• 09/05/2024 23:00

Happy slapping: agredir, grabar y difusión viral

¿Quiénes lo realizan y quiénes son sus víctimas? En principio, suelen ser compañeros de colegio, amigos que lo realizan, humillan a la víctima, la dejan ridiculizada y lesionan su integridad física y moral al compartir las imágenes en internet

Hoy en día no se requiere un contacto físico directo, para que cualquiera persona, preferiblemente menores de edad y personas del sexo femenino, sean víctimas de comportamientos violentos, pues la ciberviolencia, es decir, el ciberacoso o acoso cibernético, que consiste en el uso del internet, la computadora, las TIC, la tablet o celular, han entrado a los hogares de las personas y han invadido su privacidad provocándole intranquilidad en algunas situaciones.

En el caso del ciberacoso, al igual que el acoso que se da presencial, persigue humillar, molestar, atacar, amenazar, intimidad, ofender y/o insultar a una persona, y tratándose de situaciones en línea, podemos mencionar, el ciberstalking o ciberacecho), en el que se acosa a la víctima, o el que se da entre estudiantes y compañeros de clase, el ciberacoso escolar, entre otros.

Ahora bien, dentro de estos tipos de ciberviolencia que se ha popularizado y que poco se conoce, tenemos el happy slapping (bofetada feliz), que proviene del término slap-abofetear o golpear y happy, feliz, del Reino Unido (2004), y que consiste en grabar la reacción que tiene una persona cuando es agredida física, verbal o sexualmente y luego se difunde en las redes sociales u otros medios tecnológicos.

¿Quiénes lo realizan y quiénes son sus víctimas? En principio, suelen ser compañeros de colegio, amigos que lo realizan, humillan a la víctima, la dejan ridiculizada y lesionan su integridad física y moral al compartir las imágenes en internet, redes sociales u otros medios.

“Paliza feliz” que no tiene nada de ello, porque es una práctica cruel, que somete a las víctimas, a todo tipo de agresiones, verbales, sexuales o físicas, patadas, empujones, la golpean, inclusive las llevan a la muerte de la persona (Valero Iglesias, Sala i Giner, 2006).”

En otros casos, puede ser que sea un grupo de jóvenes que se dedican a grabar a desconocidos, dándole una bofetada, un empujón, o humillarlo de otra manera. Así, las agresiones se dan de manera colectiva en zonas urbanas, o en otro caso en lugares aislados, en autobuses, metro, o parques, en la que la víctima y el agresor ni tienen la misma edad ni vinculación alguna. Por ejemplo, se cuenta el caso de un joven que paseaba a su perro y fue objeto de una paliza por sus agresores, que ni siquiera lo conocían, o también puede darse en los denominados “botellones”, como bien lo ha denunciado la policía en Ibiza, o el grupo de jóvenes le hace broma a una persona discapacitada en la calle, un indigente, entre otros

¿Por qué se hace? ¿Y cómo se afecta a la víctima? El objetivo del agresor es humillar a su víctima y ganarse la popularidad, ganarse “muchos likes” difundiendo el hecho por celular, internet, redes sociales, además, que les resulta entretenido y divertido.

A diferencia de otros tipos de ciberacoso, el happy slapping, es una agresión que es planificada y pactada por quienes intervienen, el agresor elige a su víctima, con excusas busca aislarla, la agrede, mientras que otros la graban, y puede parecer tan simple como un reportaje de golpear, grabar, acción.

Respecto a las víctimas, la difusión y visibilidad pública causan graves daños a la imagen, su intimidad, depresión, problemas académicos, ansiedad, y como consecuencia de ellos son personas reconocibles, que son insultados o ridiculizados, y puede ser objeto de nuevos ataques.

En la actualidad no hay un delito específico para castigar este ciberacoso, pero puede concretar un delito de lesiones, un delito contra el honor, y todos los que intervienen son responsables del hecho, incluyendo al sujeto que graba y difunde las imágenes, y ante este fenómeno es necesario concientizar a la familia y a la comunidad educativa sobre este tipo de violencia en la que es imprescindible reforzar las medidas educativas sobre valores de respeto, al igual que mantener un espacio de confianza entre los hijos a fin de que puedan conversar sobre estos hechos; y por último, reiterar el uso adecuado de internet y redes sociales.

La autora es catedrática de derecho penal
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