14 mil empleos locales y el cierre de cinco plantas de su producción (https://mail.google.com/18/04/2025). Contrario a la estrategia de Trump, la GM ya informó que invertirá cinco mil millones de dólares en México, nada más y nada menos que allí donde su gobernante no se ha sometido a la política proteccionista trumpista.
En síntesis, la “estrategia fascista” del bloque social soberanista o conservador liderado por Trump está dirigida al fracaso. No obstante, parte de su fracaso lo pretenden compensar en dos frentes: por un lado, el abandono de la subsidiaridad del Estado -desfinanciar servicios públicos como el seguro social o el “Medicare” y hasta las universidades públicas- por otro lado, el de la expoliación de los recursos de su “patio trasero”, particularmente en los territorios gobernados por grupos cipayos.
He aquí donde aterrizan nuestras autoridades gubernamentales. Ante la pregunta, ¿Es el grupo gobernante de Panamá fascista? Siguiendo la definición inicial, es totalitario. Desde finales del año pasado, las autoridades gubernamentales vienen cerrando sistemáticamente la participación política de las fuerzas que originalmente les eran opuestas y amedrentando a las que aún son contestatarias. Es proclive al corporativismo patronal, en tanto que todas, absolutamente todas las medidas del Estado tienen como benefactor al gran empresariado privado del bloque de poder rentista de Panamá y del capital monopolista y transnacional mayoritariamente de origen estadounidense. La Ley 462 que modifica el régimen de pensiones es expresión de esta proclividad. Sin embargo, el gobierno vigente, igual que todos (¡todos!) los que han administrado la cosa pública desde 1990, no tienen pisca de proteccionista del Estado-polinacional panameño. No hay exaltación nacionalista alguna en los hechos.
El problema es que, sin ser categóricamente fascista, está sometido a la política fascista de Trump, al perder su personalidad como tal, termina siendo una especie de trumpulino y con esto, arrastrando a nuestro país al fracaso de la estrategia geopolítica y geoeconómica fascista norteamericana.
Ante esta negación de la soberanía y reedición del sistema colonial fomentada por el gobierno trumpulino, se plantean movimientos sociales históricos que darán de qué hablar en los próximos meses... Donde el mundo nos mira.