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A mi maestro Dr. Gustavo García de Paredes

Actualizado
  • 29/09/2024 00:00
Creado
  • 29/09/2024 00:00

En el aula de clases, Gustavo García de Paredes tenía una capacidad sorprendente de captar la atención de los estudiantes en especial, con temas sobre Tutankamón, el barquero taciturno, Nefertiti

En días pasados le decía a unos exestudiantes que: nosotros somos el resultado de la educación que recibimos de nuestros profesores durante nuestros años de formación y, por ello, transmitimos esas prácticas, costumbres, incluso valores aprendidos; y con quien conversaba me expresó que, entonces, él también había recibido indirectamente formación de Gustavo García de Paredes, a través de mí, lo cual es cierto.

Aprovechando el momento en que las lágrimas han dejado de salir, por ahora, les quiero presentar al Gustavo García de Paredes que yo conocí. Un hombre intimidante, serio, prudente, sencillo, sensato, culto y atento, que fue mi profesor de Historia de Oriente, Grecia y Roma y director de trabajo de graduación.

Nosotros, los estudiantes, recordamos que los miércoles, jueves y viernes antes de nuestras clases, hacía rondas por la universidad, y así podía apreciar de primera mano el funcionamiento de esta, y que a la vez también los universitarios y administrativos aprovechaban esas ocasiones para intercambiar palabras.

También era usual que cuando terminaba de dictarnos las clases en el auditorio, fuera esperado por un sinnúmero de personas que querían conversar, saludarlo o exponerle quejas; lo cual sucedía también en el lobby de la Rectoría y en su oficina, en la que generalmente, aguardaban personas hasta horas de la noche para ser atendidos por él.

Por otro lado, reconocemos que la tarea docente, aunque no lo parezca, suele ser a veces un oficio egoísta, si es mal llevado. Hay algunos profesores que no tienen vocación y, por tanto, no entran al aula con ilusión y compromiso de enseñar y compartir conocimientos, no se muestran empáticos hacia los estudiantes, son arrogantes, impacientes, entre otros. Gustavo García de Paredes, entendió su función, enseñó lo que sabía y cuando no lo sabía, lo aceptaba.

En el aula de clases, Gustavo García de Paredes tenía una capacidad sorprendente de captar la atención de los estudiantes en especial, con temas sobre Tutankamón, el barquero taciturno, Nefertiti. En el caso de las historias de Heinrich Schliemann y su búsqueda de la Troya homérica les hacía cobrar vida y encontrar sentido en mentes como la de nosotros, que no entendíamos la importancia de estudiar la antigüedad estando en Panamá.

Recuerdo que durante el semestre, a medida que avanzaban las clases, nos decía: “esto viene en el examen, apúntenlo, que les estoy dando las preguntas del examen semestral”. En algún momento se dio cuenta que nosotros no tomábamos eso en cuenta, porque pensábamos que era igual a otros profesores que decían eso y no lo incluían en el examen. Y, sin embargo, sucedió que el día del examen semestral, efectivamente de las 15 preguntas, 10 fueron de los temas que nos había comentado que venían para el examen. Al ver nuestras caras de asombro, Gustavo García de Paredes, se rió y nos dijo: “ya ven, se los dije”. Aun después de haberme graduado mantuve el contacto con mi profesor Gustavo García de Paredes, aunque me fuera a estudiar mi maestría de Historia Antigua en la Universidad Autónoma de Madrid, y luego de ingresar como profesora a la universidad, me preguntaba, cómo me iba con mis estudiantes y si me gustaba ser profesora.

La última vez que conversamos, fue en un almuerzo que compartió con un grupo de profesores al cual fuimos invitados el día 20 de agosto de este año, momento que jamás olvidaremos, porque nos permitió comentarle, entre otras cosas, de nuestra reciente investigación “Belisario Porras y Gustavo García de Paredes: Un emperador Romano y un faraón en Panamá”, hecho que le hizo mucha gracia porque recogía las caricaturas suyas en los periódicos.

Antes de terminar, los estudiantes del curso de Historia de Oriente, Grecia y Roma del 2010, lo recordaremos siempre con un cariño sincero, y un continuo reconocimiento eterno por su labor como profesor.