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El renacimiento del coloso

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Actualizado
  • 07/02/2024 00:00
Creado
  • 06/02/2024 14:17

Es necesario establecer mecanismos para garantizar que el estadio cumpla su función y pueda crear coyunturas para la actividad deportiva

Los tiempos se han encargado de cambiar lugares, fachadas, ámbitos, y, por tanto, la mentalidad de la gente. Por ejemplo, así se ha transformado la avenida Nacional, otrora llena de árboles entrelazados desde el inicio, por donde se entraba a la ciudad desde la Zona del Canal de Panamá y se pasaba por el gran taller de reparación de autos, la cervecería, el edificio Chesterfield y hasta llegar detrás del templo de Don Bosco para convertirse en la vía Bolívar.

Paralelamente y detrás estaba la calle Frangipani y en una amplia esquina, en una gran pared estaba situado el estadio Juan Demóstenes Arosemena, construido para los cuartos juegos Centroamericanos y del Caribe en 1938. A este inmenso lugar, no se le conocía por su nombre, sino que había sido rebautizado como el coloso de Cabo Verde, pues así se llamaba el área, un borde de la ciudad, lleno de lodazales malolientes y casas sobre palafitos.

Esto quiere decir que el panorama urbano llegaba justo hasta esta magnífica edificación, que era centro de los más variados actos y celebraciones. Pronto fue acogido para el desarrollo de ligas de béisbol, además de cuanto espectáculo masivo pudiera desenvolverse y sobre todo, aquí era la sede de la primera noche de los carnavales durante varios años. También algunas conmemoraciones religiosas tuvieron allí su realización.

Este estadio jugó un papel múltiple para el desenvolvimiento de diferentes actividades, Debajo de sus graderías, por ejemplo, se realizaba toda la actividad de fisiculturismo, halterofilia, lucha grecorromana. De allí salieron algunos deportistas que se distinguieron en encuentros internacionales y dieron orgullo al país por su desempeño. Es lógico que sus pistas permitieron la práctica de atletismo y entrenamiento de pista y campo.

Quizás, lo central en el recinto era la liga de beisbol mayor y los famosos equipos patrocinados por las empresas locales más grandes que promovían ciertas marcas de bebidas y cigarrillos. El público se identificaba con tales productos y por tanto recorría desde las más importantes rutas del transporte (avenida Central, Perú, Justo Arosemena, entre otras) y recorrían la famosa calle de RPC radio para adquirir sus boletos y entrar a ver el juego.

Cuando no había actividades, el lugar estaba tranquilo y en silencio y el aire circulaba entre la hierba. Algunos aprovechaban para caminar, correr y entrenarse. En casa me habían regalado una bicicleta en Navidades y con los vecinos organizábamos una larga fila y si nos daban permiso, entrábamos y cada uno tomaba turno para dar una “vuelta” en su ovalada pista. Había que armarse de paciencia y esperar nuevamente la oportunidad.

De pronto ocurrió algo que afectó el estadio. Crecieron áreas marginales a su alrededor, algunos empezaron a despojar los implementos dentro del lugar, rompieron tuberías, baños, plumas de agua y todo se deterioró o desapareció. Ocurrió hasta que se hizo imposible que pudieran hacer sus prácticas o desenvolverse las ligas infantiles y juveniles que allí concurrían y empezó un periodo caótico, de daño generalizado.

Por fortuna, desde hace algunos años, se inició un programa para rescatar el lugar de la ruina y abandono. Poco a poco se hizo el esfuerzo y hace unos días se inauguró su remodelación completa. Es una buena noticia para el deporte, pero que no se debe quedar allí. No es posible que la inversión empiece a deteriorarse porque nadie se sienta responsable del destino de la obra.

Es necesario establecer mecanismos para garantizar que el estadio cumpla su función y pueda crear coyunturas para la actividad deportiva. Así, una vasta generación de talentos podrá ejercitar corporalmente sus capacidades y superarse o ganar en competencias locales e internacionales. Esto solo se logra con la organización de planes de trabajo que aprovechen las oportunidades que se brindan.

Ha renacido el coloso de Cabo Verde y a todos nos compete que mantenga sus estructuras para el desarrollo de los deportes nacionales.

El autor es periodista