Comentando a Expediente Abierto sobre Centroamérica y China (I)
- 04/08/2024 23:00
- 03/08/2024 11:31
Las asimetrías son causantes de verdaderos dolores de cabeza y dificultan sus relaciones con China: desequilibrios comerciales, políticos, económicos, financieros y culturales, corrupción y nepotismo Ha llegado a mis manos un estudio de un Think Tank centroamericano denominado Expediente Abierto (EA), en el cual se analiza el tema de “China en Centroamérica: Estrategias, Influencia y Operaciones en el siglo XXI”.
El estudio tiene más de 60 páginas e involucra una diversidad de temas de política interna y externa de CA.
El documento cita a prestigiosos investigadores del Centro de Estudios China-México (Cechimex), como Dussel Peters, y a otros, como Robert Evan Ellis, del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de EE.UU. Ellis es funcionario del Departamento de Estado en Washington, que lleva a cabo una guerra híbrida contra China.
Me parece pertinente reproducir algunos comentarios que hice en 2018 en torno a algunas medidas que Ellis propuso a Washington para castigar a Panamá por haber establecido relaciones con China y haberlas roto con Taiwán sin antes pedirle permiso (Julio Yao, “Panamá, entre el yunque y el martillo”, en Panamá, China y la Geopolítica, 2019, 328 págs.).
Las medidas de Ellis se resumen en tres puntos:
El primero: Cuando Panamá se desvíe de las normas de EE.UU., Washington debe reorientarla “para conservar la salud de sus instituciones democráticas”; es decir, tratarnos como a Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
El segundo: “Cuando Panamá no se porte bien, EE.UU. puede restringir el acceso a puertos norteamericanos de barcos con bandera panameña y restringir el acceso al mercado de EE.UU. a instituciones y ciudadanos panameños.” Panamá abandera la flota más grande del mundo, y esta medida atenta contra el Canal, la Zona Libre de Colón y el Centro Financiero Internacional.
El tercero: “Si Panamá no actúa según los intereses de EE.UU., Washington debe encabezar un lobby de empresas marítimas para disuadirla. Si Panamá insiste en su mal comportamiento, EE.UU. puede negociar con Colombia para usar sus puertos y no los de Panamá”.
Al respecto, Marco A. Gandásegui dijo que Ellis “siembra 21 mentiras sobre las relaciones entre Panamá y China y hace 12 recomendaciones para castigar a Panamá (Marco Gandásegui, “Los planes de EE.UU. para contener el avance chino en Panamá” I y II, La Estrella de Panamá, 11 y 12 de octubre de 2018).
Citamos al profesor Ellis porque debemos ser cuidadosos al momento de valorar las relaciones con China, al igual que con cualquier otro país, no con criterios extrajurídicos, como ocurre con EA, que culpabiliza a Cuba, Nicaragua, El Salvador, Honduras y ahora, a Panamá. Ellis no es un observador ingenuo o inocente, sino un representante y referente ideológico de Washington.
Las medidas que Ellis recomienda son claramente violatorias del derecho internacional.
La primera castiga a Panamá y la pone en una lista negra, interviniendo en sus asuntos internos, uno de los cinco principios de la política exterior de China.
La segunda constituye una sanción ilegal que atenta contra nuestro desarrollo, lo cual transgrede otros dos principios sagrados de la política exterior de China: el respeto mutuo y la no agresión.
La tercera es una amenaza y un brutal chantaje a Panamá, cuyos puertos no serían empleados sino desplazados por los de Colombia, lo cual constituye un ataque al Canal y a nuestra soberanía, otro principio sagrado de la política exterior de China.
No haremos comentarios sobre asuntos internos aunque los consideramos dignos de tomar en cuenta, pero sí lo haremos en torno a las relaciones entre CA y China, con especial atención a las opiniones vertidas sobre Panamá.
EA centra su estudio en un plazo demasiado corto (17 años) para enjuiciar las relaciones de CA con China.
Es necesario abrir el abanico cronológico y advertir que EE.UU. intervino en la región desde del siglo XIX; e.g., Panamá cayó bajo el yugo de Washington conforme al Tratado Mallarino-Bidlack de 1846.
Hubieran sido de mayor provecho los juicios de EA sobre los dos siglos de dominación norteamericana y no sobre los escasos 17 años con China.
Añadamos que la inmensa mayoría de los problemas analizados se salen del marco de las relaciones internacionales y tienen su razón de ser en la extraordinaria asimetría entre CA y China, una desigualdad que afecta tanto a Occidente como al sur global.
Las asimetrías son causantes de verdaderos dolores de cabeza y dificultan sus relaciones con China: desequilibrios comerciales, políticos, económicos, financieros y culturales, corrupción y nepotismo.
EA señala que algunos gobernantes delegan la responsabilidad sobre China a sus familiares, pero esta es su prerrogativa y, aunque el nepotismo puede ser un delito, para nada interviene China, ya que es respetuosa de la no intervención.
Se critica que Karim Bukele en El Salvador y Laureano Ortega, hijo del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, sean los encargados de las relaciones con China.
EA considera que los gobernantes, mientras más autoritarios, más se acercan a China. ¿Por qué no colegir que, mientras más representan a sus pueblos más se acercan a China, ya que, contrario a la región, Beijing ha eliminado la pobreza y consagra toda la plusvalía a su población?
El autor es internacionalista, diplomático de carrera y agente ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Ha llegado a mis manos un estudio de un Think Tank centroamericano denominado Expediente Abierto (EA), en el cual se analiza el tema de “China en Centroamérica: Estrategias, Influencia y Operaciones en el siglo XXI”.
El estudio tiene más de 60 páginas e involucra una diversidad de temas de política interna y externa de CA.
El documento cita a prestigiosos investigadores del Centro de Estudios China-México (Cechimex), como Dussel Peters, y a otros, como Robert Evan Ellis, del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de EE.UU. Ellis es funcionario del Departamento de Estado en Washington, que lleva a cabo una guerra híbrida contra China.
Me parece pertinente reproducir algunos comentarios que hice en 2018 en torno a algunas medidas que Ellis propuso a Washington para castigar a Panamá por haber establecido relaciones con China y haberlas roto con Taiwán sin antes pedirle permiso (Julio Yao, “Panamá, entre el yunque y el martillo”, en Panamá, China y la Geopolítica, 2019, 328 págs.).
Las medidas de Ellis se resumen en tres puntos:
El primero: Cuando Panamá se desvíe de las normas de EE.UU., Washington debe reorientarla “para conservar la salud de sus instituciones democráticas”; es decir, tratarnos como a Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
El segundo: “Cuando Panamá no se porte bien, EE.UU. puede restringir el acceso a puertos norteamericanos de barcos con bandera panameña y restringir el acceso al mercado de EE.UU. a instituciones y ciudadanos panameños.” Panamá abandera la flota más grande del mundo, y esta medida atenta contra el Canal, la Zona Libre de Colón y el Centro Financiero Internacional.
El tercero: “Si Panamá no actúa según los intereses de EE.UU., Washington debe encabezar un lobby de empresas marítimas para disuadirla. Si Panamá insiste en su mal comportamiento, EE.UU. puede negociar con Colombia para usar sus puertos y no los de Panamá”.
Al respecto, Marco A. Gandásegui dijo que Ellis “siembra 21 mentiras sobre las relaciones entre Panamá y China y hace 12 recomendaciones para castigar a Panamá (Marco Gandásegui, “Los planes de EE.UU. para contener el avance chino en Panamá” I y II, La Estrella de Panamá, 11 y 12 de octubre de 2018).
Citamos al profesor Ellis porque debemos ser cuidadosos al momento de valorar las relaciones con China, al igual que con cualquier otro país, no con criterios extrajurídicos, como ocurre con EA, que culpabiliza a Cuba, Nicaragua, El Salvador, Honduras y ahora, a Panamá. Ellis no es un observador ingenuo o inocente, sino un representante y referente ideológico de Washington.
Las medidas que Ellis recomienda son claramente violatorias del derecho internacional.
La primera castiga a Panamá y la pone en una lista negra, interviniendo en sus asuntos internos, uno de los cinco principios de la política exterior de China.
La segunda constituye una sanción ilegal que atenta contra nuestro desarrollo, lo cual transgrede otros dos principios sagrados de la política exterior de China: el respeto mutuo y la no agresión.
La tercera es una amenaza y un brutal chantaje a Panamá, cuyos puertos no serían empleados sino desplazados por los de Colombia, lo cual constituye un ataque al Canal y a nuestra soberanía, otro principio sagrado de la política exterior de China.
No haremos comentarios sobre asuntos internos aunque los consideramos dignos de tomar en cuenta, pero sí lo haremos en torno a las relaciones entre CA y China, con especial atención a las opiniones vertidas sobre Panamá.
EA centra su estudio en un plazo demasiado corto (17 años) para enjuiciar las relaciones de CA con China.
Es necesario abrir el abanico cronológico y advertir que EE.UU. intervino en la región desde del siglo XIX; e.g., Panamá cayó bajo el yugo de Washington conforme al Tratado Mallarino-Bidlack de 1846.
Hubieran sido de mayor provecho los juicios de EA sobre los dos siglos de dominación norteamericana y no sobre los escasos 17 años con China.
Añadamos que la inmensa mayoría de los problemas analizados se salen del marco de las relaciones internacionales y tienen su razón de ser en la extraordinaria asimetría entre CA y China, una desigualdad que afecta tanto a Occidente como al sur global.
Las asimetrías son causantes de verdaderos dolores de cabeza y dificultan sus relaciones con China: desequilibrios comerciales, políticos, económicos, financieros y culturales, corrupción y nepotismo.
EA señala que algunos gobernantes delegan la responsabilidad sobre China a sus familiares, pero esta es su prerrogativa y, aunque el nepotismo puede ser un delito, para nada interviene China, ya que es respetuosa de la no intervención.
Se critica que Karim Bukele en El Salvador y Laureano Ortega, hijo del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, sean los encargados de las relaciones con China.
EA considera que los gobernantes, mientras más autoritarios, más se acercan a China. ¿Por qué no colegir que, mientras más representan a sus pueblos más se acercan a China, ya que, contrario a la región, Beijing ha eliminado la pobreza y consagra toda la plusvalía a su población?