Columnistas

8 x 4 no es 40

Actualizado
  • 22/09/2024 00:00
Creado
  • 21/09/2024 19:24

El mundo entero está coqueteando con la idea de una semana laboral más corta. En Estados Unidos, Europa y Asia existen proyectos de ley en pleno debate y experimentos en prueba y ensayos. En Panamá hace unos meses un candidato presidencial osó en prometer una jornada laboral de 32 horas de ganar las elecciones. Es posible que los llamados a una semana laboral más corta no resuelvan los problemas existentes entre trabajadores y patronos, pero a medida que la idea se vuelve más común, refleja un deseo creciente, dentro y fuera de los pasillos del poder, de reconsiderar el papel que juega el trabajo en la vida de muchos.

Para mí, el trabajo es una actividad sagrada. Y la forma más sensata de acercarse al problema del exceso de trabajo es motivar a los trabajadores a que midan su productividad en vez de calcular simplemente el número de horas que pasan dentro de sus respectivos cubículos. Los datos que existen sobre el efecto de una semana de cuatro días aún no se conocen en su totalidad, en parte porque la información hasta ahora proviene de instituciones donde han sido los empleadores los que se han ofrecido voluntariamente a intentar una semana más corta, en lugar de generalizar y analizar el efecto utilizando a los mismos trabajadores.

Por supuesto, la hipótesis parte de la premisa de que los trabajadores cuando trabajan menos horas deberían estar menos agotados. Sin embargo, eso no es necesariamente cierto, ya que existen estudios que demuestran que las semanas de menos horas no se traducen automáticamente en tasas de agotamiento más bajas, a pesar que en teoría a los trabajadores les gusta la idea que una semana más corta mejoraría su bienestar.

Por un lado, hemos visto durante décadas cómo los patronos y las grandes empresas presionan a sus trabajadores para alcanzar sus objetivos y metas corporativas, sin encontrar una fórmula exacta que relacione la cantidad de horas trabajadas con el logro de esos resultados. Por otro lado, y es el caso patético en Panamá, los trabajadores mantienen la postura que aumentos periódicos en sus salarios, sin ninguna consideración con el tema de productividad ni eficiencia, es el mecanismo idóneo para alcanzar bienestar.

Así las cosas, hay varios países que actualmente están buscando soluciones para mejorar su propia situación laboral. En Grecia, por ejemplo, se permitió recientemente que las empresas aumenten su semana laboral a seis días para consolidar su envejecida fuerza laboral y ayudar a lidiar con la escasez de mano de obra calificada. Según la nueva norma, los trabajadores griegos podrán recibir hasta un 40% adicional el sexto día, lo cual aumentaría hasta un 110% si ese día cae en domingo o día festivo. Igualmente, esos mismos trabajadores pudieran optar por trabajar menos horas por semana, pero no calificarían entonces para recibir pagos por tiempo extra ni otras bonificaciones que vienen acompañadas con objetivos de productividad y puntualidad. Hasta ahora, los griegos muestran esperanza en una propuesta de semana más flexible en vez de más corta.

Sin duda el argumento detrás de trabajar cuatro días es que beneficiaría tanto a trabajadores como empleadores. Menos horas en las oficinas y centros de producción pudiera significar menos gastos fijos y variables, además de la tesis de que los trabajadores pudieran tener más energía y menos cansancio. Pero también menos tiempo en la oficina y en el trabajo se debería traducir en más tiempo en el hogar, lo que pudiera ayudar a mejorar la situación doméstica e intrafamiliar y las relaciones entre padres, hijos y parejas.

Actualmente, la jornada laboral promedio en Panamá es de 44 horas, casi en el punto medio en comparación con otros países en el mundo: Mauritania (54 horas), Egipto (53), Qatar (50), Líbano (48), Costa Rica (44), Colombia (42), Estados Unidos (40), Gran Bretaña (38), Francia y Alemania (35), Noruega y Dinamarca (34), Austria (33) y Países Bajos (32). El asunto clave aquí es que mientras en otros países se intenta disminuir la semana laboral, las autoridades y los mismos empleadores están desesperados buscando mecanismos que pudieran aumentar la productividad de sus trabajadores. En Panamá, tal como mencioné en el párrafo anterior, ese criterio nunca es tomado en cuenta a la hora de fijar salarios mínimos ni tampoco cuando candidatos prometen redefinir la jornada laboral. Según estimaciones oficiales, la productividad en Panamá es 12% menor que Costa Rica y 22% menor que Colombia, aunque nuestro salario mínimo promedio es 18% mayor que el costarricense y 25% mayor que el colombiano.

Por tanto, quien ose en prometer una semana laboral de 32 horas, debe primero enfocarse en las formas en que los panameños vamos a aumentar la producción y mejorar la productividad. De lo contrario, los números no dan. Y 8 x 4 jamás serán 40.