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Cuando el techo cae: un llamado de atención desde la ingeniería civil

Una persona camina frente a uno de los accesos a la discoteca Jet Set este viernes, en Santo Domingo (República Dominicana). EFE
  • 16/04/2025 01:00

El reciente colapso del techo de una reconocida discoteca en Santo Domingo, que dejó víctimas y una comunidad consternada, ha hecho sonar una alarma que no debe ser ignorada. Aunque las autoridades aún investigan las causas del hecho, han surgido reportes que indican que se realizaban trabajos de modificación en la estructura superior del local. Aún sin conclusiones definitivas, este lamentable suceso pone sobre la mesa un tema urgente: ¿Somos realmente conscientes del riesgo que conlleva intervenir una estructura?

En ingeniería civil, cada parte de una edificación tiene límites. Cuando un edificio se diseña, se hace pensando en cargas específicas: el peso del techo, el de los ocupantes, el mobiliario, los equipos instalados, incluso las cargas que ejerce el viento o un sismo... todo está cuidadosamente calculado. Por eso, cuando se decide añadir algo nuevo —un compresor de aire, una torre de sonido, un tanque de agua, una nueva cubierta, paneles solares o hasta un entrepiso liviano —sin revisar si la estructura lo soporta—, se está tomando una decisión peligrosa. Lo más delicado es que estos errores no siempre se notan de inmediato. La estructura aguanta... hasta que ya no puede más.

Y es que el peligro no siempre se presenta con grietas visibles o columnas tambaleantes. A veces se esconde en una carga extra que nadie midió, en una losa que fue pensada para menos peso, o en una conexión improvisada por salir del paso. Ahí, en ese “esto siempre se ha hecho así” o “no debe pasar nada”, se gestan las tragedias.

Por eso es crucial que como sociedad entendamos algo fundamental: los técnicos idóneos no están para poner trabas, están para cuidar vidas. Consultar a un ingeniero estructural antes de hacer modificaciones no es una opción, es una responsabilidad. Dejarse guiar por la experiencia empírica sin fundamento técnico es como conducir con los ojos vendados.

Y este llamado no es solo para quienes construyen. Va también para propietarios, administradores de locales, para quienes alquilan espacios y para quienes frecuentan lugares con estructuras antiguas o en remodelación. Todos tenemos derecho a la seguridad estructural. Todos tenemos el deber de exigirla.

La tragedia en República Dominicana nos deja una lección dura, pero valiosa: no todo riesgo es evidente, pero todos los riesgos pueden prevenirse si actuamos con criterio, con respeto por las normas y, sobre todo, con humildad para reconocer que la seguridad empieza por hacer las cosas bien.

Que no tengamos que lamentar una pérdida más para entender que, en cuestiones estructurales, lo más peligroso no siempre es lo que vemos... sino lo que subestimamos.

*El autor es ingeniero civil egresado de la Universidad Tecnológica de Panamá y Máster por la Universidad Politécnica de Cataluña