En su tesis sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el sabio japonés Nichiren Daishonin declaró: “si a usted le importa su seguridad personal, debe ante todo orar por el orden y la tranquilidad de los 4 sectores del territorio”. Declaración muy vigente en un mundo envuelto en la vorágine de conflictos bélicos, en el Sudán, Gaza y Ucrania, además de otros 7 más en el resto del mundo. Esto significa que no podemos hacer de la vista gorda y mirar hacia otro lado, pues de una u otra manera nos veremos afectados, por muy lejos que estemos.

Y es que, aunque nuestro país sea considerado uno de los más seguros de Centroamérica y el 68 de 163 países, la lucha por establecer la paz entre nosotros ha de ser una tarea permanente y obligada. ¿Pero qué nos hace ser un país tranquilo, aunque todos los días recibamos reportes de violencia en sus diversas manifestaciones? Veamos un poco cuáles son las cualidades o condiciones para serlo.

Para no pocos panameños la violencia que vemos en los medios es un indicador que nuestro país no es seguro, sin embargo, no es así, la seguridad no solamente involucra a la violencia, existen cerca de 9 indicadores que distinguen a un país seguro, y no solamente se trata de la violencia y sus diversas modalidades. Según el blog de economía y finanzas Bankinter, el índice de la Paz Global en un indicador realizado por un grupo de expertos del Institute for Economics and Peace.

Para ser un país seguro, según el índice de paz global es necesario tener los siguientes requisitos, estos son, estabilidad política, economía y desarrollo social, sistema de justicia y leyes, seguridad pública y policial, salud y educación, índices de paz y seguridad, estabilidad política y social, tasas de criminalidad y violencia y capacidad de respuestas a emergencias y desastres naturales.

Vuelvo y repito, un país no es seguro solamente, por los bajos índices de violencia y la prevención de estos. Es muy importante, pero debe abarcar todos los temas mencionados con anterioridad. Por fortuna contamos con estabilidad política, salud, aunque con deficiencias, educación, y capacidad para enfrentar emergencias. Nuestros índices de seguridad pública y policial son más bajos que en la mayoría de nuestros países hermanos, lo cual nos coloca entre los primeros en la región centroamericana.

Ahora bien, ¿cómo podemos mejorar respecto a los demás países del continente?: en primer lugar, diseñando políticas centradas en el desarrollo y las oportunidades, en lugar de limitarse a hacer cumplir la ley. En segundo lugar, implementando intervenciones basadas en evidencia para la violencia urbana. Estas intervenciones deben adaptarse al contexto local y basarse en evidencia científica. En tercer lugar, priorizar el fortalecimiento de las instituciones y el Estado de derecho. Es esencial para garantizar la protección de las víctimas y la promoción de la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

Por último, reducir la brecha educativa entre niños y niñas en un paso adecuado para brindar a las mujeres una mayor libertad económica y reducir su riesgo de violencia doméstica. Combinando todo esto con una actitud personal de orar por los demás, y comportarse como seres que valoren el diálogo y la aplicación de ley como base de la convivencia.

La autora es docente universitaria
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