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Balance correcto para la gobernabilidad

Actualizado
  • 23/07/2024 00:00
Creado
  • 20/07/2024 13:42

La historia contemporánea latinoamericana ha tenido múltiples capítulos de distanciamiento entre presidentes electos y sus antecesores del mismo proyecto político. Hablamos en algunos casos de sucesiones tensas, y en otros casos de divorcios totales con acusaciones y persecuciones de por medio. En algunos casos las peleas sorprendieron, en otros se veían venir y en otros al parecer se quería tapar el sol con un dedo.

Juan Manuel Santos (2010-2018) se distanció de Alvaro Uribe (2002-2010) en Colombia después de ser elegido con su bendición. Lo mismo podemos decir de Lenin Moreno (2017-2021) distanciándose abiertamente de Rafael Correa (2007-2017) en Ecuador. Marito Abdo (2018-2023) fue el sucesor en Paraguay después de Horacio Cartes (2013-2018) y aunque ambos fueron electos por el Partido Colorado pocos dirían que fue un gobierno de continuidad. Otro caso es el de Danilo Medina (2012-2020) en República Dominicana y su contraste permanente con Leonel Fernández (2004-2012). Y la lista es mas larga.

Pocas cosas excitan más el análisis político que esta discusión. Se va a distanciar Mulino de Martinelli? ¿Ya están distanciados? ¿Hablan? ¿Lo consulta? De cada gesto, de cada decisión, de cada mensaje, habrá un análisis especial en algunos casos lleno de especulaciones y sobre - lecturas. En algunos casos las “fricciones” (supuestas o reales) son inclusive vistas desde la lógica del “policía bueno” y el “policía malo”. En otros casos hasta se ha especulado con las ventajas de dominar la agenda mediática con una pelea que esta dentro de la casa.

Los distanciamientos entre presidentes electos y expresidentes que en teoría acompañaban el mismo proyecto políticos parecieran en muchos casos tener un elemento común: Los presidentes electos entendían que era el momento de “continuidad con cambios” mientras que los expresidentes entendían que era un momento fundamentalmente de “continuidad”. En esta lectura comienzan muchos de los conflictos. Los “nuevos” asumen que es un momento distinto que requiere “matices” y los predecesores asumen, que se “está cambiando el rumbo que les permitió llegar al poder”.

¿Por qué eligieron los panameños a Mulino? Sin duda por el apoyo de Martinelli, por la expectativa del retorno de tiempos de grandes obras y mayor bonanza económica, de mas “chen chen”. En tiempos de alto deseo de cambio, Mulino, con el apoyo de Martinelli, fue capaz de posicionar que era el único cambio con experiencia, el único cambio seguro. Otros votantes buscaban y buscan un cambio total en relación al gobierno de Nito Cortizo. No se puede obviar la demanda ciudadana por mayor honestidad.

El presidente Mulino tiene el inmenso desafío por delante de responder a ese gran deseo de cambio y mantener el fino balance entre quienes aspiran un gobierno 100% Martinellista, y quienes entienden la necesidad de un gobierno con matices propios. En campaña alcanza para ganar con poco más de 1/3 del electorado. Una vez en el gobierno estás obligado a pensar en todos los panameños con una regla de oro: las necesidades son prácticamente infinitas, los recursos son escasos, y existen agendas e intereses contrapuestos.

La relación del presidente electo con el expresidente Martinelli es mucho más que un morbo para el análisis. Para algunos de sus votantes, debe ser leal y consecuente al expresidente, pues gracias a él fue elegido. Y del otro lado, hay ciudadanos que esperan que el nuevo presidente no se “extralimite” en decisiones que pueden percibirse como favores o cesiones hacia el expresidente. Riesgos hay por todos lados: Si lo perciben dócil, mínimo le dirán “marioneta”, y si lo perciben lejano, mínimo le dirán “traidor”.

En México usan un refrán: “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”. Ese es el dilema, encontrar el balance correcto a esta relación como una de las claves para la gobernabilidad del nuevo gobierno.

El autor es docente de estudios superiores