- 21/09/2020 00:00
Un equilibrio peligroso
En medio de esta pandemia, los panameños estamos sometidos diariamente a dos o más fuerzas de la misma intensidad que actúan en sentido opuesto. Por un lado, está la COVID-19, buscando personas susceptibles, mientras que las instituciones públicas y privadas, junto con la población, proponen intervenciones y comportamientos para contener la epidemia. Pero ese estado de equilibrio es delicado. No podemos confiarnos de la aparente desaceleración de la epidemia y menos ahora que se levantaron las medidas de confinamiento. Basta un descuido de nuestra parte para que el virus recupere el espacio que hemos conseguido quitarle.
Aunque desde hace más de dos meses mantenemos una clara tendencia a la disminución de los casos y las defunciones reportadas diariamente; también es cierto que todavía presentamos promedios elevados de casos y defunciones acumulados y reportados semanalmente por millón de habitantes. De hecho, la semana pasada reportamos 4561 nuevos contagios, y 92 defunciones, 12 más que la semana anterior. En relación con la mortalidad es importante poner de relieve que, la mayoría de las defunciones ocurre en mayores de 60 años. Debemos hacer un mayor esfuerzo por conocer y actuar sobre los factores de riesgo y enfermedades concomitantes asociadas a las defunciones. Sin duda, esta situación demuestra lo delicado del equilibrio que vivimos.
Por otro lado, aunque, desde el 25 de julio, el número de reproducción efectiva (Rt) se ha mantenido por debajo de 1.0, tenemos provincias y corregimientos con Rt por encima de 1.0 y en algunos casos, por encima de 1.4, como es el caso de la provincia de Los Santos, y de los corregimientos de La Palma, Las Tablas, Capira, Santa Ana y Parque Lefevre. En estos corregimientos el equilibrio también es peligroso.
Para enfrentar esta situación, el sector salud está llevando a cabo una intensa estrategia de trazabilidad con participación de las comunidades, empresas privadas y clubes cívicos. Las intervenciones buscan detectar y aislar de manera oportuna a las personas positivas. Se ha logrado un aumento considerable en la realización de pruebas de laboratorio para detectar la COVID-19. De hecho, la semana pasada realizamos cerca de 35 000 pruebas, lo que nos ubica entre los países que más pruebas realizan por millón de habitantes, y mantenemos un porcentaje de positividad que ronda el 13 %. Esto es una buena noticia, pero sigue significando que todavía tenemos un elevado número de personas positivas, que no lo saben y, por lo tanto, transmiten el virus a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo.
Sigue siendo nuestro principal desafío, asegurar el aislamiento efectivo de las personas positivas, garantizando que más del 90 % de ellas sea aislado efectivamente. Todo aquel que no tenga en su casa las comodidades demostrables para aislarse, debe aceptar la oferta del hotel que ofrezca el Minsa. A pesar de la disponibilidad de habitaciones y camas en hoteles y albergues, más del 98 % de las personas positivas rechaza el aislamiento en hoteles, prefiere irse para su casa, y pone en grave riesgo a su familia.
No menos importante es reconocer el esfuerzo por aumentar la disponibilidad de camas, insumos y recurso humano para atender a los pacientes de la COVID-19. Al 14 de septiembre de 2020, a nivel nacional, se tiene una ocupación del 57 % de las camas de hospitalización en sala, del 69 % de camas de UCI y semi-UCI y del 39 % de los ventiladores.
Hasta aquí, todo parece indicar que vamos por buen camino, pero, el principal riesgo que pone en peligro este delicado equilibro es nuestro propio comportamiento. Este fin de semana, por ejemplo, miles de panameños se aglomeraron en parques, paseos y sitios de esparcimiento. La mayoría con mascarilla, pero pocos utilizándola correctamente y nadie guardando la distancia necesaria para evitar el contagio. Así no podremos vencer al virus. Estará circulando entre nosotros por lo menos por dos años más, o para siempre, porque no es posible alcanzar un estado en el cual el ciento por ciento de la población sea inmune a un patógeno, haya o no haya vacuna.
Solo nuestra acción comprometida podrá contener esta epidemia. Si la población sigue produciendo casos, nunca serán suficientes las pruebas de laboratorio ni habrá personas suficientes para localizar a los positivos y rastrear a los contactos, mucho menos habrá camas y recursos humanos necesarios para atender la demanda de enfermos graves que generará un aporte exagerado de casos. No existe sistema de salud capaz de enfrentar con éxito un virus tan contagioso como este, si no cuenta con una población responsable que cumple con su parte.