Esther María Osses nos reúne nuevamente
- 28/03/2024 00:00
- 27/03/2024 13:05
No hay más que abrir un buen libro y sumergirnos en los versos, para sentir su presencia, tal vez la mirada sobre nuestro hombro, con ironía o complacencia [...] Definitivamente algunos poetas son eternos. A ellos los dioses les han concedido el don de la inmortalidad. No hay más que abrir un buen libro y sumergirnos en los versos, para sentir su presencia, tal vez la mirada sobre nuestro hombro, con ironía o complacencia, ojos inteligentes que escrutan nuestra alma.
Casi siempre antaño a través de los ojos o, ahora con los audio-libros, su presencia ha revivido otras formas de contacto que, los antiguos LP con voces de declamadores o lectura en la propia voz de los vates, nos llevaban a otros tiempos ya muertos.
Y estos poetas son de todas las naciones de la tierra, y de todas las épocas.
El Parnaso y a las Musas acompañan Homero, Li-Po, Tagore, Pushkin, Lope y Goethe, ... Y por supuesto hombres y mujeres, Cátulo y Lesbia, y los de géneros, homo, bi y trans, como Kavafis y el ambivalente Shakespeare, o el polivalente Pessoa.
Allá, en las sendas umbrías chiricanas, junto al mar ignoto, pasean varios bardos nuestros, el evocativo Miró seguramente grabando un nombre en un viejo tronco añoso; un irreverente y priápico Sinán bañando su rijosa catadura; así como poetisas luminares como Elsie Alvarado, y esa otra que hoy nos hace señas y nos subyuga con sus ojos de chiricana insurrecta. Hablo de Esther María Osses. ¡Waooo!, me digo, ¡qué bella eres Esther, qué ojos! Se ríe de mí o de ti, o de todos, pues su genio es mutable como el océano Pacífico, esa mar del Sur que de Pacífica solo el nombre tiene.
Me acerqué a ella por una obra cuyo nombre es más que una declaratoria de intenciones “para el combate y la esperanza” (de 1981), y luego me arrastró a la lectura de “La Niña y el Mar” (1964) y “Crece y Camina” (1971).
La sentí chiricana, la supe maestra de corazón, y me fueron siendo evidentes sus viajes, hasta ese a Venezuela, de donde ya no volvería. Ahora nosotros los que vamos ella y como al genio de la lámpara, basta abrir sus libros para pedirle milagros de belleza.
Ella también nos convoca. Una institución noble - la Universidad Especializada de las Américas - ha decidido invitar a que más creadores panameños, bajo su numen, creen nuevas letras para niños y jóvenes. De esta suerte ha organizado y dotado un concurso nacional de literatura con un premio sustantivo de cinco mil balboas.
Este año el concurso se resuelve en el género poesía, (base en: www.udelas.ac.pa) y hasta el 4 de abril de este año.
Regocijada la poetisa, docente y articulista de tantos diarios y revistas de Nuestra América, me enfatiza que insista y convoque en su nombre esta justa literaria. Y yo lo hago con la delectación de quien sabe que la poesía es una dulce eternidad que se visita.
El autor es docente
Definitivamente algunos poetas son eternos. A ellos los dioses les han concedido el don de la inmortalidad. No hay más que abrir un buen libro y sumergirnos en los versos, para sentir su presencia, tal vez la mirada sobre nuestro hombro, con ironía o complacencia, ojos inteligentes que escrutan nuestra alma.
Casi siempre antaño a través de los ojos o, ahora con los audio-libros, su presencia ha revivido otras formas de contacto que, los antiguos LP con voces de declamadores o lectura en la propia voz de los vates, nos llevaban a otros tiempos ya muertos.
Y estos poetas son de todas las naciones de la tierra, y de todas las épocas.
El Parnaso y a las Musas acompañan Homero, Li-Po, Tagore, Pushkin, Lope y Goethe, ... Y por supuesto hombres y mujeres, Cátulo y Lesbia, y los de géneros, homo, bi y trans, como Kavafis y el ambivalente Shakespeare, o el polivalente Pessoa.
Allá, en las sendas umbrías chiricanas, junto al mar ignoto, pasean varios bardos nuestros, el evocativo Miró seguramente grabando un nombre en un viejo tronco añoso; un irreverente y priápico Sinán bañando su rijosa catadura; así como poetisas luminares como Elsie Alvarado, y esa otra que hoy nos hace señas y nos subyuga con sus ojos de chiricana insurrecta. Hablo de Esther María Osses. ¡Waooo!, me digo, ¡qué bella eres Esther, qué ojos! Se ríe de mí o de ti, o de todos, pues su genio es mutable como el océano Pacífico, esa mar del Sur que de Pacífica solo el nombre tiene.
Me acerqué a ella por una obra cuyo nombre es más que una declaratoria de intenciones “para el combate y la esperanza” (de 1981), y luego me arrastró a la lectura de “La Niña y el Mar” (1964) y “Crece y Camina” (1971).
La sentí chiricana, la supe maestra de corazón, y me fueron siendo evidentes sus viajes, hasta ese a Venezuela, de donde ya no volvería. Ahora nosotros los que vamos ella y como al genio de la lámpara, basta abrir sus libros para pedirle milagros de belleza.
Ella también nos convoca. Una institución noble - la Universidad Especializada de las Américas - ha decidido invitar a que más creadores panameños, bajo su numen, creen nuevas letras para niños y jóvenes. De esta suerte ha organizado y dotado un concurso nacional de literatura con un premio sustantivo de cinco mil balboas.
Este año el concurso se resuelve en el género poesía, (base en: www.udelas.ac.pa) y hasta el 4 de abril de este año.
Regocijada la poetisa, docente y articulista de tantos diarios y revistas de Nuestra América, me enfatiza que insista y convoque en su nombre esta justa literaria. Y yo lo hago con la delectación de quien sabe que la poesía es una dulce eternidad que se visita.