El discurso ideológico de las reformas
- 06/12/2024 00:00
- 05/12/2024 19:24
¿Qué quiere realmente el gobierno cuando descalifica y quiere imponer el miedo en el debate sobre las reformas a la seguridad social? Pareciera que quiere a una sociedad sin oposición, con lo que se conoce como pensamiento único. Eso no es democrático... Ahora mismo nos encontramos en una coyuntura política epidérmica; cualquier movimiento en falso puede provocar un estallido social de igual envergadura como el del año pasado. Y, como agravante, el problema minero aún no se ha resuelto. Así que, tanto el cierre de la mina como las reformas a la seguridad social en Panamá son motivos suficientes para que el pueblo salga a las calles a defender sus convicciones. Aunado al descontento general hacia la partidocracia y sus operadores. Realmente no es un escenario para bravuconadas.
En política, ser testarudo es inútil y hay que ser conscientes de que quien manda realmente es el pueblo. Si no tomamos conciencia de esto, es muy probable que se conduzca al fracaso. Las reformas a la seguridad social implican un debate técnico, actuarial, financiero, político y social que muchas veces relegamos, ya que, en última instancia, se trata de una institución llamada a hacer por su propia naturaleza solidaria. Debajo de todos estos debates, subyace un discurso ideológico, el cual consiste en descalificar a quienes planteen algo distinto a las reformas enviadas por el Ejecutivo; también en el miedo de decir que si no hacen lo que ellos plantean, la Caja de Seguridad Social quebraría.
¿Qué quiere realmente el Gobierno cuando descalifica y quiere imponer el miedo en el debate sobre las reformas a la seguridad social? Pareciera que quiere a una sociedad sin oposición, con lo que se conoce como pensamiento único. Eso no es democrático. La democracia se asienta sobre la pluralidad. Por lo tanto, que quieren imponer una sola narrativa sobre cómo reformar la seguridad social es un discurso ideológico. Ya estamos viendo cómo proliferan las propagandas en esa dirección. Lo ideal sería debatir efectivamente las diversas posiciones y alternativas fácticas para resolver el problema de la seguridad social integralmente, como resultado de un gran consenso nacional.
Adicional a las impopulares medidas paramétricas, una de las principales preocupaciones es la gestión privada de los fondos de la CSS. Como lo han planteado economistas como Juan Jované y Ana Patiño, estaríamos ante un escenario de privatización. Es irritante que desde el gobierno se diga que las reformas van porque van; todos los cotizantes de la CSS tienen el derecho de expresar su criterio al respecto y la duda razonable de que esa opción que están planteando no es la única. Pero, insistimos, pareciera que se quiere instaurar un discurso ideológico donde no haya cabida para la oposición.
El discurso ideológico dominante implica descalificar, imponer miedo y echarle la culpa a todo el mundo de lo que está pasando e invocar al fantasma de la izquierda radical. Si aquí nunca ha gobernado la izquierda ¿por qué tenemos una seguridad social supuestamente en quiebra? Hay que ser más astutos en constituir un discurso más coherente. Descalifican ideologizando el criterio de los demás invalidándolo y eso es lo que realmente es ideológico.
Siempre que se pide sacrificio es para darle vida a algo, ¿realmente preferimos inyectarle más dinero a la banca privada y no garantizar mejores condiciones de vida a las personas que, luego de darle sus mejores años productivos al país, puedan vivir dignamente su vejez? Es hasta cierto punto perverso pedirle sacrificio a quien ya se ha sacrificado. Entonces, estamos sacrificando a los cotizantes para darle vida a las finanzas privadas.
Las recetas neoliberales no necesariamente resolverían el problema. En el pasado hemos visto cómo han fracasado aquellas medidas que se quisieron imponer a través de la fuerza y la represión. No veo al pueblo comiéndose el cuentito del discurso ideológico de las reformas. Tengamos en cuenta con qué porcentaje ganó el actual presidente; analicemos la desconfianza generalizada hacia los partidos políticos, además de las disputas internas del propio partido gobernante, y el resultado será un gobierno muy frágil. A un gobierno con estas características solo le quedará apoyarse en la represión, generándole mayor descontento del que ya tiene.
En política es necesario la prudencia; la testarudez no es buena consejera. Es digno saber echar para atrás, enmendar y seguir. Estamos ante temas muy epidérmicos, entre la inconstitucionalidad del contrato minero y el anteproyecto 163 de reformas; si no se opera quirúrgicamente estaríamos ante un nuevo estallido social y este gobierno no resiste un buen remezón. Lo democrático sería llegar a un consenso nacional sobre las reformas sociales para garantizarle una vida digna a la población en general.
Ahora mismo nos encontramos en una coyuntura política epidérmica; cualquier movimiento en falso puede provocar un estallido social de igual envergadura como el del año pasado. Y, como agravante, el problema minero aún no se ha resuelto. Así que, tanto el cierre de la mina como las reformas a la seguridad social en Panamá son motivos suficientes para que el pueblo salga a las calles a defender sus convicciones. Aunado al descontento general hacia la partidocracia y sus operadores. Realmente no es un escenario para bravuconadas.
En política, ser testarudo es inútil y hay que ser conscientes de que quien manda realmente es el pueblo. Si no tomamos conciencia de esto, es muy probable que se conduzca al fracaso. Las reformas a la seguridad social implican un debate técnico, actuarial, financiero, político y social que muchas veces relegamos, ya que, en última instancia, se trata de una institución llamada a hacer por su propia naturaleza solidaria. Debajo de todos estos debates, subyace un discurso ideológico, el cual consiste en descalificar a quienes planteen algo distinto a las reformas enviadas por el Ejecutivo; también en el miedo de decir que si no hacen lo que ellos plantean, la Caja de Seguridad Social quebraría.
¿Qué quiere realmente el Gobierno cuando descalifica y quiere imponer el miedo en el debate sobre las reformas a la seguridad social? Pareciera que quiere a una sociedad sin oposición, con lo que se conoce como pensamiento único. Eso no es democrático. La democracia se asienta sobre la pluralidad. Por lo tanto, que quieren imponer una sola narrativa sobre cómo reformar la seguridad social es un discurso ideológico. Ya estamos viendo cómo proliferan las propagandas en esa dirección. Lo ideal sería debatir efectivamente las diversas posiciones y alternativas fácticas para resolver el problema de la seguridad social integralmente, como resultado de un gran consenso nacional.
Adicional a las impopulares medidas paramétricas, una de las principales preocupaciones es la gestión privada de los fondos de la CSS. Como lo han planteado economistas como Juan Jované y Ana Patiño, estaríamos ante un escenario de privatización. Es irritante que desde el gobierno se diga que las reformas van porque van; todos los cotizantes de la CSS tienen el derecho de expresar su criterio al respecto y la duda razonable de que esa opción que están planteando no es la única. Pero, insistimos, pareciera que se quiere instaurar un discurso ideológico donde no haya cabida para la oposición.
El discurso ideológico dominante implica descalificar, imponer miedo y echarle la culpa a todo el mundo de lo que está pasando e invocar al fantasma de la izquierda radical. Si aquí nunca ha gobernado la izquierda ¿por qué tenemos una seguridad social supuestamente en quiebra? Hay que ser más astutos en constituir un discurso más coherente. Descalifican ideologizando el criterio de los demás invalidándolo y eso es lo que realmente es ideológico.
Siempre que se pide sacrificio es para darle vida a algo, ¿realmente preferimos inyectarle más dinero a la banca privada y no garantizar mejores condiciones de vida a las personas que, luego de darle sus mejores años productivos al país, puedan vivir dignamente su vejez? Es hasta cierto punto perverso pedirle sacrificio a quien ya se ha sacrificado. Entonces, estamos sacrificando a los cotizantes para darle vida a las finanzas privadas.
Las recetas neoliberales no necesariamente resolverían el problema. En el pasado hemos visto cómo han fracasado aquellas medidas que se quisieron imponer a través de la fuerza y la represión. No veo al pueblo comiéndose el cuentito del discurso ideológico de las reformas. Tengamos en cuenta con qué porcentaje ganó el actual presidente; analicemos la desconfianza generalizada hacia los partidos políticos, además de las disputas internas del propio partido gobernante, y el resultado será un gobierno muy frágil. A un gobierno con estas características solo le quedará apoyarse en la represión, generándole mayor descontento del que ya tiene.
En política es necesario la prudencia; la testarudez no es buena consejera. Es digno saber echar para atrás, enmendar y seguir. Estamos ante temas muy epidérmicos, entre la inconstitucionalidad del contrato minero y el anteproyecto 163 de reformas; si no se opera quirúrgicamente estaríamos ante un nuevo estallido social y este gobierno no resiste un buen remezón. Lo democrático sería llegar a un consenso nacional sobre las reformas sociales para garantizarle una vida digna a la población en general.