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El amor y la justicia

Actualizado
  • 20/08/2024 23:00
Creado
  • 20/08/2024 10:32

El amor, en sus múltiples manifestaciones, es una de las fuerzas más poderosas que influyen en nuestra existencia. Nos impulsa, nos transforma y, a veces, nos enfrenta a desafíos que parecen insuperables.

Empecemos que el amor, al igual que la justicia, es un ideal que ha sido objeto de teorías y debates a lo largo de la historia, pero cuya esencia sigue siendo indefinible, por ende ambos conceptos, amor y justicia, comparten una naturaleza etérea y profundamente subjetiva.

Ahora, tomaremos como punto de partida para las consideraciones a desarrollar en este artículo, el sentimiento que emana de un amor no correspondido, una experiencia que deja una huella profunda en el alma. Pero, ¿cómo superamos este tipo de amor y qué lecciones filosóficas y axiológicas podemos extraer de esta experiencia? Desde una perspectiva pragmática, incluso esta vivencia tan íntima tiene su eco en el derecho.

Un amor no correspondido nos enfrenta a la realidad de nuestras expectativas no satisfechas. Sentimos el vacío de no recibir lo que anhelamos, lo que nos lleva a un profundo examen de nosotros mismos y de nuestros valores. Este es el primer paso para superar el dolor: reconocer que el amor, al igual que cualquier otra relación humana, está sujeto a las leyes de la reciprocidad y la libertad. Desde una perspectiva filosófica, el amor no correspondido nos confronta con la esencia misma del deseo y la necesidad. Platón, en su obra “El Banquete”, describe el amor como una búsqueda incesante de la otra mitad que nos completa. Sin embargo, cuando esa mitad es negada, nos encontramos ante una encrucijada: seguir buscando o aprender a estar completos por nosotros mismos. Esta situación nos lleva a una reflexión sobre el valor del amor propio, un concepto esencial en la axiología, la ciencia de los valores.

En términos pragmáticos, la superación del amor no correspondido puede verse como un proceso similar a la resolución de un conflicto legal. Al igual que en el derecho, donde se busca una solución justa y equilibrada, en el ámbito personal debemos encontrar un balance entre lo que deseamos y lo que es posible. Aceptar la realidad, por dolorosa que sea, nos permite avanzar y crecer. Este pragmatismo se refleja en la forma en que afrontamos nuestras relaciones futuras, con una madurez que solo se alcanza a través de la experiencia. Lo que nos lleva a lo que es vivir y al contrato social al que somos sometidos, según las ideas de Rousseau.

El derecho, en su esencia, es un reflejo de los valores de la sociedad, plasmada desde un contexto cultural, y el amor, como parte integral de la experiencia humana, no escapa a su influencia. La justicia, la equidad y el respeto por la dignidad humana son principios que guían tanto al amor como a la justicia. Superar un amor no correspondido, entonces, no es solo un acto de fortaleza emocional, sino también una reafirmación de nuestros valores más profundos. Es una oportunidad para crecer, para aprender y para recordar que el amor, correspondido o no, siempre deja una enseñanza invaluable.

El autor es abogado