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Clase trabajadora moderna: entre lucha clasista, colaboracionismo o genuflexión

Actualizado
  • 03/06/2024 23:00
Creado
  • 01/06/2024 14:11

Diluido a su mínima expresión en el poder estatal ese sector de clases industrialista, fomentadoras de desarrollo económico, hoy por hoy, no cabe pensar en que pueda ser eficaz ni oportuno, el colaboracionismo entre las clases

Al ir madurando la sociedad moderna, después de la segunda revolución industrial, las elevaciones de productividad dieron la impresión de que se podían compartir las ganancias generadas en las empresas. Esto lleva a un cambio de práctica de los movimientos sindicales, que lleva a hablar ya no de lucha enconada entre las clases, como se venía dando, sino de colaboracionismo entre clases antagónicas.

Se advierte, que raras veces los agentes de las clases que oprimen aceptan que esta realidad sea cierta. Asimismo, no todos los sectores de las clases opresoras están dispuestos a establecer lazos de “colaboración” con sus oprimidos, en buena parte, porque se trata de empresarios cuyas actividades son de baja productividad y los empleos generados son tan precarios que mejorar esta precariedad significaría no amasar las ganancias a las que están acostumbrados, en virtud de incurrir en relaciones de superexplotación del trabajo. Por tanto, esta categoría de empresarios solamente acepta comportamientos genuflexos de parte de los trabajadores, que sepan “mirar con los ojos del amo”- como diría el psiquiatra y antropólogo caribeño Frantz Fanon hace casi un siglo - ante relaciones de opresión. De lo contrario, este tipo de empresariado, mantiene sus prácticas de enfrentamiento clasista, abierto o velado (como la creación de sindicalismo llamado “amarillo” dentro de sus empresas) para mantener la “disciplina laboral”.

En múltiples empresas, donde ya existían sindicatos obreros, a los nuevos empleados contratados por los dueños, se les impone afiliarse al sindicato amarillo. Estos son los que en cualquier momento de crisis o de protestas de parte de los que defienden los intereses laborales, salen a desvirtuarlos, a defender a la empresa ante los medios de comunicación y hasta a actuar con violencia contra los que sí se identifican con la negación de la explotación de la que son objetos. Aunque, este empresariado lo niega hasta la muerte, no existe la lucha de clases, que ellos mismos fomentan diariamente.

La fracción industrial con mayor productividad relativa, basada en la tecnología más que en la fuerza laboral, ha sido más proclive a establecer relaciones políticas intra y extra empresa de colaboración con las clases trabajadoras con las que interactúa directamente. Es decir, la clase trabajadora conocida como “obrera”. Es así, que en nuestro país, el colaboracionismo de clase aparece de manera más institucionalizada en la etapa de robustecimiento y ampliación de derechos que experimentaron las clases asalariadas en la Caja de seguro social (CSS), fase observada desde final de la década de 1950 hasta el año 1982, cuando las élites financieras y comerciales volaron en mil pedazos ese pacto industrialista - laboral que había hecho desarrollar a la seguridad social panameña. Nótese, que después de allí, la CSS solo ha experimentado crisis, tras crisis.

Hoy, ya no existe una fracción industrial criolla con suficiente poder e ímpetu desarrollista del mercado interno; las élites del poder actual no apuntan hacia ese modelo de desarrollo, que robustece el mercado nacional y solo miran a las inserciones de Panamá en el mercado mundial; que no está mal per se´, sino cuando lo absolutizan olvidándose del beneficio hacia el pueblo que opera en el mercado interno.

Diluido a su mínima expresión en el poder estatal ese sector de clases industrialista, fomentadoras de desarrollo económico, hoy por hoy, no cabe pensar en que pueda ser eficaz ni oportuno, el colaboracionismo entre las clases. Las élites en el poder solo reconocen dos tipos de relaciones en el plano político e institucional: bien, la lucha abierta o velada de clases o bien, la genuflexión de los trabajadores. En realidad, el empresariado que controla los mecanismos del poder criollo, tiene total claridad de que, si no hay puntos de intersección entre los intereses de las clases asalariadas y sus intereses, no hay colaboración que valga.

Esto se pondrá a prueba con las acciones que desde el Estado estas élites económicas - todas alineándose con el nuevo gobierno - llevarán a cabo al tratar de resolver los problemas que enfrentan intereses que aparecen irreconciliables en la mayor parte, a saber, la cuestión minera, la del agua y la cuestión de la protección social a través de la CSS, con la lamentable observación de que ya se manifiestan grupos de asalariados profesionales y no profesionales, que están mirando con los ojos del amo.

El autor es sociólogo y docente investigador