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Género y ciencia en los albores del siglo XX latinoamericano

Actualizado
  • 10/08/2024 00:00
Creado
  • 09/08/2024 13:50

Es probable que los plenipotenciarios diplomáticos al Cuarto Congreso Científico Latinoamericano de 1908 (o Primer Congreso Científico Panamericano) fuesen los primeros en impulsar una presencia científica femenina en el cónclave que congregó a veinte países del continente aquel año, en Santiago de Chile. Según el guatemalteco Poirier, secretario general del Congreso y autor de la reseña que fuera publicada en 1915 como preludio del siguiente encuentro científico que se celebraría en Washington, de los 1850 científicos e intelectuales registrados como adherentes externos, el 94% eran varones y 6% mujeres. “Entre los primeros, había un 21% de profesores, un 20% de abogados, un 18% de ingenieros, un 17% de médicos y el resto de otras profesiones. Entre las mujeres había 64 profesoras, cuatro abogados y dos médicos”.

La clasificación por países arroja la suma de 1899 participantes - porque Poirier sumó a las delegaciones oficiales al conjunto general de adherentes externos - 1119 chilenos, 377 argentinos, 63 peruanos, 61 brasileños, 55 norteamericanos, 51 bolivianos, 32 mexicanos, 31 uruguayos, 19 guatemaltecos, 7 colombianos, 5 cubanos, 5 ecuatorianos, 4 haitianos, 4 panameños, 4 paraguayos, 3 hondureños, 2 salvadoreños, 2 dominicanos, 1 costarricense, 1 nicaragüense y 1 venezolano. Fueron presentados 742 trabajos de investigación, de los cuales 450 fueron publicados por Chile en 1915 como parte de los 22 volúmenes que, después de un exhaustivo proceso de selección, fueron presentados al público antes del ya mencionado Congreso Científico de Washington. Estos números se explican, en gran medida, como señala Poirier, por las Comisiones de propaganda que se establecieron en cada república latinoamericana; fueron 417 comisionados que, desde 1906, por radio y prensa escrita promocionaron el evento científico ante el Ejecutivo de sus respectivos países. Según Poirier (1915), 127 periódicos se asociaron a esta iniciativa, entre ellos, La Estrella de Panamá y El Comercio de Lima.

La primera intervención femenina que se consigna en la fase preparatoria del cuarto congreso acontece en diciembre de 1908 - en la 45° sesión de trabajo de la comisión organizadora- cuando la señora Edelmira Lemoine de Sotomayor propuso la compra de trescientos ejemplares de “Historia de Chile” para entregar a las delegaciones oficiales, lo que fue desestimado debido a la estrechez de recursos disponibles en ese momento. Sin embargo, en mayo 1909 - en la 50° sesión de trabajo - la propuesta es nuevamente evaluada y se decidió la compra de trescientos ejemplares de “Chile en 1908”.

Dentro de los trabajos publicados del Congreso destacaron las ponencias de Eloísa Díaz, “La higiene escolar en Chile” y “La tuberculosis en Chile” (Volumen III, Ciencias médicas e higiene); Elvira García y García, “Tendencias de la educación femenina correspondiente a la misión social que debe llenar la mujer en América”; Lina Mollet, “La ambidexteridad en la educación” (Volumen XII, Ciencias pedagógica y filosofía); Dora Keen, “Enfermeras auxiliares de los inspectores médicos de las escuelas públicas” y “Becas o pensiones escolares como ayuda a la asistencia obligatoria en las escuelas públicas primarias”; Agnes Ewing Brown, “Un argumento en favor del especialismo en la enseñanza de idiomas extranjeros”; María Solís Muñoz, “Utilidad de un almanaque escolar”; Margarita Saa Herrera, “¿Cuál sería el mejor sistema de pruebas para valorizar los estudios?”; Guillermina Von K. de Froemel, “Edificación escolar”; María F. de Mac Dougall, “¿Cómo deberían construirse las escuelas primarias de los estados americanos para contribuir a que la descendencia de los extranjeros se asimilara plenamente al elemento nacional” (Volumen XIII, Ciencias pedagógicas y filosofía); y, Florisa Videla, “La enseñanza agrícola en las escuelas normales de mujeres” (Volumen XV, Agronomía y Zootecnia).

En el grupo de investigadores adherentes figuran los trabajos no publicados de Petrona Eyle y Cecilia Grierson, médicos argentinas; Amelia de Freitas Bevilacqua y Silvia Diniz, escritora y profesora brasileñas; Josefina Valenzuela, profesora de Talca, Chile; Victoria Vílchez de Guzmán, preceptora de Valparaíso; Adelia Palacios, profesora mexicana; y Paulina Luisi, docente uruguaya.

La sola lectura de los títulos indica que estas especialistas orientaron sus esfuerzos hacia la formación del ciudadano y, de otro lado, abordan temas que, ciento dieciséis años después, siguen estando en el tablero de las prioridades de la educación pública de la región latinoamericana.

Considerando los medios tecnológicos existentes y la brecha de conocimientos entre ambos lados del Atlántico, no es erróneo afirmar que, hasta entonces, “no se había reunido en esta parte del continente una asamblea científica más grande que haya representado los intereses de una porción considerable de la humanidad” (Letelier, 1908), victoria parcial del espíritu latinoamericano frente al control político que sobre la ciencia ejercían las potencias que solo seis años después desatarían la deflagración de la Primera Guerra Mundial.

El autor es embajador peruano