Columnistas

Ases en las nubes: entre águilas y buitres

  • 08/04/2025 00:00

El relato de las luchas del humano para emular a las aves encontró su destino con el esfuerzo de los hermanos Wright para poner en el aire su primigenio ingenio volador, el cual, como todas las conquistas humanas, fue superado por las inmediatas y sucesivas creaciones que nos han llevado a los ingenios voladores de nuestros tiempos.

Aquellas victorias tecnocientíficas no eran concebibles sin la participación valiente de los humanos, sin los cuales no se aspiraba a domeñar los motores y sus artilugios. Lejos estaban de concebir el mundo de hoy con el mando a distancia y el protagonismo de los drones.

En un mundo que todavía no supera la violencia fratricida, las alas metálicas y sin plumas de los humanos pronto se vieron incluidas en la vorágine de violencia que todavía no disipamos. No obstante, el horror de las contiendas en el nuevo campo de batalla ubicado en las nubes dio espacio a la aparición de héroes que, como en los torneos medievales, hacían de su honor y su atrevido heroísmo armas de destreza y caballerosidad, aunque sin las caballerías de antaño.

Uno de los tantos casos de destreza al pilotear y combatir fue el de Manfred von Richtofeen, el legendario aviador alemán de la Primera Guerra Mundial, el cual fue apodado el Barón Rojo y de quien se hicieron películas.

Luego, en la Segunda Guerra Mundial puede destacarse lo que se llamó la Batalla de Inglaterra, en la cual la cacareada Luftwaffe de Göering no pudo vencer la desesperada resistencia inglesa que trataba de impedir la invasión del suelo inglés que soñaba Napoleón y que Hitler tampoco logró. El llamado a las armas y al combate aéreo galvanizó al pueblo sencillo de las islas británicas, demostrando un heroísmo muy lejano de su conducta habitual en las tierras coloniales. Al César lo que es del César

Después de disipadas las ominosas nubes de aquella guerra, el sol no salió para el Tercer Mundo y, a partir de la guerra de Corea y después en Indochina, la aviación abandonó el honor del combate entre rivales y sacó a relucir su aspecto más siniestro, que es el bombardeo de los civiles, materia en que se especializó el arma estadounidense, aunque esgrimiendo la argumentación de los daños colaterales.

No obstante el horror de esta nueva condición del arma aérea, lo que ocurre con la aviación israelí es expresivo en grado superlativo de la siniestra evolución del arma aérea, cual Frankenstein moderno: las fuentes no señalan ningún hecho de hidalguía o de bravura en la aviación israelí, centrando siempre sus campañas contra civiles desarmados y desamparados. En los pocos registros concretos de combate entre militares predomina la traición y golpes de espada, como la destrucción por sorpresa de 300 aviones egipcios en tierra antes de avisar las acciones de guerra. Así por el estilo, lo que sigue es que para pertenecer al arma aérea israelí se necesita pericia, traición y hostigamientos sin piedad a personas de a pie, lo que da lugar a la necesaria construcción de la palabra abominación por impiedad propia de impíos. No hay héroes, sino villanos en el arma aérea israelí, lo cual nos hace predecir que cuando la paz impere en el Medio Oriente y la justicia acuda para consolidar la paz, todos los miembros de la fuerza aérea israelí serán imputables, salvo prueba fehaciente en contra.

*El autor es médico