Alemania en el contexto de la enajenación trumpista
- 26/02/2025 00:00
- 25/02/2025 17:35
En la vorágine de la política mundial desencadenada tras la toma de posesión del presidente Donald Trump, ha habido pocos acontecimientos políticos regidos por la lógica de la cordura como las elecciones alemanas del pasado 23 de febrero. El calificativo no tiene que ver con el resultado, sino con el proceso llevado a cabo. Evidencia de ello es el sereno respeto a la institucionalidad vigente y la capacidad de movilizar masivamente al electorado que acudió a las urnas con una participación del 84 % para evidenciar, una vez más, la heterogeneidad de la sociedad reflejada en la variedad de las preferencias políticas.
El 20-E supuso el inicio de la ruptura de un orden global establecido después de la Segunda Guerra Mundial reacomodado en diferentes momentos ulteriores en el que dentro de sus notas constitutivas se encontraba la alianza atlántica. Hoy este pacto es asunto del pasado y en Europa resulta urgente la recomposición del estado de cosas. En ese contexto, las elecciones alemanas son un eslabón fundamental, de ahí que su resultado, para evaluar el estado de la cuestión, requiera de un análisis sobre la base de tres consideraciones.
En primer lugar, hay que señalar que el parlamentarismo vigente en un estado federal como es el alemán supone que la conformación del gobierno, que es el propósito de toda elección, se lleva a cabo en una segunda votación realizada en el parlamento (Bundestag). El electorado ha elegido a este gracias a un sistema electoral virtuoso que asegura a la vez la proporcionalidad y el carácter personalizado de la votación. El parlamento refleja la complejidad de la sociedad por lo que es habitual que los diferentes grupos políticos, que nunca alcanzan la mayoría absoluta de manera individual, establezcan alianzas. Por ello, la pauta habitual es la de gobiernos integrados por más de un grupo político cuya gestación lleva a veces meses de conversaciones y acuerdos. De hecho, en la actual situación, se estima que el nuevo gabinete podrá estar listo hacia el 20 de abril.
El gobierno de coalición saliente, presidido por Olaf Scholz, líder del partido socialdemócrata (SPD), la fuerza más votada en los comicios de 2021 con el 26 %, integraba a cristianodemócratas (CDU-CSU), que obtuvieron entonces el 24 %, y a los verdes (Grüne) que alcanzaron el 15 %. El actual, con gran seguridad, estará presidido por Friedrich Merz, líder cristianodemócrata del grupo más votado (29,5% del voto y 208 escaños), y acogerá a los socialdemócratas quienes obtuvieron el 16,4 % del voto popular que le aportará 120 escaños, una cifra suficiente para alcanzar la mayoría requerida en una cámara de 630 miembros.
En segundo término, en un escenario mundial en el que los partidos políticos están sometidos a un desgaste notable estando alejados de un electorado que cada vez se identifica menos en ellos, los partidos alemanes han aguantado la crisis que alimenta la fatiga de la democracia. Los partidos han producido alternancia en el poder, logrado movilizar una porción importante del electorado y mantenido su presencia en la arena política, aspectos todos ellos fundamentales en el devenir democrático.
De hecho, de las seis las agrupaciones que han llegado al parlamento ya estaban cinco en la asamblea saliente que contaba con seis. Quienes no han logrado validar su presencia ha sido como consecuencia de que la legislación electoral establece un umbral del 5% del voto a nivel nacional de manera que quienes no lo alcanzan son excluidos del reparto de escaños.
La transferencia de los votos del electorado entre la elección de 2021 y la de 2025 ha reflejado un desgaste claro de dos de los tres partidos que integraron la coalición gubernamental, socialdemócratas -de hecho, es su peor registro en un siglo- y verdes; así como de los liberales (FDP) que desaparecen del ámbito parlamentario. Por el contrario, se ha producido un aumento en el flujo electoral al pasar del 10% hasta alcanzar el 20,8% del partido de extrema derecha AdF liderado por Alice Weidel y asentado fundamentalmente en el este alemán. El partido de izquierda (Die Linke) ha incrementado su caudal de votos del 5 al 9% y un nuevo partido (BSW) es posible que haya logrado superar por un estrecho margen el umbral del 5%.
Finalmente, hay que señalar que la centralidad de la discusión política no solo en Alemania lleva estando centrada en el papel desempeñado por AdF al tratarse de la primera expresión política sólida que reivindica el pasado nazi del país y sobre la que las restantes fuerzas políticas mantienen un cinturón sanitario para no pactar con ella. Además, el hecho de haber sido loada por el actual gobierno norteamericano y su adlátere, Elon Musk, haciendo de su postura una inequívoca confrontación al orden europeo, ponía el foco de interés en el flujo electoral que podría obtener.
Los resultados muestran que si bien una quinta parte del electorado alemán apoya a Alice Weidel no es menos cierto que los partidos tradicionales ven disminuido su vigor pues la suma del bagaje electoral de ambos es la menor en la historia, pero tienen capacidad suficiente para alcanzar el gobierno y mantenerlo establemente durante los próximos cuatro años. De la ejecutoria de sus políticas referidas a cinco aspectos clave que concitan la atención de la ciudadanía dependerá el futuro del país. Se trata del manejo de la cuestión migratoria, la deuda interna, el cambio definitivo de la matriz energética, la resolución cada vez más enrevesada del conflicto de Ucrania y de las relaciones con Washington. Para todo ello el acompañamiento de la Unión Europea resulta imprescindible, pero a la vez un sólido liderazgo alemán no se debe hacer esperar.