De la agricultura al turismo
- 09/04/2024 23:00
- 09/04/2024 13:08
El sector agropecuario necesita más un planificador que un productor en su dirección institucional [...] He observado con mucho interés los debates presidenciales sobre agricultura y turismo, seguro que el éxito en las políticas públicas en ambos sectores puede traer el bienestar social que tanto deseamos en Panamá.
Las políticas públicas en el sector agrícola deben ser orientadas a que este sector aumente su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), logrando una mejor distribución de la riqueza en la geografía nacional, evite la migración a las áreas urbanas por no encontrar en el interior del país la subsistencia en forma decorosa y económicamente rentable. Las estadísticas nos señalan claramente que la edad media de los emprendedores en el campo es cada vez más alta, y se disminuye la seguridad agroalimentaria al producirse cada vez un menor porcentaje del consumo nacional. La inconsistencia de las políticas públicas ha creado desincentivos en nuestros productores, que prefieren desistir a sus emprendimientos y buscar mejores horizontes en la ciudad.
Las políticas públicas en el sector turismo deben alinearse para que esta “industria sin chimenea” genere los empleos que tanto necesita nuestra economía. Panamá tiene belleza en fauna y flora para generar el interés de nacionales y extranjeros en disfrutar de nuestra oferta turística, generando nuevos puestos de trabajo al menor costo posible.
Ambos sectores tienen un problema en común. La organización institucional que rigen sus sectores es inconsistente e incongruente. En el sector agrícola existe una multiplicidad de organizaciones estatales no alineadas en una misma política pública, y en muchas ocasiones con lineamientos opuestos. Seguramente esto ha limitado a los funcionarios con mando y jurisdicción lograr un trabajo eficiente con esta “camisa de fuerza” legal.
En el sector turismo, el manejo de la inversión en publicidad es el punto antagónico entre los operadores del sector turismo y la entidad estatal reguladora de la actividad. La percepción ciudadana es que cada uno tiene una visión distinta del sector.
Otro problema en común es la falacia que los funcionarios públicos que administren los sectores deben ser actores salidos de los mismos. Una visión distinta nos incentiva a pensar que una visión fresca pudiera traer a los sectores lo que les falta para llegar al éxito que todos esperamos.
El sector agropecuario necesita más un planificador que un productor en su dirección institucional, así como el sector turismo necesita más un publicista con la capacidad de ponernos en la mente de posibles visitantes extranjeros, o un experto en generación de empleos. La historia reciente en el sector turismo nos da la razón. Los dos mejores administradores del turismo local no han salido de la industria. El señor Rubén Blades, empeñó su prestigio internacional como músico y actor en beneficio del turismo nacional; y el señor Salomón Shamah, apalancado en sus destrezas publicitarias y obtuvo igual resultado.
La agricultura no se puede manejar bajo premisas de libre oferta y demanda, aunque esto no implica que los valores económicos de mercado deben ser descartados. El sector agropecuario es el caso típico de economía planificada, y solamente es exitoso en los países donde se aplica este criterio. Tengo un alto respeto por los hombres y mujeres del campo, quienes deben tener la seguridad de compra de su producción con anterioridad al inicio del proceso productivo propiamente dicho. El modo más eficiente de lograr este objetivo es la firma de “contratos de futuros” negociados en la Bolsa Agropecuaria, instrumento de organización industrial introducido en nuestra legislación en el proceso de adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Este instrumento permitirá al productor tener acceso al crédito y certeza de la compra de su producto en cantidades y condiciones de calidad pactadas.
Igualmente, la Bolsa Agropecuaria debe negociar la asignación de los contingentes arancelarios y no arancelarios en forma más eficiente para los intereses de los consumidores. Es óptimo que la asignación de estos contingentes sea mediante mecanismos de mercado como la “subasta a la holandesa” que determine el ganador mediante la oferta de precio más baja al consumidor final.
El turismo debe potenciar la capacidad de generar muchos nuevos y bien remunerados empleos, como estrategia para combatir el desempleo que tanto está afectando a la juventud panameña que no logra insertarse eficientemente en la economía nacional.
Debemos convencernos de que en estos dos sectores de la economía está la solución de los problemas de empleo e ingresos a corto plazo. Hay que alinear eficientemente las políticas públicas, y escoger correctamente a los panameños que gestionen las instituciones públicas encargadas de los sectores.
El autor es abogado, consultor en derecho económico
He observado con mucho interés los debates presidenciales sobre agricultura y turismo, seguro que el éxito en las políticas públicas en ambos sectores puede traer el bienestar social que tanto deseamos en Panamá.
Las políticas públicas en el sector agrícola deben ser orientadas a que este sector aumente su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), logrando una mejor distribución de la riqueza en la geografía nacional, evite la migración a las áreas urbanas por no encontrar en el interior del país la subsistencia en forma decorosa y económicamente rentable. Las estadísticas nos señalan claramente que la edad media de los emprendedores en el campo es cada vez más alta, y se disminuye la seguridad agroalimentaria al producirse cada vez un menor porcentaje del consumo nacional. La inconsistencia de las políticas públicas ha creado desincentivos en nuestros productores, que prefieren desistir a sus emprendimientos y buscar mejores horizontes en la ciudad.
Las políticas públicas en el sector turismo deben alinearse para que esta “industria sin chimenea” genere los empleos que tanto necesita nuestra economía. Panamá tiene belleza en fauna y flora para generar el interés de nacionales y extranjeros en disfrutar de nuestra oferta turística, generando nuevos puestos de trabajo al menor costo posible.
Ambos sectores tienen un problema en común. La organización institucional que rigen sus sectores es inconsistente e incongruente. En el sector agrícola existe una multiplicidad de organizaciones estatales no alineadas en una misma política pública, y en muchas ocasiones con lineamientos opuestos. Seguramente esto ha limitado a los funcionarios con mando y jurisdicción lograr un trabajo eficiente con esta “camisa de fuerza” legal.
En el sector turismo, el manejo de la inversión en publicidad es el punto antagónico entre los operadores del sector turismo y la entidad estatal reguladora de la actividad. La percepción ciudadana es que cada uno tiene una visión distinta del sector.
Otro problema en común es la falacia que los funcionarios públicos que administren los sectores deben ser actores salidos de los mismos. Una visión distinta nos incentiva a pensar que una visión fresca pudiera traer a los sectores lo que les falta para llegar al éxito que todos esperamos.
El sector agropecuario necesita más un planificador que un productor en su dirección institucional, así como el sector turismo necesita más un publicista con la capacidad de ponernos en la mente de posibles visitantes extranjeros, o un experto en generación de empleos. La historia reciente en el sector turismo nos da la razón. Los dos mejores administradores del turismo local no han salido de la industria. El señor Rubén Blades, empeñó su prestigio internacional como músico y actor en beneficio del turismo nacional; y el señor Salomón Shamah, apalancado en sus destrezas publicitarias y obtuvo igual resultado.
La agricultura no se puede manejar bajo premisas de libre oferta y demanda, aunque esto no implica que los valores económicos de mercado deben ser descartados. El sector agropecuario es el caso típico de economía planificada, y solamente es exitoso en los países donde se aplica este criterio. Tengo un alto respeto por los hombres y mujeres del campo, quienes deben tener la seguridad de compra de su producción con anterioridad al inicio del proceso productivo propiamente dicho. El modo más eficiente de lograr este objetivo es la firma de “contratos de futuros” negociados en la Bolsa Agropecuaria, instrumento de organización industrial introducido en nuestra legislación en el proceso de adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Este instrumento permitirá al productor tener acceso al crédito y certeza de la compra de su producto en cantidades y condiciones de calidad pactadas.
Igualmente, la Bolsa Agropecuaria debe negociar la asignación de los contingentes arancelarios y no arancelarios en forma más eficiente para los intereses de los consumidores. Es óptimo que la asignación de estos contingentes sea mediante mecanismos de mercado como la “subasta a la holandesa” que determine el ganador mediante la oferta de precio más baja al consumidor final.
El turismo debe potenciar la capacidad de generar muchos nuevos y bien remunerados empleos, como estrategia para combatir el desempleo que tanto está afectando a la juventud panameña que no logra insertarse eficientemente en la economía nacional.
Debemos convencernos de que en estos dos sectores de la economía está la solución de los problemas de empleo e ingresos a corto plazo. Hay que alinear eficientemente las políticas públicas, y escoger correctamente a los panameños que gestionen las instituciones públicas encargadas de los sectores.