El colonialismo nunca ha estado en retirada
- 07/02/2024 00:00
- 06/02/2024 14:27
De lo que se trata, [...] es del control que ejercen los dueños de las grandes corporaciones, [...] sobre los distintos organismos de los Estados Si algo ha caracterizado a las potencias colonialistas del siglo XX y de lo que va del XXI, ha sido el uso de la política exterior en los cambios encubiertos de regímenes, es decir, la acción sigilosa de organismos políticos de seguridad de los Estados controlados por las élites económicas y políticas destinados a derrocar al gobierno de otro país.
John Perkins (“Confesiones de un sicario”, 2005), un economista ex “sicario económico” confesó hace unos 20 años atrás, el ABC de este modus operandi de las intervenciones sobre otros gobernantes cuando no se alienan con el interés de las grandes élites del poder mundial. Pero dejó bien claro que no se trata ya de imperios localizados en gobiernos, en jefes de estado tiranos, etc., como suele encontrarse en las historiografías de los imperios coloniales.
De lo que se trata, desde el siglo XX a la fecha, es del control que ejercen los dueños de las grandes corporaciones, es decir, las élites multimillonarias, sobre los distintos organismos de los Estados, convertidos en potencias mundiales en lo económico, político y hasta militar. Una buena parte de estos mega magnates se reúnen en Davos (Suiza) año tras año, para dictaminar las estrategias de su dominación. Es a este hecho histórico sociológico al que Perkins ha denominado la “corporatocracia” (poder de las grandes corporaciones).
Este experto en la materia, describe en su obra autobiográfica que inicialmente se acercan a los gobernantes de los países tutelados y excolonias, para que sigan políticas económicas ajustadas a los intereses de dichas corporaciones. Privatizaciones, entrega de recursos minerales y energéticos a costos extremadamente por debajo de su valor, alineamiento de las políticas exteriores en las que convierte en enemigos de los países sometidos a los enemigos de las políticas de la corporatocracia que impulsan a través de los Estados poderosos en pugna, a pesar de que sus enemigos no tengan enemistad con los Estados colonizados o recolonizados y puedan incluso, aportar al desarrollo de los pueblos de estos últimos.
El segundo paso, nos dice Perkins, en el caso de que se opongan a algunas de las indicaciones de los Estados controlados por la corporatocracia, es la de derrocar a los líderes gubernamentales de los países “rebeldes”, por supuesto, creando imaginarios adversos con base en falseamientos de evidencias que lo puedan incriminar en acciones repudiables para las poblaciones que justifiquen su derribo.
Un estudio autorizado, dirigido por la profesora Lindsay O’Rourke de la Universidad de Boston, cuenta 64 operaciones encubiertas de cambio de régimen llevadas a cabo por Estados Unidos durante la Guerra Fría (1947 y 1989).
Ejemplo de esto es Pakistán. En este caso, indican los estudiosos del tema desde Boston y Masachussett, la corporatocracia dominante en Estados Unidos quería derrocar al gobierno del primer ministro Imran Khan, el dirigente carismático, talentoso y enormemente popular de Pakistán, conocido tanto por su dominio global del cricket como por su contacto con la gente. Su popularidad, independencia y enorme talento lo convierten en un objetivo prioritario para Estados Unidos, que siempre está preocupado por los dirigentes populares que no se alinean con las políticas estadounidenses (Consúltese: Revista digital, Mpr2, 2 de febrero 2024; Chomsky, 2022).
Más cerquita, en nuestra hermana Colombia, parece estar siguiéndose el mismo librito del descrito por Perkins, en esta ocasión contra su presidente, con la ventaja de que órganos del Estado como el judicial y el ejército están protegiéndose de los múltiples asesinatos o complicidades de estos en los que han incurrido por décadas y están a punto de ser desnudados públicamente por estos actos que han sangrado a este pueblo hermano. La corporatocracia no puede permitir que el gobierno actual reduzca los negociados como la extracción de combustibles fósiles y peor aún, el fuerte lavado de capitales del que se benefician la asociación de las narco mafias entronizadas en aquellos órganos del Estado, con la red de corporaciones bancarias que se los facilita.
En Panamá sabemos que este modus operandi tuvo mucho que ver con la desaparición física del general Torrijos; hoy, todo indica que no hay ninguno de los candidatos presidenciales de los partidos tradicionales, que no se haya alineado con tales intereses de la corporatocracia internacional. ¿O alguno ha demostrado lo contrario?
El autor es sociólogo y catedrático investigador
Si algo ha caracterizado a las potencias colonialistas del siglo XX y de lo que va del XXI, ha sido el uso de la política exterior en los cambios encubiertos de regímenes, es decir, la acción sigilosa de organismos políticos de seguridad de los Estados controlados por las élites económicas y políticas destinados a derrocar al gobierno de otro país.
John Perkins (“Confesiones de un sicario”, 2005), un economista ex “sicario económico” confesó hace unos 20 años atrás, el ABC de este modus operandi de las intervenciones sobre otros gobernantes cuando no se alienan con el interés de las grandes élites del poder mundial. Pero dejó bien claro que no se trata ya de imperios localizados en gobiernos, en jefes de estado tiranos, etc., como suele encontrarse en las historiografías de los imperios coloniales.
De lo que se trata, desde el siglo XX a la fecha, es del control que ejercen los dueños de las grandes corporaciones, es decir, las élites multimillonarias, sobre los distintos organismos de los Estados, convertidos en potencias mundiales en lo económico, político y hasta militar. Una buena parte de estos mega magnates se reúnen en Davos (Suiza) año tras año, para dictaminar las estrategias de su dominación. Es a este hecho histórico sociológico al que Perkins ha denominado la “corporatocracia” (poder de las grandes corporaciones).
Este experto en la materia, describe en su obra autobiográfica que inicialmente se acercan a los gobernantes de los países tutelados y excolonias, para que sigan políticas económicas ajustadas a los intereses de dichas corporaciones. Privatizaciones, entrega de recursos minerales y energéticos a costos extremadamente por debajo de su valor, alineamiento de las políticas exteriores en las que convierte en enemigos de los países sometidos a los enemigos de las políticas de la corporatocracia que impulsan a través de los Estados poderosos en pugna, a pesar de que sus enemigos no tengan enemistad con los Estados colonizados o recolonizados y puedan incluso, aportar al desarrollo de los pueblos de estos últimos.
El segundo paso, nos dice Perkins, en el caso de que se opongan a algunas de las indicaciones de los Estados controlados por la corporatocracia, es la de derrocar a los líderes gubernamentales de los países “rebeldes”, por supuesto, creando imaginarios adversos con base en falseamientos de evidencias que lo puedan incriminar en acciones repudiables para las poblaciones que justifiquen su derribo.
Un estudio autorizado, dirigido por la profesora Lindsay O’Rourke de la Universidad de Boston, cuenta 64 operaciones encubiertas de cambio de régimen llevadas a cabo por Estados Unidos durante la Guerra Fría (1947 y 1989).
Ejemplo de esto es Pakistán. En este caso, indican los estudiosos del tema desde Boston y Masachussett, la corporatocracia dominante en Estados Unidos quería derrocar al gobierno del primer ministro Imran Khan, el dirigente carismático, talentoso y enormemente popular de Pakistán, conocido tanto por su dominio global del cricket como por su contacto con la gente. Su popularidad, independencia y enorme talento lo convierten en un objetivo prioritario para Estados Unidos, que siempre está preocupado por los dirigentes populares que no se alinean con las políticas estadounidenses (Consúltese: Revista digital, Mpr2, 2 de febrero 2024; Chomsky, 2022).
Más cerquita, en nuestra hermana Colombia, parece estar siguiéndose el mismo librito del descrito por Perkins, en esta ocasión contra su presidente, con la ventaja de que órganos del Estado como el judicial y el ejército están protegiéndose de los múltiples asesinatos o complicidades de estos en los que han incurrido por décadas y están a punto de ser desnudados públicamente por estos actos que han sangrado a este pueblo hermano. La corporatocracia no puede permitir que el gobierno actual reduzca los negociados como la extracción de combustibles fósiles y peor aún, el fuerte lavado de capitales del que se benefician la asociación de las narco mafias entronizadas en aquellos órganos del Estado, con la red de corporaciones bancarias que se los facilita.
En Panamá sabemos que este modus operandi tuvo mucho que ver con la desaparición física del general Torrijos; hoy, todo indica que no hay ninguno de los candidatos presidenciales de los partidos tradicionales, que no se haya alineado con tales intereses de la corporatocracia internacional. ¿O alguno ha demostrado lo contrario?