• 07/11/2017 01:01

Sentimientos de independencia de pueblos

En los tiempos de las colonias, la mayoría de los países latinoamericanos tuvieron que emprender su independencia por medio de las armas en guerra sangrientas

En el transcurrir de acontecimientos de convivencia diarios, a conglomerados de personas, en ciertas condiciones de insatisfacción con un orden político y legal al que se sienten sometidas y abrumadas, les nace la necesidad, o el deseo, de modificar tal modo de existencia-política a través de una decisión multitudinaria y mayoritaria.

Ese sentimiento ha aflorado en muchos pueblos, y con más intensidad en los que fueron convertidos en colonias, como fue el caso de los países latinoamericanos y de los países africanos. Pero también ha emergido en comunidades que no fueron convertidas en colonias sino en regiones con algún grado de autonomía, pero que, con el devenir de situaciones y de desarrollo de actividades, se han ido sintiendo en desventaja y con pérdida de oportunidades frente a un poder central que ejerce su predominio, sobre cualquier autonomía o coloniaje, por encima de los intereses de las regiones.

En los tiempos de las colonias, la mayoría de los países latinoamericanos tuvieron que emprender su independencia por medio de las armas en guerra sangrientas contra la monarquía de España de la época. Actualmente, el Gobierno de ese país se rehúsa a aceptar que una mayoría del pueblo de Cataluña declare su independencia política, previa celebración de un plebiscito que definiera la calidad mayoritaria de los independentistas.

En las fechas recientes, con prevalencia de democracia en la mayoría de los países del mundo, resulta paradójico y contradictorio que el Gobierno de un país moderno se oponga a la celebración de un referéndum que determine si existe la voluntad mayoritaria de un pueblo por emprender, con su decisión y nacionalidad, un rumbo político de países independientes y que no solo continúe con la aplicación de una autonomía con limitantes a su visión de prosperidad. Y no únicamente se oponga con legalismo, apoyados en la supremacía del poder central, sino hasta con violencia colonialista e intervención política y administrativa sobre quien pareciera consideran un vasallo rebelde o sedicioso.

Con respecto a las nacionalidades, en la península ibérica existe Portugal como país no español por país peninsular no perteneciente a España ni el menos poblado de Europa. No obstante, para que se independizara como Estado tendría que establecerse que una clara mayoría de catalanes desea independizarse. Por ello, resulta inexplicable que se impida llegar a ese conocimiento.

Por otra parte, la actual clase dominante en la dirigencia burocrática de la Unión Europea se opone a la secesión de Cataluña de España por el efecto de dominio que pueda generarse de otros países de Europa en donde en otras regiones, por razones similares a la Cataluña, pudieran abocarse a buscar y obtener una independencia política de los países a que pertenecen, reduciendo el poder burocrático de esas dirigencias dominantes.

Paralelamente corren noticias, o rumores, de que un enorme número de empresas radicadas en Cataluña han anunciado que abandonarían esa región si se convierte en un nuevo país, por la oposición de España y de la Unión Europea a tal eventualidad. Según su perspectiva, esa oposición afectaría sus actividades comerciales desfavorablemente si la emancipación se concretara. Ello convendría en más sacrificado de transitar el camino de los independentistas, y de todos los habitantes de Cataluña.

Aunque el lenguaje catalán es más similar al español —o castellano— que el portugués, no es idéntico a él, como sí lo era y ha sido el español que se hablaba y habla en los países latinoamericanos, antes y después de su independencia. Ello marca una pequeña diferencia en la idiosincrasia catalana, lo que podría significar que los catalanes son ya algo independientes desde hace siglos y podrían serlo totalmente —como los latinoamericanos—.

En todo este enredo, sigue siendo indispensable que se respete la libre determinación de los pueblos. Ello es parte de los derechos humanos. Por lo que si, después de cumplirse con ese respeto, la mayoría catalana optara por permanecer en España, se mantendría la unidad y Cataluña podría plantear una actualización de su autonomía para un futuro inmediato mediante negociaciones. Comparativamente, Panamá primero se independizó de España y 82 años después se separó de Colombia —a la que se había unido voluntariamente al independizarse de España— estando desde entonces independiente y con armonía normal en sus relaciones con ambos países.

INGENIERO CIVIL.

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