• 22/07/2020 00:00

El inmigrante

Generalmente, nadie escribe sobre este tema. Lo que habitualmente se hace es referirse a la realidad del Gobierno, sus fallas, los niveles de empatía y demás cosas que no dejan de ser importantes, pero desestiman u olvidan el rol de un inmigrante en la humanidad.

Generalmente, nadie escribe sobre este tema. Lo que habitualmente se hace es referirse a la realidad del Gobierno, sus fallas, los niveles de empatía y demás cosas que no dejan de ser importantes, pero desestiman u olvidan el rol de un inmigrante en la humanidad.

Este tema debe llamarnos a reflexionar, porque cuando vemos a un inmigrante pensamos automáticamente en “que es una persona que desplazará a un nacional, cuan equivocado estamos”. Ese inmigrante, tiene una historia, tiene un país, tiene un leitmotiv que lo obligó a abandonar la tierra que lo vio nacer, a sus padres, abuelos, familia y amigos.

Conozco muchas personas que han tenido que emigrar a otros países, por un sueño de libertad y por un mejor futuro. De hecho, Panamá es un Crisol de Razas que aglutina generaciones de inmigrantes españoles, colombianos, cubanos, estadounidenses, israelitas, indostanés, orientales, y de otras nacionalidades que han ayudado a que esta pequeña “S” acostada, que representa nuestro istmo, evolucione para que se convierta en una nación desarrollada, con grandes rascacielos, y un paraíso para que muchas personas quieran vivir en él.

No quiero referirme a las disposiciones legales ni a las políticas que en materia del trato a inmigrantes emplean nuestros países latinoamericanos. Eso, no es motivo de este artículo, lo que pretendo con ello, es resaltar la historia que viven muchos ciudadanos de otros países que se ven obligados a recurrir a esta medida forzados por los Gobiernos dictatoriales, por represiones, o por la ausencia de oportunidades que pueden tener como nacionales en cada uno de ellos.

Hace unos días, observaba en Netflix una película que lleva el nombre ADÚ, que no me decía nada, y demoré en elegirla, desconociendo que la misma estremecería mis sentimientos, y me presentara un retrato de cuerpo completo de lo que viven muchas personas alrededor del mundo, y que, por ser tan común, muchos lo percibimos como invisibles, cuando en realidad no le prestamos la importancia a ese grito de auxilio social y humanitario que tenemos frente a nosotros.

Panamá, vive la misma situación con ciudadanos venezolanos, nicaragüenses, argentinos, dominicanos, haitianos, africanos que ven a nuestro país como un vaso de agua en el desierto de sus vidas, y toman el reto de hacerlo porque no hay otras opciones.

El desplazamiento de panameños por mano de obra extranjera no es porque ellos lleguen a nuestro país. Es por el hecho de que ellos asumen y aceptan los trabajos que los nacionales no aceptamos, y por los cuales no estamos dispuestos a recibir la paga que nos ofrecen.

Nadie emigra a otro país, dejando atrás momentos de su vida, su historia, su identidad, el cariño de su familia y sus amigos. Lo hace quien realmente no ve otra alternativa, que enfrentar ese camino difícil que representa ser inmigrante, para adecuarse a la cultura de otra nación, donde su único objetivo es trabajar inclusive por un salario más bajo que el fijado a nacionales.

Entidades como la Defensoría del Pueblo, y el propio Gobierno, deben ser más humanos en el trato a estas personas, no solo porque se trata de un derecho humano, sino porque podríamos ser cualquiera de nosotros en un futuro.

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