De vuelta al Viejo Oeste
- 01/11/2024 00:00
- 31/10/2024 19:52
Para alguien que reside en La Chorrera y labora en el área de Río Abajo, su trayecto desde y hacia su residencia comprende unas 2 o 3 horas, y si no tiene vehículo propio esto implica el uso de varios trasbordos, entre buses “pirata” y un todavía deficiente servicio público... no es justo Cuando éramos más jóvenes, los principales programas de televisión eran los que tenían que ver con el Viejo Oeste estadounidense. Muchos éramos puntualísimos los domingos para ver Bonanza en la famosa La Ponderosa. Era un programa que combinaba la vida y los valores de una familia, esos mismos que hoy casi que se han perdido.
De la misma manera vimos al Llanero Solitario así como al gran Rin Tin Tin, El Gran Chaparral y La Ley del Revólver, todos programas donde veíamos las peripecias de quienes se aventuraron en cruzar la gran nación estadounidense que por aquellos años se forjaba a “punta de polvo y balas”. Pero hay otro oeste más cercano, que de igual manera se ha convertido en un suplicio para quienes, no pudiendo pagar los costos de las viviendas, que tan indiscriminadamente se elevaron hacen un poco menos de 20 años en nuestro país, escogieron vivir allá. Hace varios lustros estos, confiando en las promesas (políticas o no) se aventuraron a invertir en la provincia más cercana a la ciudad capital, la cual se extiende desde las orillas del Canal de Panamá hasta un poco antes del río Las Guías. Para muchos esta inversión no ha resultado todo lo que esperaban. Por un lado, la escasez de agua que sufren casi que a diario y por otro la viabilidad hacia la ciudad de Panamá.
Para alguien que reside en La Chorrera y labora en el área de Río Abajo, su trayecto desde y hacia su residencia comprende unas 2 o 3 horas, y si no tiene vehículo propio esto implica el uso de varios trasbordos entre buses “piratas” y un todavía deficiente servicio público. Para decirlo en muy pocas palabras, no es justo. No es justo ni para las empresas en donde laboran, como para quienes tienen que vivir en este laberinto de promesas incumplidas, mientras ven cómo hay una danza de millones que, como arena del mar, se les escurren entre los dedos de la mano.
Hace como 10 años se anunció la ampliación de la carretera Panamericana en el tramo entre el puente de las Américas y la “autopista” Arraiján-La Chorrera. La construcción debió darse de la mano de un nuevo puente, el cuarto sobre el Canal de Panamá, que todavía pareciera estar muy, pero muy lejos de estar terminado.
Primero se aprobó un diseño, luego se cambió y finalmente se volvió a cambiar su estructura y se separó la línea del Metro que va hasta Arraiján del proyecto del nuevo puente. Al final, el gobierno anterior casi que terminó la ampliación, pero el puente y la implementación del Metro sigue tan verde como plátano para patacón.
Esto ha resultado que haya ocho carriles vehiculares desde Arraiján, para mezclarse en tres frente a Panamá Pacífico, para reducirse a dos para cruzar el puente de las Américas. Muchos culpan a la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), pero en realidad, aparte de la mala señalización y poca docencia sobre el tema, no había mucho que hacer.
Lo de la mala señalización y poca (por no decir mala) docencia era imprescindible para que quienes vienen desde Capira y San Carlos a laborar en el puerto de PSA o en Panamá Pacífico, pudieran comprender que se producirían cambios sustanciales en la forma como se iban a movilizar a partir de esta apertura de carriles. No entiendo por qué la improvisación.
Por otro lado, si cuando sales de la vía La Chorrera-Arraiján era costumbre salir a la derecha hacia el puente de las Américas y a la izquierda hacia el puente Centenario, por qué no poner los letreros que lo indicaran así. Agregar “Paraíso” o cualquier otro término no es conveniente. Igualmente sucede con el término Howard, nombre con el que los estadounidenses llamaron lo que hoy se conoce como Panamá Pacífico, incluyendo el aeropuerto para vuelos internacionales de bajo costo y el cual es utilizado como aeropuerto alterno a Tocumen, ¿por qué revivir un nombre que hasta malos recuerdos nos trae?
En vez de tener tantos policías encuartelados o cuidando camiones de reparto, deberían ponerlos en las entradas y salidas de la nueva vía orientando, de la manera más cortés posible (sé que a muchos les cuesta esta actitud), a quienes tienen que pasar por ahí para laborar. Lo que debió haber sido un episodio de satisfacción para un gobierno que apenas se inicia, se convirtió en una nueva fuente de protesta e insatisfacción para miles de personas que pasan por ahí diariamente. No quiero pensar que es fuego amigo, pero no creo que sea justo ni para el gobierno y ni para los usuarios de la Roberto F. Chiari, que es el mejor nombre que se pudo haber conseguido para honrar la memoria al Presidente de la Dignidad. ¿Piensan que él estaría de acuerdo con “Howard” y hacer que los conductores hablaran tan mal de algo que lleva su nombre? No lo creo.
Que nos sirva de lección. Y si se aceptan sugerencias, dado el hecho de que ahora hay tantos carriles, ¿por qué no se implementan carriles exclusivos para quienes vayan con 4 o más personas a bordo, o para autobuses y camiones de carga? Eso podría solucionar a medias un problema que a veces pareciera que queremos resolver como los alguaciles del Viejo Oeste.
Cuando éramos más jóvenes, los principales programas de televisión eran los que tenían que ver con el Viejo Oeste estadounidense. Muchos éramos puntualísimos los domingos para ver Bonanza en la famosa La Ponderosa. Era un programa que combinaba la vida y los valores de una familia, esos mismos que hoy casi que se han perdido.
De la misma manera vimos al Llanero Solitario así como al gran Rin Tin Tin, El Gran Chaparral y La Ley del Revólver, todos programas donde veíamos las peripecias de quienes se aventuraron en cruzar la gran nación estadounidense que por aquellos años se forjaba a “punta de polvo y balas”. Pero hay otro oeste más cercano, que de igual manera se ha convertido en un suplicio para quienes, no pudiendo pagar los costos de las viviendas, que tan indiscriminadamente se elevaron hacen un poco menos de 20 años en nuestro país, escogieron vivir allá. Hace varios lustros estos, confiando en las promesas (políticas o no) se aventuraron a invertir en la provincia más cercana a la ciudad capital, la cual se extiende desde las orillas del Canal de Panamá hasta un poco antes del río Las Guías. Para muchos esta inversión no ha resultado todo lo que esperaban. Por un lado, la escasez de agua que sufren casi que a diario y por otro la viabilidad hacia la ciudad de Panamá.
Para alguien que reside en La Chorrera y labora en el área de Río Abajo, su trayecto desde y hacia su residencia comprende unas 2 o 3 horas, y si no tiene vehículo propio esto implica el uso de varios trasbordos entre buses “piratas” y un todavía deficiente servicio público. Para decirlo en muy pocas palabras, no es justo. No es justo ni para las empresas en donde laboran, como para quienes tienen que vivir en este laberinto de promesas incumplidas, mientras ven cómo hay una danza de millones que, como arena del mar, se les escurren entre los dedos de la mano.
Hace como 10 años se anunció la ampliación de la carretera Panamericana en el tramo entre el puente de las Américas y la “autopista” Arraiján-La Chorrera. La construcción debió darse de la mano de un nuevo puente, el cuarto sobre el Canal de Panamá, que todavía pareciera estar muy, pero muy lejos de estar terminado.
Primero se aprobó un diseño, luego se cambió y finalmente se volvió a cambiar su estructura y se separó la línea del Metro que va hasta Arraiján del proyecto del nuevo puente. Al final, el gobierno anterior casi que terminó la ampliación, pero el puente y la implementación del Metro sigue tan verde como plátano para patacón.
Esto ha resultado que haya ocho carriles vehiculares desde Arraiján, para mezclarse en tres frente a Panamá Pacífico, para reducirse a dos para cruzar el puente de las Américas. Muchos culpan a la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), pero en realidad, aparte de la mala señalización y poca docencia sobre el tema, no había mucho que hacer.
Lo de la mala señalización y poca (por no decir mala) docencia era imprescindible para que quienes vienen desde Capira y San Carlos a laborar en el puerto de PSA o en Panamá Pacífico, pudieran comprender que se producirían cambios sustanciales en la forma como se iban a movilizar a partir de esta apertura de carriles. No entiendo por qué la improvisación.
Por otro lado, si cuando sales de la vía La Chorrera-Arraiján era costumbre salir a la derecha hacia el puente de las Américas y a la izquierda hacia el puente Centenario, por qué no poner los letreros que lo indicaran así. Agregar “Paraíso” o cualquier otro término no es conveniente. Igualmente sucede con el término Howard, nombre con el que los estadounidenses llamaron lo que hoy se conoce como Panamá Pacífico, incluyendo el aeropuerto para vuelos internacionales de bajo costo y el cual es utilizado como aeropuerto alterno a Tocumen, ¿por qué revivir un nombre que hasta malos recuerdos nos trae?
En vez de tener tantos policías encuartelados o cuidando camiones de reparto, deberían ponerlos en las entradas y salidas de la nueva vía orientando, de la manera más cortés posible (sé que a muchos les cuesta esta actitud), a quienes tienen que pasar por ahí para laborar. Lo que debió haber sido un episodio de satisfacción para un gobierno que apenas se inicia, se convirtió en una nueva fuente de protesta e insatisfacción para miles de personas que pasan por ahí diariamente. No quiero pensar que es fuego amigo, pero no creo que sea justo ni para el gobierno y ni para los usuarios de la Roberto F. Chiari, que es el mejor nombre que se pudo haber conseguido para honrar la memoria al Presidente de la Dignidad. ¿Piensan que él estaría de acuerdo con “Howard” y hacer que los conductores hablaran tan mal de algo que lleva su nombre? No lo creo.
Que nos sirva de lección. Y si se aceptan sugerencias, dado el hecho de que ahora hay tantos carriles, ¿por qué no se implementan carriles exclusivos para quienes vayan con 4 o más personas a bordo, o para autobuses y camiones de carga? Eso podría solucionar a medias un problema que a veces pareciera que queremos resolver como los alguaciles del Viejo Oeste.