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Decodificando valores: ‘padrísimo’ (II Parte)

Actualizado
  • 17/07/2024 23:00
Creado
  • 17/07/2024 13:06

Criar a una persona es quizás la tarea más difícil de toda persona y lo triste es que nuestra sociedad no nos prepara para esto. En la escuela nos enseñan historia y matemáticas pero no cómo valorarnos, escoger pareja o criar hijos [...]

A continuación del artículo publicado el 15 de julio, acuerdo con el Dr. Frankl que nuestra resiliencia y optimismo para sobrevivir en tiempos de crisis se crea en nuestra juventud, antes de lidiar con cualquiera de las inevitables fatídicas crisis de adultos.

Aun en medio de la opulencia, debemos prepararnos a nosotros y a nuestros hijos para los siete años de escasez que, a diferencia del cuento bíblico, nunca sabemos cuándo llegarán.

Los hijos, por más que queramos protegerlos, deben aprender a recibir golpes, a negociar con sus compañeros, a que no se aprovechen de ellos, a defenderse. Aunque muchos disfrutan de un talento natural para esto, a la mayoría hay que enseñarles. En cierta forma, los conflictos de adultos no son muy diferentes a los infantiles: primero se pelea por un juguete, luego por una pareja o un ascenso; primero competimos por la admiración de la maestra y de los compañeros de clase, luego por la de nuestro jefe y colegas.

El problema más grande para que los niños desarrollen una “sobrevivencia selvática” son padres que consienten, miman y sobreprotegen, situación empeorada hoy con el smartphone funcionando como una extensión del cordón umbilical. No en vano se habla de aquellos nacidos después del año 2000 como la “generación de cristal”, de lo frágiles que son.

¿Cuál es el límite a esta tendencia a “desvalorar” al hijo (“spoil” en inglés)? Si la selva es infinita, ¿cuándo los dejamos correr libre y tropezar y cuándo los detenemos antes de que caigan al abismo? Cualesquiera que sean los límites, podemos consentirlos si paralelamente les brindamos las herramientas para afrontar las dificultades de la vida moderna, especialmente crisis personales, que sin duda llegarán, así ellos mismos se detendrán antes del abismo.

Yo crecí valorando el esfuerzo y el trabajo. A los 11 años ya trabajaba en el negocio de mi difunto tío Carlos y desde entonces casi que no he parado. Ese impulso por aprender, haciendo, se convirtió en una pasión personal hasta hoy. No crecí bajo una pretensión de “me lo merezco porque sí”, sino de “debo ganármelo”. Pero esto es “fácil” comparado con el reto de lidiar con otras personas. Para esto no recibí las herramientas para afrontar a los tantos embaucadores que encontré de joven como de adulto. Sí, confiar demasiado es un problema aunque también es difícil vivir con una paranoia que todos quieren engañarte. Así otra lección importante es aprender a superar caídas y decepciones. Aunque lo más importante es defenderse: no confiando, exigiendo pruebas, garantías y exigiendo respuestas sin vergüenza, también lo es sobrellevar el fracaso sin caer en la depresión, la adicción o la autolesión.

Aprendí que nada en esta vida es gratis (si lo es, tú eres el producto). Aprendí que nada debe de tomarse como obvio, ni lo bueno ni lo malo. Él me enseñó más con su ejemplo que con palabras: la importancia de compartir, de la verdad, de la paciencia y de la virtud. Como ingeniero me enseñó que a toda acción nuestra hay una reacción opuesta. Crecí calculando las consecuencias de mis acciones y aceptándolas aun cuando estas no me agraden. Estos son valores que no se ven mucho en nuestra sociedad en que personas no toman responsabilidad y hasta culpan a los demás por sus estragos. ¿Cuántos actúan sin pensar para luego arrepentirse? ¿Cuántos pecan, piden perdón, para luego pecar nuevamente?

Criar a una persona es quizás la tarea más difícil de toda persona y lo triste es que nuestra sociedad no nos prepara para esto. En la escuela nos enseñan historia y matemáticas, pero no cómo valorarnos, escoger pareja o criar hijos, vacío llenado con demasiados libros generalizados de autoayuda y superficiales videos en TED, en el mejor de los casos.

Yo crecí valorando la educación, la curiosidad y el esfuerzo, respetando los derechos de los demás. Mis padres cometieron errores como otros, pero en general crecí “incomplicado”, desarrollando hasta una capacidad para inventar palabras.

Estimado lector, recuerde que el joven aprende más viendo que escuchando. Si le es importante criar personas de bien, demos el ejemplo y no tratemos de engañarlos (o engañarnos a nosotros mismos) diciendo algo y haciendo algo diferente.

Yo aprendí a hacer el bien sin mirar a quién, a amar a los demás como a ti mismo y a respetar a las personas y materiales ajenos. Todo tiene su precio y no debemos quejarnos cuando nuestras egoístas acciones nos pasen la cuenta. Otra lección importante es perdonar a nuestros padres, ellos te quieren y si has llegado a esta parte de estos artículos, hicieron un buen trabajo criándote.

En cierta forma, esta serie de artículos sobre los valores humanos es un intento por analizar y expandir las enseñanzas de mis padres. Los padres nunca mueren, siguen viviendo en los actos de sus descendientes.

El autor es arquitecto