Decodificando valores: sensatez (I parte)
- 23/01/2025 00:00
- 22/01/2025 19:15
Según el diccionario, la sensatez es el buen juicio que a su vez se describe como la distinción entre el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. La sensatez, prudencia o cordura, es para mí la base del éxito, pues de ella se derivan todas las demás capacidades. En esta época de tanta información falsa, a pesar del acelerado avance, es un verdadero reto distinguir entre lo real y lo ficticio. La falsedad, ignorancia, ego y soledad que han traído consigo la comunicación en masa y las redes sociales, nos motivan a caer en un infinito ciclo de desilusión y ansiedad que nos dificultan distinguir entre lo posible y lo imposible.
En esta primera parte reflexiono sobre la sensatez ante la dificultad. En el año 2008, la corredora norteamericana Heather Dorniden cayó en el metro 400 de una carrera de 600 metros. La mayoría de nosotros pensaría en ese microsegundo que la carrera se terminó, pero desde ese último lugar Dorniden se levantó para ganarla impresionantemente. En enero de 1985, Rick Allen, el baterista del grupo británico de rock Def Leppard, perdió su brazo izquierdo en un accidente vehicular. Podríamos considerar también que se le terminó la carrera. Pero Allen, de tan solo 21 años, ajustó su batería, sus piernas y, con algo de ayuda tecnológica, continuó tocando hasta hoy, siendo considerado uno de los mejores bateristas del mundo.
Más recientemente, Moshe Nussbaum, el veterano periodista israelí con ELA (lo que le dificulta el hablar), continúa haciendo su trabajo con la ayuda de un avatar AI de su figura que habla normalmente. Estos casos tienen en común que cada uno continuó su labor a pesar de la dificultad.
Como ellos existen miles de casos más: desde amputados de guerra que llegan a las olimpiadas paralímpicas, hasta extraordinarias personalidades que perseveran a pesar de los impedimentos u obstáculos, como la ciega sordomuda Hellen Keller, el revolucionario sudafricano Mandela o el científico Steven Hawkins. Recientemente, se transmitió la película sobre el actor Christopher Reeve y todo lo positivo que hizo después de quedar paralizado en un accidente.
No es fácil mantener la cordura ante los desafíos de la vida. Levantarnos después de una “caída” requiere de un gran esfuerzo, físico y mental. Para superarnos, debemos comenzar con tomarnos el tiempo para internalizar, absorber y entender a la dificultad. Caídas no son un problema (sin solución), sino un reto a superar, como un proyecto a completar, como construir un edificio de Lego.
El segundo es recordar las motivaciones por las que marchamos, por las que vivimos: ya sean los hijos, los amigos o nuestros deseos y ambiciones, que, aunque los “conozcamos”, debemos recordarlos y enfatizarlos. Soldados entrevistados explican que su motivación para matar y arriesgar sus vidas no nace de una ideología, patriotismo o ni siquiera por su familia (segura, lejos del campo de batalla). Casi todos responden que luchan para proteger a sus compañeros soldados en la trinchera.
Terceramente, debemos mapear el camino a seguir, cada paso detalladamente, como en las instrucciones de un mueble de IKEA: para levantarnos debemos primero respirar profundo, ver adónde apoyamos la mano o a quién se la extendemos, reforzar nuestras piernas y extenderlas, conscientes de los elementos externos fuera de nuestro control y dispuestos a improvisar según las circunstancias, como al tropezar en un maratón.
Ayuda a estudiar en profundidad nuestro caso (pues seguramente no es el primero ni último en la historia). Entendiéndolo, especialmente conversándolo con quienes ya lo han vivido, ayuda práctica como psicológicamente. A esto se llaman los grupos de soporte, como alcohólicos anónimos. Pero no debe ser un grupo semanal, puede ser una sola conversación con alguien en quien confiamos o inclusive con un desconocido que haya vivido nuestra situación lo que haga toda la diferencia.
Nuestros retos o problemas, por más difíciles que nos parezcan, por ser nuestros, parecen agotadores, pero tienen una simple solución. Muchas veces nos desanimamos, perdiendo la paciencia, considerando que la solución tiene que venir más rápido. Pero muchas veces las soluciones “rápidas” no son posibles o son las mejores. Muchas veces la solución es simple, escondida por una falta de “perspectiva” que no llega sola, requiriendo de nuestro esfuerzo para conseguirla.
Imagínese lo que sufren los ucranianos pelando hasta la muerte por su tierra. Ellos lo hacen, pues de no hacerlo será peor. Nosotros, en nuestra cómoda burbuja de paz, pensamos erróneamente que es más fácil renunciar, desistir porque no creemos que tenemos las fuerzas necesarias (la tenemos) o porque no visualizamos el difícil (pero necesario) camino por andar. Aunque el camino sea empedrado, no consideramos las consecuencias de no caminarlo, como la herida a nuestra autoestima, negligiendo a quien de verdad somos. Ante la dificultad podemos encontrar las fuerza para seguir, tan solo debemos esforzarnos por buscarla.