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El corredor de la yuca

Actualizado
  • 07/09/2024 00:00
Creado
  • 06/09/2024 21:25

En el país de la yuca, los contratistas estatales pueden ganarse un contrato y aumentar el precio de este mientras paralelamente bajan la calidad y la cantidad del producto a entregar, sin tener que ceñirse a un cronograma, pues entregan cuando les da la gana, si es que entregan. Además, la justicia yuquera jamás los castigará

Para echar una empresa decente adelante, hay que trabajar. No hay otra fórmula ni atajos. Se necesita talento, dedicación y honestidad. Todo aquel que diga que de la noche a la mañana logró el éxito, es un impostor, un mentiroso.

Pero en el mundo patas arriba en que vivimos, donde un personaje desgarbado que no sabe ni hablar es un artista premiado como el mejor cantante por los académicos de la música, no es descabellado que una empresa deshonesta, llena de incapaces e impresentable a todas luces, sea la favorita de las administraciones para llevarse los proyectos que afectan la vida de todos los ciudadanos. Así nos va.

No es una práctica reciente, pero no deja de ser un insulto por ello. La ampliación del Canal fue adjudicada a una empresa que tenía un historial de malas prácticas e incumplimientos, tanto en su país de origen como internacionalmente. No era un secreto. Aun así, se le entregó la mayor obra de ingeniería del momento, so pretexto de menor precio, pero sin velar por cláusulas de riesgo.

Las propuestas se califican por onerosidad, si son muy caras con respecto al precio base, pero también por riesgo, si el valor presentado está muy por debajo de la base. Acá, los genios del vaticano interoceánico local permitieron que unos señalados incumplidores se hicieran con el proyecto, a pesar de todo.

Para sorpresa de nadie, entregaron obras de dudosa calidad, incumplieron cláusulas y terminaron costando más que el consorcio norteamericano-japonés, que nos hubiese entregado un proyecto en el cual los barcos pasarían casi volando y ahorrando agua, en comparación a lo que mal entregaron los “tíos” entre opacidades y demandas al país. Vaya gentecita.

Si una empresa privada se hace con un contrato, debe hacerlo presentando un presupuesto, un cronograma de entrega, y dando las garantías necesarias para asegurar al beneficiario que recibirá lo acordado, en el tiempo pactado y por el precio contratado. Punto. Es así en el mundo de los mortales.

Pero en el país con un suelo demasiado apto para el cultivo de la yuca, no sucede así. En el país de la yuca, los contratistas estatales pueden ganarse un contrato, aumentar el precio de este mientras paralelamente bajan la calidad y la cantidad del producto a entregar, sin tener que ceñirse a un cronograma, pues entregan cuando les da la gana, si es que entregan. Además, la justicia yuquera jamás castigará a uno de esos ungidos del poder, pues ellos mandan. Y los ciudadanos están tan acostumbrados a comer yuca, que su consumo está ya considerado como un evento normal para el pueblo.

Tenemos demasiados ejemplos de eventos repetitivos a nivel nacional en los que los ciudadanos sufren las consecuencias de no poder gozar de proyectos necesarios ya pagados, porque las malas empresas de siempre siguen siendo contratadas, y las obras nunca llegan. Desde intercambiadores vehiculares, estadios de béisbol, hasta corredores para descongestionar el tráfico.

Acá hay que decir las vainas como son. Nos vendieron una obra que debía cubrir más de 32 km, afectando positivamente la vida de miles. Los precios de las obras están establecidos por contratos y por textos, en donde los que nos ganamos la vida decentemente con la construcción y el diseño podemos ver horrorizados cómo para unos, el valor del trabajo se multiplica por un factor que se traduce en riqueza e impunidad, a costo de los tributos del pueblo, mientras que para los mortales se traduce en “gracias por participar, y no te olvides de pagar tus impuestos”. Bien podrían decirnos “trágate esa, y qué...”

Según normas internacionales, que también utilizamos acá, un kilómetro de carretera pavimentada, de 11 metros de ancho debe rondar por los 2 millones de dólares. Si bien ningún terreno es igual al otro, se redondea un 12% para arriba, o para abajo. ¡Ah! Pero ¿y si hay puentes? Sencillo.

El kilómetro de puente, de alturas variables, pero no descabelladas con una vía similar a la antes descrita sobre ellos se estima en 20 millones de dólares por kilómetro. Acá no tenemos demasiados puentes que sobrepasen el kilómetro de longitud, así que asumiremos una luz de 450 metros. Ese puente debería costar más o menos 9 millones de dólares.

Van a decir, pero es que son 6 vías en vez de dos. No contaban con mi astucia, lo sé. El kilómetro de obra costaría más o menos 6 millones y cada sección de puente de 450 metros de longitud costaría 27 millones aproximadamente. Inventemos que necesitábamos 4 puentes de este tipo para cubrir los 32 kilómetros prometidos. Matemáticamente son 289.2 millones de dólares. Súbale 15% y tiene costos. No incluye indemnizaciones ni diseños. Este proyecto es ficticio.

Permitamos que políticos, y no profesionales honestos, hagan los presupuestos, y que las mismas empresas corruptas sean las que hagan todas las obras de un país y seguirá sucediendo esto: nos entregarán el corredor de la yuca con costos astronómicos y sin soluciones reales.

Si nuestro suelo sigue siendo apto para que la corrupción siga cultivando yuca, nos la van a seguir sembrando. Dios nos guíe.