Elecciones: resultados y lectura
- 11/05/2024 00:00
- 10/05/2024 07:12
[...] nos encontramos frente a un país con escasa cultura política, una sociedad, en cierto modo, enajenada producto [...] del daño colateral del clientelismo y la banalización progresiva en que han inducido al ciudadano común Realizar un análisis frío y mesurado, lleno de sensatez y objetividad, sobre lo acontecido este domingo 5 de mayo, durante los comicios para la elección del nuevo inquilino de la presidencia, nos lleva a la búsqueda del porqué de esos resultados y por qué de la conducta de nuestros votantes.
Hubo muchas especulaciones previas al torneo por parte de politólogos, sociólogos, analistas y ciudadanos comunes, todas tratando de predecir lo que ocurriría.
Ocurrió que ganó José Raúl Mulino y el hecho se dio casi a lo largo de la geografía nacional, con la notable excepción de la provincia de Herrera, Comarca Guna Yala, Comarca Emberá y Comarca Ngäbe Buglé. Este resultado ya lo vaticinaban sondeos y encuestas en distintos canales.
Lo curioso no es que haya ganado el señor Mulino, sino en las circunstancias y condiciones en que se presentó como candidato: No participó en debates, tenía pendiente un fallo posiblemente adverso de la Corte Suprema de Justicia, no presentó formalmente su propuesta. No obstante, logró el triunfo. ¿Cómo explicamos esto?
Se me ocurre señalar, en primera instancia, que aferrarse a la sombra del expresidente Ricardo Martinelli tuvo un efecto explosivo, toda vez que “el pueblo tiene gratos recuerdos de su quinquenio”, pese a que fue condenado y se encuentra enclaustrado en condición de asilado en la embajada nicaragüense. Asimismo, un Tribunal Electoral que con posturas erráticas logra la victimización del señor Martinelli y con ello una inclinación emotiva del votante hacia “un hombre desvalido y débil que, según él y sus adláteres, fue víctima de una persecución política”.
También, nos encontramos frente a un país con escasa cultura política, una sociedad, en cierto modo, enajenada producto, como lo he señalado en otras ocasiones, del daño colateral del clientelismo y la banalización progresiva en que han inducido al ciudadano común. La promesa de dinero en sus manos tuvo un poder impactante en medio de la precariedad en que muchos viven, la condición de desesperanza, marcada por un desempleo galopante y muchos insertos en la economía informal. De igual manera, los insoportables niveles de corrupción, la marcada presencia de partidos políticos anacrónicos, con militantes saqueadores de la cosa pública, partidarios frustrados optaron por dar su voto a bando contrario; todo coadyuvó a la inclinación hacia el ganador de las elecciones.
Ahora bien, preocupa que, en medio de tantas intervenciones en distintos medios de comunicación, el hoy electo, haya mostrado su inclinación por liberar a su amigo condenado y asilado. Quizás apelar al Artículo 184 de nuestra Constitución política y a su posible interpretación favorable a ese fin, sea una fórmula, lo cual levantaría mucho polvo y abriría un debate jurídico al respecto.
Lo peligroso de esta acción sería abrir las puertas a la impunidad y a la retoma del supuesto pacto de “no agresión entre los partidos políticos”, es decir, “no veo lo malo que hiciste y tú no verás lo malo que haré”. Esto supone que todos los que atentaron contra el dinero público en los últimos cinco años estarán felices, sin temor a ser investigados y alcanzados por las garras de la justicia.
Da la impresión de si actúa de esta manera, el hoy presidente del país, arrancaría mal y entraría en una suerte de contradicción consigo mismo en el obligado respeto a las normas jurídicas y a la investidura presidencial, además de enviar un mensaje indebido. No a todos, pues a aquellos que insisten en pensar “que robó, pero hizo”, no verán problema en eso. El daño se proyecta a generar más debacles sociales y arrinconar más a los ciudadanos en la disyuntiva de la honradez o la delincuencia. Dios guíe a Panamá.
El autor es docente
Realizar un análisis frío y mesurado, lleno de sensatez y objetividad, sobre lo acontecido este domingo 5 de mayo, durante los comicios para la elección del nuevo inquilino de la presidencia, nos lleva a la búsqueda del porqué de esos resultados y por qué de la conducta de nuestros votantes.
Hubo muchas especulaciones previas al torneo por parte de politólogos, sociólogos, analistas y ciudadanos comunes, todas tratando de predecir lo que ocurriría.
Ocurrió que ganó José Raúl Mulino y el hecho se dio casi a lo largo de la geografía nacional, con la notable excepción de la provincia de Herrera, Comarca Guna Yala, Comarca Emberá y Comarca Ngäbe Buglé. Este resultado ya lo vaticinaban sondeos y encuestas en distintos canales.
Lo curioso no es que haya ganado el señor Mulino, sino en las circunstancias y condiciones en que se presentó como candidato: No participó en debates, tenía pendiente un fallo posiblemente adverso de la Corte Suprema de Justicia, no presentó formalmente su propuesta. No obstante, logró el triunfo. ¿Cómo explicamos esto?
Se me ocurre señalar, en primera instancia, que aferrarse a la sombra del expresidente Ricardo Martinelli tuvo un efecto explosivo, toda vez que “el pueblo tiene gratos recuerdos de su quinquenio”, pese a que fue condenado y se encuentra enclaustrado en condición de asilado en la embajada nicaragüense. Asimismo, un Tribunal Electoral que con posturas erráticas logra la victimización del señor Martinelli y con ello una inclinación emotiva del votante hacia “un hombre desvalido y débil que, según él y sus adláteres, fue víctima de una persecución política”.
También, nos encontramos frente a un país con escasa cultura política, una sociedad, en cierto modo, enajenada producto, como lo he señalado en otras ocasiones, del daño colateral del clientelismo y la banalización progresiva en que han inducido al ciudadano común. La promesa de dinero en sus manos tuvo un poder impactante en medio de la precariedad en que muchos viven, la condición de desesperanza, marcada por un desempleo galopante y muchos insertos en la economía informal. De igual manera, los insoportables niveles de corrupción, la marcada presencia de partidos políticos anacrónicos, con militantes saqueadores de la cosa pública, partidarios frustrados optaron por dar su voto a bando contrario; todo coadyuvó a la inclinación hacia el ganador de las elecciones.
Ahora bien, preocupa que, en medio de tantas intervenciones en distintos medios de comunicación, el hoy electo, haya mostrado su inclinación por liberar a su amigo condenado y asilado. Quizás apelar al Artículo 184 de nuestra Constitución política y a su posible interpretación favorable a ese fin, sea una fórmula, lo cual levantaría mucho polvo y abriría un debate jurídico al respecto.
Lo peligroso de esta acción sería abrir las puertas a la impunidad y a la retoma del supuesto pacto de “no agresión entre los partidos políticos”, es decir, “no veo lo malo que hiciste y tú no verás lo malo que haré”. Esto supone que todos los que atentaron contra el dinero público en los últimos cinco años estarán felices, sin temor a ser investigados y alcanzados por las garras de la justicia.
Da la impresión de si actúa de esta manera, el hoy presidente del país, arrancaría mal y entraría en una suerte de contradicción consigo mismo en el obligado respeto a las normas jurídicas y a la investidura presidencial, además de enviar un mensaje indebido. No a todos, pues a aquellos que insisten en pensar “que robó, pero hizo”, no verán problema en eso. El daño se proyecta a generar más debacles sociales y arrinconar más a los ciudadanos en la disyuntiva de la honradez o la delincuencia. Dios guíe a Panamá.