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Decodificando valores: felicidad (I parte)

Actualizado
  • 13/03/2025 00:00
Creado
  • 11/03/2025 23:42

La vida es un casino: azar, actitud y balance definen la felicidad. Conócete, juega tus cartas con sabiduría y celebra tanto victorias como lecciones, ¡vive!

De pronto, te encuentras en Las Vegas con sus miles de opciones para apostar. Hay hoteles de más o menos lujo, con cientos de mesas y máquinas coloridas, rodeadas de personas de toda edad, raza y situación económica: gritando, bebiendo, comiendo y, obviamente, apostando. Poco a poco, te acostumbras a las brillantes luces, a los olores artificiales y a la cacofónica combinación de conversación, música y máquinas de azar. Unos ganan mientras otros pierden; unos aparecen apáticos o afligidos mientras otros gritan de emoción.

En cierta forma, este casino representa a la vida misma. Al nacer, entramos a este frenético casino de la vida, sin absoluto control sobre nuestras fichas que recibimos o qué mesas existen, o la identidad de los demás jugadores. Al principio nos sentimos abrumados ante tanta algarabía, pero a medida que crecemos, aprendemos y maduramos, entendemos algo de las estadísticas y las dinámicas que rigen este vital lugar de apuestas. Gozando de un limitado albedrío, decidimos en qué mesa jugar, cuánto y cuándo apostar, rezando por lo mejor. Pero, en este vital casino no siempre se gana. De ser así, ¿cómo sobrevivimos?, ¿cómo le sacamos el mejor provecho, anhelando ganar el jackpot de la felicidad?

Las Naciones Unidas determinó al 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad. Pero ¿qué nos hace felices? ¿Es la felicidad una colección de momentos agradables o una sensación general aún en momentos difíciles?

Este casino no te permite observar: o juegas, o te vas. Apuestas observando a las demás, dudando de si has hecho la mejor apuesta. Aunque dependes del azar, te atormentas ante lo que sí tienes control. Apuestas una y otra vez, alegrándote al ganar y afligiéndote al perder. De pronto, notas que todos a veces pierden y a veces ganan, pero muchos no se afligen al perder y otros no se alegran al ganar, preguntándote, ¿cómo puede ser?

La felicidad no es el resultado de la apuesta, sino nuestra actitud ante su resultado. Para encontrar la felicidad necesitamos de un balance entre nuestras opciones. El “balance” es la distribución de nuestro esfuerzo, mental como físico, en las distintas facetas de la vida. Difícilmente seremos felices trabajando 18 horas al día o sin esforzarnos por nada. Debemos distribuir nuestro tiempo entre la lucha por una vida mejor, más cómoda, más correspondiente a nuestros gustos, entendiendo también que a veces fracasaremos y eso es parte del juego. Ser feliz es reconocer que no siempre sacaremos las mejores tarjetas y que debemos seguir intentándolo sin desanimarnos.

Estas barajas representan a las distintas facetas de nuestra vida: la profesional, la familiar, la social, la biológica, etc. Son “nuestras” porque cada uno recibe un set de barajas o fichas diferentes, no porque nuestro destino sea cruel, sino porque todos somos diferentes. Para ser felices debemos primeramente entender cuáles son las cualidades que se nos han dado: cómo somos y qué nos gusta, profesional y socialmente. Podremos envidiar a otros jugadores, pero mientras mejor nos conozcamos, más fácil dejaremos de compararnos con otros. Cómo dice el famoso dicho atribuido a Sócrates: “conócete a ti mismo, porque nuestros rivales son estos y no los que piensas. A ellos no los podremos vencer si no es a través del cuidado de ti mismo y de la técnica”.

No debemos desanimarnos. Las barajas varían con el tiempo, a medida que crecemos, maduramos y nos desarrollamos. Puede ser que hagamos mejores o peores decisiones, pero en ningún caso controlamos el resultado. En este preciso momento, cada uno de nosotros puede encontrar una razón por la cual llorar, entristecerse y deprimirse, así como otras razones para alegrarnos y celebrar, con la mente centrándose en lo negativo. ¿Por qué? Pues nuestra biología de supervivencia se concentra en lo que nos ha perjudicado para protegernos, para tenernos alertas no nos vuelva a suceder. Pero para ser felices debemos de luchar en contra de esta naturaleza. La felicidad no ignora infortunios; al contrario, los considera parte del camino. Las preguntas no son ¿cuánto placer sentimos?, sino: ¿cómo la infortuna nos refuerza?, ¿cuánto apreciamos a lo positivo? Nuestra salud, por ejemplo, no es apreciada hasta cuando enfermamos, nuestra comida hasta cuando escasea; el buen clima es apreciado solo después de la tormenta.

La búsqueda de la felicidad es una legítima meta a la que todos debemos aspirar, tal como fue descrita en la declaración de independencia estadounidense, junto a la vida y la libertad. En la segunda parte veremos qué otras opciones tenemos para encontrarla.

*El autor es arquitecto