El semejante americano (II parte)
- 05/12/2024 00:00
- 04/12/2024 19:12
Continuando con el primer artículo sobre los recientes comicios estadounidenses: a pesar de la división territorial y educativa, considero que existe una mayor diferencia ideológica entre los líderes, más que entre los ciudadanos. Jim, el típico estadounidense, es liberal en muchos temas y conservador en otros. Lo que determina si una familia vota por un partido u otro, además de la tradición familiar, es la dosis de la cuestión. Por ejemplo, la mayoría de los estadounidenses acuerda que debe permitirse el aborto, con la discusión centrada sobre la semana del embarazo.
Jim no está obsesionado con la reproducción femenina, pero sus líderes de hoy sí. Aunque este tema fue superficialmente resuelto en 1973 por una balanceada Corte Suprema (el famoso caso Roe vs. Wade), los recientes jueces conservadores designados en la primera cadencia de Trump revocaron esta sentencia, posiblemente según el cabildeo religioso. Por 50 años, las estadounidenses fueron liberadas, lo que se cree disminuyó el crimen en los años noventa. Hoy, ellas siguen abortando, pero con más dificultades: a gran costo o arriesgando sus vidas en clínicas clandestinas o sin remedio, pariendo bebés indeseados. Es posible que, aunque Jim no lo desee, el próximo gobierno Trumpista seguirá “retrocediendo” esta y otras libertades, tal como hoy todavía no se ha eliminado totalmente la discriminación en contra de los negros, liberados de la esclavitud en 1865.
Es un problema cuando políticos se alinean según su partido, posicionando a su lealtad sobre sus preferencias personales. Un político republicano, aunque personalmente sea liberal en muchos temas, tendrá que votar y actuar según las pautas de su partido, pues de no hacerlo, sería visto como un traidor.
Pero Jim no decide solo la dirección del gobierno. En este país existe una minoría, llámense “los indecisos” o “no afiliados” mayormente en los “swing states”. Ellos, como un péndulo, van en cualquiera dirección según las opciones que Jim le presente. Aunque Jim vote ciegamente por el republicano o el demócrata, esta minoría es la que al final determina al vencedor. Prueba de esto son los últimos 20 presidentes alternándose entre ambos partidos. Según goodauthority.org, en 2016 un 8% de los votadores estaban indecisos, mientras que en el 2024 se consideró solo entre el 2 %-5 %. Este encogido grupo influye enormemente en una contienda estrecha, votando según las circunstancias y la identidad del candidato. Esta minoría intelectual, en vez de demostrar una ciega lealtad por tal o cual partido, votan por el más capaz, carismático o conocido, dependiendo ellos también de la calidad de la campaña política.
¿Cómo es que, entre miles de políticos, fueron estos dos sus “mejores” opciones? Recientemente, Jim propone a candidatos más extremos porque vivimos en una época polarizada. Si en el siglo XX se buscaban candidatos centristas que se dirigieran a la mayor cantidad de personas, hoy, hipnotizados por el mundo cibernético y las redes sociales, atraen los más provocativos. Ambos candidatos demostraron un extremo de la balanza retórica: por un lado, el agresivo patriota misógino Trump y, por el otro, la pragmática y sensible Harris. Ambos partidos pudieron escoger candidatos más centristas, pero no lo hicieron asumiendo que estos son necesarios para conseguir el voto de confianza de esta minoría indecisa.
Aun con sus tantas diferencias personales, creo que políticamente Trump y Harris reflejan muchas similitudes, como distintos lados de la misma moneda: ambos apelaron más al ethos de sus partidos que a la lógica, ambos temieron profundizar en los temas críticos, ambos se movieron cerca de su “base” y menos dentro de las “líneas enemigas”, ambos representaron más a los síntomas de la ideología partidaria opuesta y menos soluciones. Esta ambigüedad causó una gran confusión añadiendo a los medios presentando con encuestas una competencia estrecha. Inclusive Bill Maher, el comediante político y ávido crítico de Trump, consideró que Harris ganaría, ciego a los profundos sentimientos de patriotismo que Trump genera.
Muchos considerarán más gente votó “en contra” de Trump que de Harris. Yo creo lo contrario. Trump ganó porque los demócratas trataron de “balancear” el extremismo de Trump en vez de postular a un candidato que apele más a los lastimados sentimientos de Jim. Aunque Harris desplegó una excelente campaña, no había forma de convencerlo en tan poco tiempo a votar por una mujer, y menos de origen minoritario.
Al final, Jim y los indecisos votaron por Trump no porque se identifiquen con él (siendo él su opuesto) sino porque aspiran a ser él: una persona rica, exitosa, sin escrúpulos, segura de sí misma, que glorifica al país (más que al individuo) y a lo material (más que a lo moral).
La tragedia es que la victoria de Trump ha dado un voto de confidencia a esta “fuerza bruta” de la humillación, de la palabrería y, aún peor, de la lealtad personal sobre el interés nacional. Trump ya comenzó con sus nombramientos de “los leales” en vez de “los capaces”, cuestión extremadamente peligrosa. En la tercera y última parte analizaremos las circunstancias que llevaron a su elección.