El valor del idioma de la patria
- 17/01/2025 00:00
- 16/01/2025 19:14
La patria es un concepto más fácil de sentir que de definir, quizás porque se manifiesta en tantas direcciones como patriotas existen, y aunque a veces se cree que el panameño solo vive el patriotismo en noviembre, la exaltación del amor a la patria palpita a lo largo del año en la mayor parte de la nación. Sí, en una muy diversa medida. En el deporte, el fútbol y el béisbol, principalmente; o cuando recordamos las proezas pasadas del boxeo, cuando hacemos alguna comparativa con países vecinos u homogéneos, cuando el Canal y nuestros mártires nos vienen a la memoria, o en los cada vez más prolíficos festivales culturales y folclóricos de toda índole, se enaltecen aquellos símbolos que nos representan: la bandera, el himno y hasta el escudo, casi siempre olvidados. Las manifestaciones folclóricas resplandecen, las que lo son genuinamente, y aquellas otras, inventadas coyunturalmente, en los que creemos que al amor a la patria se concreta en estos gestos que podrían rozar lo superficial. Y nada de esto constituye un problema.
Este realmente radica en una interrogante: ¿Cómo hacemos para convencernos de que el amor a la patria va mucho más allá sin que ello sea excluyente de las formas de celebración del panameño común y corriente? La patria lo es todo, la idiosincrasia, la esperanza de un país mejor, la defensa de la democracia y de la justicia social; está en las tradiciones, en las fiestas y en los bailes; pero también en el estudio de lo que somos, el origen de lo panameño, y el porvenir que hoy estamos forjando para las nuevas generaciones. Es el estudio del idioma patrio, y aquí quisiera detenerme, con sus dialectos y geolectos propios de la naturaleza cambiante y vulnerable de una lengua de más de mil años y 550 millones de usuarios. La patria está presente en el íbanos urbano, en el meto chiricano, en el cuidad (zuidad) capitalino, en el vai chitreano y en el jei santeño; en las “d” que se pierde en los participios, en las “r” finales e insonoras del habla cotidiana, en la nn o sabe Dios que otro sonido no registrado de la carne (cajne, canne, cazne) de Monagrillo que ya se ha esparcido por casi toda la península. En el voceo azuerense, en extinción, en el haiga de tan fuerte arraigo, en el faratao de una y otra cara del Canajagua y en el sosalabao de ambas orillas del río La Villa que trasciende rivalidades provincianas pintorescas.
En la patria conviven armónicamente esta realidad lingüística con la forma culta de la prosa brillante de nuestros escritores más destacados, no solo los actuales, sino los otros, los primeros, desde Justo Arosemena hasta Ricaurte Soler, incluyendo a Belisario Porras y a José Daniel Crespo, entre otros muchos, quienes en la propia lengua culta nos han dejado un legado patriótico inconmensurable. El idioma que nació en una modesta aldea castellana, allá en la profunda Edad Media, es hoy tan panameño como cualquiera de las otras auténticas manifestaciones de panameñidad, y ojalá tomemos conciencia de ello, para que en el sentir de los usuarios también cobre vida, el amor hacia el idioma patrio, con todo lo que eso implica.