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Democracia vs. eficacia

Actualizado
  • 26/03/2024 00:00
Creado
  • 23/03/2024 13:31

o podemos permitir que las ilusiones nos nublen el juicio. A nuestro alrededor se está gestando un nuevo orden mundial muy hostil. Debemos estar atentos [...]

En Centroamérica puedes ser candidato a reelegirte presidente, aunque la Constitución expresamente lo prohiba, incluso se puede ganar la elección con gran apoyo popular, aun siendo perfectamente ilegal.

Esta situación ya de por sí es bastante mala para la región, sin que otros dirigentes del área y candidatos oportunistas del patio sueñen con emular a dictadores como Bukele, en su actuar.

El mensaje que nos plantea esta situación es que los Estados han sido tan corruptos, y complacientes con los delincuentes que ahora sólo pueden imponerse a fuerza de ilegalidad.

El problema radica en que “el mal no acaba con el mal”. El populista Bukele, para lograr sus metas inició un profundo y sistemático proceso de minado institucional que le permitió controlar todos los poderes del Estado y así poder perpetuarse en el poder.

Destruyó dos tipos fundamentales de legalidad: La libertad de los ciudadanos, cuando encarcela sin pruebas, maltrata y tortura; y el proceso democrático del país, que violó reeligiéndose.

Algunos dirán que le damos demasiada importancia a las formas, que al final no dan los resultados que la gente requiere y que un gran triunfo en las urnas avala el quebrantamiento de las reglas democráticas.

Es innegable que el surgimiento de personajes oscuros como Bukele son la respuesta a la incapacidad de las democracias criollas de resolver los problemas de los ciudadanos. Los sistemas democráticos en nuestros países no han estado a la altura de las aspiraciones populares.

La democracia en nuestro entorno regional está lejos de ser un valor absoluto por la que las grandes mayorías estén dispuestas a luchar. En gran medida porque muchos han llegado a desconfiar de que pueda cambiar sus condiciones de vida.

Líderes populistas como Bukele, Bolsonaro, Milei y Trump, cortados con la misma tijera, se sienten seguros de que no perderán a sus seguidores, aunque sean culpables de atentar contra la democracia. Lamentablemente, parece que tienen razón.

Son tiempos peligrosos cuando las mayorías comienzan a creer que el sistema democrático ya no es un valor supremo o no es el camino para satisfacer sus legítimas aspiraciones.

Cuando la gente comienza a creer que “el fin justifica los medios”, que es más importante solucionar los problemas, que el sistema o proceso que se utilice para lograrlo, se inicia el resquebrajamiento de valores y garantías democráticas que nos empuja al abismo del autoritarismo.

Todo ello en nombre de la eficacia. Es perfectamente razonable que la población espere que los gobernantes solucionen sus principales problemas. Lo preocupante es que mucha gente esté convencida de que un gobierno eficaz debe ejercer su poder sin mayores limitaciones legales, como es el caso de El Salvador.

No podemos permitir que las ilusiones nos nublen el juicio. A nuestro alrededor se está gestando un nuevo orden mundial muy hostil. Debemos estar atentos e informados para tomar decisiones responsables. Como primer paso, reafirmando el principio de “sufragio efectivo, no reelección”, regla fundamental de la alternancia democrática,

Tenemos la oportunidad de aumentar rápidamente el valor de nuestra democracia. Hagamos que se escuche nuestra voz cansada de tantas promesas vacías, pero aún firme y con esperanza de un mejor mañana. El primer paso es tomar mejores decisiones en las urnas.

La democracia no es un producto acabado, es más bien un proyecto en construcción, que se va puliendo con el esfuerzo de todos, sobre la base de prueba y error. Sus reglas permiten que se renueve constantemente y de nosotros dependerá que se fortalezca o muera.

El autor es docente universitario